Miles de personas en la campa de Villalar de los Comuneros durante la fiesta de la comunidad de 1977, la primera que se celebró en libertad. Ical
Comuneros V centenario

Villalar, símbolo y mito de la lucha por la libertad

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La gesta de Padilla, Bravo y Maldonado ha servido de inspiración y modelo a liberales, republicanos, antifranquistas y promotores de la autonomía

Domingo, 31 de enero 2021, 08:14

Con la desgraciada batalla de Villalar se eclipsó la gloria nacional y la libertad castellana (...). La desgraciada batalla de Villalar puso término a la gloriosa contienda que tan heroicamente sostuvo el patriotismo y el amor a la libertad contra las ingratas y temerarias empresas del orgullo y la ambición de los príncipes».

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El autor de las líneas anteriores no era un castellano fervoroso ni pertenecía a un partido político castellanista. Se llamaba Francisco Martínez Marina, había nacido en Oviedo y era un clérigo comprometido con la obra liberal de las Cortes de Cádiz. Por eso en su obra más famosa, titulada 'Teoría de las Cortes' (1812), citaba el ejemplo de los comuneros como antecedente histórico, cuando no como aliciente, de la revolución liberal que se estaba llevando a cabo en España durante la Guerra de la Independencia.

Al igual que Martínez Marina, muchos otros escritores, ensayistas, artistas y políticos aludieron al episodio histórico de las Comunidades de Castilla, convenientemente mitificado, como gran inspiración para su particular obra revolucionaria.

Un relato mítico de lucha por las libertades que hunde sus raíces a finales del siglo XVIII y eclosiona, sobre todo en Castilla y León, durante el periodo de la Transición democrática, momento en el que la revuelta comunera se erige en el símbolo por antonomasia del combate contra el centralismo.

Algunos intelectuales vieron el programa político comunero durante el Franquismo como una revolución modernizadora

De modo que si prohombres ilustrados como Gaspar Melchor de Jovellanos se apoyaron en Villalar para arremeter contra el poder despótico de Carlos V, luego, a comienzos de la centuria posterior, los revolucionarios de las Cortes de Cádiz ensalzaron la gesta de Padilla, Bravo y Maldonado para simbolizar la identidad de España como nación política, socavar el absolutismo regio, legitimar las instituciones liberales, intentar inculcar a los españoles los nuevos valores del liberalismo y establecer un hilo de continuidad entre la revolución comunera y la materializada por ellos en las Cortes gaditanas.

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Es lo que hicieron, por ejemplo, Manuel José Quintana en su famosa 'Oda a Juan de Padilla', de 1797; el granadino Francisco de Paula Martínez de la Rosa, que llegaría a ser presidente del Consejo de Ministros en 1834-1835, con 'La viuda de Padilla', o el citado Francisco Martínez Marina en su 'Teoría de las Cortes'. «El despotismo que principió en el siglo XVI y acabó con la libertad española; la inviolabilidad de los diputados atropellada en las Cortes de la Coruña; la derrota de los Comuneros, y la completa destrucción de la libertad castellana; esa es la funesta raíz de todos nuestros males», dirá, por ejemplo, Martínez de la Rosa.

'El Empecinado', en la imagen retratado por Goya, mandó buscar los restos de los comuneros en 1821.

Hasta el guerrillero vallisoletano Juan Martín Díez, apodado 'El Empecinado', se encargó en persona, como gobernador militar de la plaza de Zamora, de organizar el tercer centenario de la derrota de Villalar tratando de recuperar los restos mortales de los tres capitanes. Al año siguiente, concretamente en abril de 1822, Padilla, Bravo y Maldonado, junto a Juan de Lanuza, Diego de Heredia y Juan de Luna, eran declarados por Real Decreto Beneméritos de la Patria.

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En la década de los treinta del siglo XIX, el episodio comunero fue elevado a la categoría de mito nacional y contribuyó a jalonar un devenir histórico marcado por el despliegue progresivo de un liberalismo de carácter templado, consustancial a la monarquía e inspirado por el catolicismo. En palabras de José Álvarez Junco, «el nacionalismo que los liberales del siglo XIX estaban construyendo no era el castellano, sino el español: así, junto al comunero Padilla, Lanuza o Pau Claris formarán la triada simbólica del fin de las libertades en Aragón, Cataluña o Castilla».

