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La reina Victoria Eugenia y su marido, el rey Alfonso XIII, durante los actos militares del 5 de mayo de 1921. MUNDO GRÁFICO
Rendidos a los Reyes de España

Rendidos a los Reyes de España

La colocación de la primera piedra de la nueva Academia de Caballería, hace ahora cien años, se convirtió en una apoteosis de fe monárquica y militar

Martes, 11 de mayo 2021, 06:59

Pocos podían barruntar los negros horizontes que se avecinaban para la Monarquía aquella tarde del 4 de mayo de 1921. Puede resultar paradójico, pero, a un mes de los terribles sucesos de Annual, que tanto dañarían la imagen del Ejército y tan mal harían al propio Alfonso XIII, Valladolid fue escenario de una apoteosis monárquica sin precedentes. Ya lo decía este periódico en portada: lo de los días 4 y 5 de mayo de 1921 fue un acontecimiento «único en los anales de la vida vallisoletana», una auténtica «llama de amor viva de patriotismo».

La razón de aquel evento no era otra que el resurgir oficial de la Academia de Caballería, calcinada por un terrible incendio el 26 de octubre de 1915. Aquel día, las llamas que comenzaron en el almacén adosado al muro exterior por el lado de la calle de San Ildefonso devastaron el edificio entero, aquel primitivo octógono que, proyectado inicialmente como presidio modelo estatal, terminó cobijando el Colegio Militar de Caballería en abril de 1852. Como ha escrito Antonio Bellido, el destrozo conmocionó a la ciudad y obligó a habilitar nuevos inmuebles para alojar a los cadetes y continuar las clases: primero en el Colegio de Santiago para Huérfanos de Caballería, y luego, definitivamente, en la casa número 3 de la plaza de Tenerías y en la vieja fábrica de curtidos, situada en el inmueble 22 de esa misma plaza.

Una vez desechada la idea de reconstruir el octógono original, el Ministerio encargó a José de la Gándara, capitán de ingenieros, el proyecto de la nueva Academia de Caballería, que sería aprobado -aun con ciertas modificaciones- por Real Decreto de 18 de octubre de 1918. Pocos meses después, concretamente en febrero de 1919, salió a la luz el proyecto definitivo, obra de Adolfo Pierrad, que, según la prensa de entonces, consistía en «un gran edificio planta en U, destinado a las cátedras, dependencias de oficinas y pabellones para el coronel director y tres oficiales. Un edificio posterior que cierra la U servirá para el internado de los alumnos. Completan la Academia dos edificios amplios para picaderos (25 por 50 metros cada uno), pabellón de cuatro plantas para alojamiento de la tropa y cuadras para 300 caballos. A más los almacenes, cocheras, garajes, cobertizos, etc. (…) El presupuesto general se aproxima a los siete millones de pesetas».

Las obras comenzaron en el último trimestre de 1920 y su primer hito ocurrió hace ahora cien años, aquel 4 de mayo de 1921 en que los Reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, llegaron a Valladolid para colocar la primera piedra. Previamente se había celebrado en el Ayuntamiento el acto de entrega de los estandartes de la Academia, precedido de un espectacular desfile por la Calle de Santiago y la Plaza Mayor.

Los Reyes llegaron a la Estación a las tres de la tarde. El recibimiento, como era de esperar, fue apoteósico. El monarca vestía uniforme de general de los Lanceros de Alfonso XIII y la reina, traje azul oscuro y sombrero de paja negro. Fueron recibidos por las autoridades, encabezadas por el gobernador Zurita y el alcalde Federico Santander, antes de dirigirse a la Catedral, donde les esperaba el arzobispo, Remigio Gandásegui. Después de visitar el Palacio Real, sede de Capitanía y su residencia aquel día, acudieron a oficiar el acto principal.

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Tomaron asiento en el sillón del elegante dosel colocado delante de la tapia del picadero de la futura Academia, en la parte central, cerrado con columnas con cordones, provisto de alfombra y adornado con elegantes plantas. Pronunciaron encendidos y elogiosos discursos el general de Ingenieros, señor Iribarren, y el ministro de la Guerra, vizconde de Eza, antes de proceder a la lectura y firma del acta. Tras la ceremonia religiosa, oficiada por Gandásegui, la reina Victoria Eugenia colocó la primera piedra, debajo de la cual quedaron sepultados el acta, monedas diversas y periódicos locales del día. Unas paladas de mortero por Alfonso XIII pusieron fin al histórico evento, al que seguirían un acto similar en el lugar donde habría de levantarse la futura Casa Social de los Ferroviarios, una recepción en el Ayuntamiento y el banquete oficial en Capitanía.

Al día siguiente se celebró la bendición y entrega del estandarte por parte de la reina, acto que contó con otro imponente desfile militar en el Paseo Central del Campo Grande, con Victoria Eugenia vestida de «coronela del regimiento que se honra llevando su nombre». Las calles principales (Avenida de Alfonso XIII, Miguel Íscar, Santiago, Gamazo, etc.) engalanaron sus balcones con banderas nacionales y pendones de Castilla, y el templete fue convertido en un «suntuoso altar» para la ocasión. Tampoco faltaron una misa de campaña y un nuevo desfile militar, esta vez desde la calle de Santiago hasta el edificio de Capitanía.

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