Escena de antropofagia en un grabado del siglo XVI. EL NORTE
El cronista

Noticias de canibalismo en el segundo viaje de Colón

Una carta del mercader florentino Simón Verde, escrita en Valladolid en 1494, detallaba las costumbres de los caribes durante la travesía colombina

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 16 de mayo 2023, 00:21

No era solo uno de tantos comerciantes italianos residentes en la península en la época de los descubrimientos de Colón. Era, además, buen amigo de la familia del almirante y, como tal, atento a los resultados de sus viajes. Simón Verde, florentino del barrio de ... San Lorenzo de Muruello, donde debió de nacer hacia 1452, dejó para la posteridad una importante misiva en la que relataba noticias interesantes del segundo viaje de Colón, y que escribió en la capital del Pisuerga el 10 de mayo de 1494.

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Aquella travesía colombina partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493. Eran en total 17 naves y unos 1.500 hombres, que llegaron en tiempo récord a las Antillas Menores. Precisamente aquel año de 1493, Simón, que residía con su hermano Gerardo en Lisboa, donde según algunos autores se dedicaba a la trata de esclavos de Guinea y Canarias, se trasladó a Valladolid para, entre otras cosas, cambiar aquel negocio por el suministro de buques a las Indias españolas y la venta de brocados y terciopelos a los miembros de la Corte.

También en esta ciudad, como ha escrito Consuelo Varela, contactó con su compatriota Juanoto Berardi, muy atento a todas las noticias de los descubrimientos colombinos, lo que acrecentó la curiosidad de nuestro protagonista. Fruto de ello fueron dos cartas famosas que los historiadores han tomado como referencia por su afán de veracidad. La primera, dirigida desde Valladolid al también florentino Pietro Niccoli, resume lo escuchado en primera persona a Antonio Torres, hombre que estaba al mando de las 12 naves que regresaron a principios de 1494 desde la Española, a un piloto de la Marigalante y a un maestre de la expedición.

Lo más llamativo, a juicio de muchos historiadores, son las apreciaciones sobre las costumbres antropofágicas de los caribes, resaltadas también por otros coetáneos y que fueron empleadas por el propio Colón y por los Reyes para justificar su esclavización. Por este motivo, no faltan autores que cuestionan este tipo de afirmaciones, y consideran que el canibalismo era una práctica aislada que el almirante y la Monarquía usaron como excusa para arremeter contra los caribes. Estos, según la carta de Verde, eran «desconfiados y crueles, porque comen carne humana, como lo sabréis, y venían a la orilla del mar mostrándose enteramente desnudos y cuando las barcas iban hacia ellos huían, corriendo con tanta velocidad que difícilmente los alcanzara un hombre a caballo».

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Reproduciendo de este modo la división ya señalada por Colón entre los tainos, caracterizados como pacíficos y dadivosos, y los caribes, presentados como crueles, fueros y belicosos, Simón Verde aseguraba que los españoles, que después de una breve estancia en Dominica y Marigalante se habían adentrado en la frondosa Guadalupe, se toparon con dos muchachos y dos muchachas, de aproximadamente 15 años, destinados ellos a ser castrados, engordados y comidos por los caribes, y ellas, una vez secuestradas, a ser empleadas como esclavas.

De arriba abajo, detalle del mapa de Munster, de 1532, con caribes practicando el canibalismo, grabado de T. de Bry, y familia caribe dibujada en 1818 por Stedman. EL NORTE

«E1 capitán de estas carabelas que han regresado me asegura que se encontraron en sus casas muchos huesos humanos, y en una de ellas carne humana que se asaba, y una cabeza de hombre puesta a las brasas; y que estas cosas fueron llevadas al Almirante para que las viera», señalaba el florentino, que, si bien dudaba de la veracidad de algunos de estos testimonios, sentenciaba: «lo que yo sí creo que es cierto, por haberlo oído de todos, es que [los caribes] comen carne humana: lo dicen también los habitantes de otras islas. (…) Como esto es tan horrible, no solo para ejecutarlo, sino para pensarlo siquiera, he tenido cuidado de procurar informes exactos, y lo encuentro verdad sin duda alguna».

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El comerciante detallaba además la existencia en las islas de unos papagayos hermosos y grandes con plumas de colores, las cuales empleaban los nativos para «formar sus penachos y otros adornos muy bellos». Poco tiempo residió Simón Verde en Valladolid. Desde aquí partió a Cádiz y luego a Sevilla, que sería su última y definitiva residencia, pues moriría en una finca que adquirió en Gelves a muy avanzada edad. Antes de eso tuvo tiempo de escribir otra carta, esta vez a Mateo Cini, fechada en 1498, sobre las operaciones comerciales del tercer viaje colombino.

Muy amigo de la familia del almirante, el hermano menor de éste, Diego Colón, llegó a nombrarle su albacea testamentario y a otorgarle un legado de 40.000 maravedíes. También realizó las compras necesarias para la construcción de la casa de Bartolomé Colón, el otro hermano de Cristóbal, en Santo Domingo, donde además desarrolló actividades comerciales y actuó como banquero de los hijos del genovés.

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