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Valladolid tenía muralla y nos atamos los zapatos sobre ella
Valladolid, piedra sobre piedra ·
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Valladolid, piedra sobre piedra ·
Con el correr de los siglos, el recinto fue cambiando tanto en amplitud como en funcionesIRIS SIMÓN ASTUDILLO
Valaldolid
Martes, 10 de marzo 2020, 07:09
La muralla de Valladolid sigue siendo hoy en día un misterio. La fortificación medieval ha sido, y es, motivo de especulación por parte de muchos historiadores, pues solo se tiene documentación histórica del tramo construido en los siglos XII y XIII. Valladolid como núcleo habitado ... antes de la llegada del conde Ansúrez solo cuenta con unas débiles referencias y suposiciones que se sacaron con la ayuda de la historia posterior.
A finales del siglo XI se asentaron varios grupos de granjeros y labradores en un lugar geográfico denominado como «Valledolit». En este espacio se construiría en algún momento que no está documentado una humilde fortificación o «alcazarejo» con dos iglesias parroquiales en el centro: San Julián y San Pelayo.
Con el discurrir de los siglos el recinto amurallado fue cambiando tanto en amplitud como en delimitación; se llegaron a construir otras tres cercas. Alguna tuvo función defensiva como fortificación, y otras, las más cercanas en el tiempo, tuvieron un cometido fiscal e incluso sanitario, pues al cerrar sus puertas en caso de epidemia se impedía el acceso de los afectados a la ciudad.
Entre finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII se construyó la muralla de la que sí se tiene testimonio escrito y arqueológico, y que sustituiría a la que había antes de la llegada del conde Ansúrez. En estos años, los reinos de León y Castilla tienen múltiples desavenencias, por lo que Valladolid debe estar rodeada de una buena construcción.
Su trazado respondía a un modelo militar con cubos y puertas torreadas, además de los postigos distribuidos a lo largo de la cerca, que debieron ser bastante numerosos. Esta muralla aparecía en las armas utilizadas en la época y en el primer sello que tuvo Valladolid en el siglo XIII.
En la actualidad se puede localizar el recorrido de la muralla partiendo desde el alcázar, el monasterio de San Benito. La cerca seguía por detrás de dicho edificio y llegaba hasta la calle de Expósitos; desde allí a San Quirce hacia el este para llegar a la plaza de San Pablo; luego por la calle de las Angustias pasando por el teatro Calderón; desde allí por la calle del Cañuelo, ahora desaparecida, para enlazar con la calle de Macías Picavea; llegar a Azoguejo, donde se encontraba una puerta, y seguir por la calle del Conde Ansúrez; atravesando la calle de Zapico, donde se han encontrado vestigios, y llegar de nuevo al alcázar.
Ya a finales del siglo anterior, en 1297, la documentación menciona la construcción de una nueva muralla. La cerca se construyó con irregularidad desde el punto de vista de los materiales empleados, que debieron ser pobres en bastantes tramos y con buena mampostería en otros. Tuvo puertas y en algún caso incluso algunas torreadas, pues la edificación tenía el doble cometido de ser una obra defensiva y fiscal.
Tomando como punto de partida el puente Mayor sobre el río Pisuerga se llega hasta la Rondilla de Santa Teresa y a San Benito el Viejo. Desde aquí se dirigía hacia la cárcel de la Audiencia por la calle de Gondomar, frente a la parroquia de San Pedro, que quedaba extramuros y daba a otra puerta.
Esta extensa muralla seguía por detrás de las casas de la Audiencia, cruzaba el río Esgueva con la ayuda de un puentecillo de piedra que se conserva y llegaba a la iglesia de la Magdalena, que por aquellos años era una ermita y que también daba su nombre a un postigo. Toda la cerca seguía hasta la calle Real de Burgos y la plaza de San Juan, continuando hasta la plaza de la Cruz Verde, que estaba muy bien defendida por castillo, foso y barbacana. Así, la fortaleza seguía hasta Teresa Gil y de ahí, vuelta al puente Mayor.
Desde finales del siglo XV y por crecimiento continuado de la ciudad, esta segunda cerca se vio desbordada. Surgieron núcleos extramuros como los de San Andrés, las Tenerías, incluso el conocido como la Avellotilla o Vellotilla, y como consecuencia, a principios del siglo XVII la ciudad se vio en la necesidad de construir una tercera muralla que sirviera también como seguridad sanitaria y impedir la entrada de la peste que por entonces hacía estragos.
El Ayuntamiento finalmente se hizo cargo de llevarla a cabo en 1619 y dio permiso para la corta de 150 pinos, cuya madera se emplearía en su construcción. El arquitecto Francisco Pellón se comprometió a llevar a cabo su conservación y reparar cada año los desperfectos, que fueron muchos y muy graves, que tuviesen, debido a la falta de una economía floreciente por parte del Ayuntamiento.
El accidente que tuvo mayor trascendencia fue el de 1788, consecuencia de la gran inundación provocada por el Esgueva. En el Prado de la Magdalena quedaron destruidos varios metros de la cerca y uno de los cuatro ojos del puente de piedra por donde entraba el río. Los arcos de este se protegían con rejas para evitar que entraran barcas con mercancías de contrabando, y cuando era necesaria la limpieza se levantaban esas rejas y así se mantenía la zona aseada. Pero en esta ocasión, o por descuido del servicio de mantenimiento o por demasiada acumulación de ramas y basura, empezó a retenerse el agua rompiendo con fuerza la cerca y el puente.
A pesar de este y otros incidentes, algunos de los vestigios de las murallas siguen en pie hoy en día. Aunque nos atemos los zapatos sobre alguno de ellos, como las ruinas cercanas al monasterio de San Benito, o hagamos equilibrismo sobre otros como el puente de Prado de la Magdalena, estos siguen en pie, dando riqueza al patrimonio de la ciudad, y esperemos que por muchos años.
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