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Se cumplía justo un año del envío del segundo contingente de tropas voluntarias españolas a luchar junto a la Alemania nazi en suelo de la Unión Soviética, una operación que la España de Franco calificó como de segunda etapa en su particular «Cruzada anticomunista» tras la finalización de la Guerra Civil. Era 13 de julio de 1942 cuando la capital vallisoletana se preparaba para vivir dos días de inflamación nacionalista a cuenta de la llegada de 1.200 voluntarios de la División Azul.
La decisión de ofrecer a Hitler la colaboración militar española en su ataque a la URSS había sido aprobada en el Consejo de Ministros del 23 de junio de 1941, como expresión del compromiso de la España de Franco con la Alemania nazi, su gran aliado internacional en la Guerra Civil. El envío de tropas estaba en consonancia con ese ideal de «cruzada» contra el «comunismo internacional» esgrimido por el bando franquista. Aunque en un primer momento se denominó «División Española de Voluntarios», inmediatamente, por iniciativa del entonces ministro secretario de FET-JONS, José Luis Arrese, adoptó el calificativo de «División Azul» para remarcar el contenido mayoritariamente falangista.
Historia de Valladolid
Enrique Berzal
Archivo Municipal de Valldolid
Sin embargo, como ha demostrado el historiador José Luis Rodríguez Jiménez, la Falange impulsó la idea pero los falangistas no fueron el cuerpo y alma de la División. La mayoría de sus componentes, señala este autor, no procedían del partido ni eran voluntarios civiles, cerca de la mitad tuvo que salir de los cuarteles y aunque bastantes tomaron la decisión de alistarse libremente, otros muchos lo hicieron forzados. En tierras alemanas, la División Azul pasó a denominarse División 250 de la Wermarcht. Eran en total 45.242 hombres, de los que cerca de 18.000 partieron en julio de 1941. De Valladolid procedían 1.103 divisionarios, de los que 162 eran mandos y 941, miembros de tropa.
Un año después, concretamente el 13 de julio de 1942, nuestra ciudad asistía al apoteósico recibimiento de 1.200 divisionarios de regreso a España. Antes habían estado en San Sebastián, donde también fueron convenientemente agasajados. «La causa era idéntica y la juventud la misma. España en Rusia no ha hecho sino continuar la empresa liberadora iniciada, seguida y consumada por Franco en la Península, y estos muchachos en las lejanas tierras moscovitas no han hecho sino dar fe de las razones de la victoria y demostrar al mundo que aquí, en España, representaron con igual ímpetu y heroísmo la gran avanzada anticomunista, que habla de dar al mundo el toque de alarma del golpe que Rusia trataba de dar a la civilización occidental», señalaba el editorial de El Norte de Castilla.
Aquel día de hace 80 años, la ciudad amaneció engalanada con banderas nacionales, gallardetes y arcos triunfales para recibir a las tropas, mandadas por el coronel de Artillería Ramón Rodríguez Vita. La Estación del Norte lucía incluso un retrato de Franco «con severo dosel». A las diez y cuarto de la mañana, la multitud recibió con vítores y vivas a España y a Franco al convoy, que entraba engalanado con banderas nacionales, del Movimiento, de Alemania e Italia y con un gran escudo nacional en el frente de la locomotora. «Algunas personas de las familias de los viajeros buscan a sus deudos y se desarrollan escenas de la más viva emoción», remarcaba el periodista.
El desfile, celebrado a las 11 de la mañana en el Campo Grande, fue igualmente multitudinario. Para las autoridades, representantes de la Sección Femenina y voluntarios de la División Azul se dispuso el templete de la música. También se instalaron dos tribunas, una a cada lado del Paseo. Las tropas desfilaron en columna de honor mientras la banda de música interpretaba «un brioso pasodoble». Por la tarde, varios voluntarios pasearon por la ciudad y visitaron a familiares y amigos. También el Ayuntamiento les tributó una recepción de honor, a las ocho y media de la tarde, acompañada de un vino español. En su discurso, el alcalde, Luis Funoll y Mauro, «calificó a los componentes de la División Azul de excelentes patriotas, que han puesto muy alto el nombre de España en las inhóspitas tierras de Rusia en lucha contra el comunismo».
Los actos continuaron al día siguiente, 14 de julio de 1942, con una misa oficiada en el Paseo del Campo Grande por el capellán de las tropas, Ildefonso Hernández Collantes, lo que constituía un símbolo claro de la legitimación católica de la «cruzada» anticomunista. Al finalizar la misa volvió a celebrarse un desfile militar. En esta ocasión, la Jefatura Provincial del Movimiento agasajó a los divisionarios con una verbena en el Campo Grande, por la noche, en la que sobresalió el «gran consumo de helados, refrescos y golosinas verbeneras». La Compañía del Norte autorizó a sus obreros y empleados para que abandonasen el trabajo, «con objeto de recibir a los voluntarios de la heroica División Española», informaba este periódico. Es más, «muchos de los heroicos combatientes asistieron gratis a las funciones en los cines, que se celebraban en su honor».
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