Juan Martín Díez 'El Empecinado' organizó el tercer centenario de la derrota y trató de recuperar los restos de los tres capitanes

Por eso muchos políticos y escritores, especialmente los identificados con el liberalismo progresista, lo esgrimirán como demostración de la existencia intemporal de un carácter español caracterizado por el orgullo, el amor por la independencia y la libertad, y la rebeldía popular contra el tirano.

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Autores como Antonio Ferrer del Río y, sobre todo, Modesto Lafuente en su voluminosa 'Historia general de España' (1850-1867) popularizaron la imagen comunera de lucha por una libertad que se revelaba muy actual para su época. También los forjadores de la Gloriosa Revolución de 1868, que destronó a Isabel II, buscaron en su ejemplo un antecedente revolucionario federalista, municipalista e incluso, en ciertos casos, un referente de lo funesta que puede ser la monarquía: «Castilla sucumbió en Villalar en el año de 1521 (…). En el siglo XVI bastó una sola batalla perdida en Castilla y otra en Aragón a los setenta años para que por espacio de siglos se amortiguaran las ideas liberales», afirmaba el diputado José María Orense en mayo de 1869. Y años después será el propio Pi i Margall, que llegó a presidir la I República española, quien escriba la famosa frase: «Castilla fue entre las naciones de España la primera que perdió sus libertades; las perdió en Villalar frente al primer rey de la Casa de Austria».

Comuneros republicanos

La Segunda República española, proclamada el 14 de abril de 1931, recuperó la Guerra de las Comunidades como modelo de rebelión popular yugulada por la nobleza y el centralismo. Es más, la banda morada inferior de la bandera tricolor pretendía simbolizar –erróneamente– el color del pendón que los comuneros habían levantado contra Carlos V, además de ser expresión de Castilla, «una región ilustre, nervio de la nacionalidad».

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«La historia de España hubiese cambiado si los comuneros triunfan en Villalar. (…) Llegó el complot de la noche famosa de San Juan, el año veintiséis. Me llevaron a la cárcel. Una veintena de días incomunicado. Y en aquellas horas de absoluta soledad, de máxima concentración espiritual, escribí el drama 'Doña María de Castilla'. El alma cargada de vida interior, repleta de la emoción de una hora que era también, como la de los Comuneros, de rebeldía». Son palabras del tarraconense Marcelino Domingo, ministro de Instrucción Pública y de Agricultura, Industria y Comercio en aquel periodo.

Retratos de Francisco Martínez de la Rosa y Modesto Lafuente. Biblioteca Nacional

Y si para hacer frente al golpe militar que provocó la Guerra Civil el Centro Abulense de Madrid impulsó un batallón republicano denominado significativamente Comuneros de Castilla, durante el Franquismo no faltaron intelectuales como José Antonio Maravall o Enrique Tierno Galván que interpretaron el programa político comunero como una revolución modernizadora, muy en sintonía con lo que entonces pretendía una parte de la oposición a la dictadura. Incluso una de las librerías míticas por su labor de aglutinante antifranquista en Valladolid llevó el nombre de Villalar.

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Reivindicación

Claro que el momento álgido llegó con la Transición democrática, cuando las principales entidades políticas de inspiración regionalista (Instituto y Alianza Regional, y Pancal) hicieron uso de la gesta comunera para reivindicar una autonomía castellana y leonesa a la que confirieron remotos antecedentes de lucha popular por la libertad y rebeldía democrática contra el opresor centralista. No por casualidad, el primer intento de celebrar la fiesta de Villalar, el 25 de abril de 1976, fue prohibido y disuelto por la Guardia Civil a caballo.

Al año siguiente, la multitud concentrada en el primer Villalar en libertad pudo escuchar esta arenga: «Hace 456 años Castilla y León perdieron sus libertades con la derrota de los comuneros en Villalar. Desde aquella fecha Castilla y León han sido víctimas de un centralismo destructor que ahogó su voz y sus derechos propiciando el estado de ruina y abandono en que está sumido nuestro pueblo. ¡Castellanos y leoneses! Sólo con unión y solidaridad podemos recuperar las libertades perdidas. Castilla y León reclama justicia, libertad y autonomía».

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