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El 'locomóvil' que comunicó Valladolid y Madrid por carretera en 1860
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El locomóvil Castilla, que consumía 47 kilos de carbón por hora, completó su viaje en veinte díasDurante tres semanas del mes de noviembre de 1860, una locomotora de vapor circuló por la carretera que comunicaba Valladolid con Madrid a través del Alto del León, en el puerto de Guadarrama.
«Anteayer tarde llegó por el camino de Castilla al parador de Sierra (Madrid) inmediato al puente de Segovia, la máquina locomotora para los caminos ordinarios que había salido de Valladolid hace pocos días». Así comenzaba la noticia que 'La correspondencia de España' publicó el 20 de noviembre de 1860.
¿Pero qué era esa «máquina locomotora» que andaba por caminos?
El 10 de octubre de 1860 el joven ingeniero don Pedro de Ribera, comisionado por su empresa y tras estudiar varias máquinas en Inglaterra, trajo a Valladolid desde Londres una locomotora desmontada por piezas que ya había demostrado brillantes resultados en las carreteras ordinarias. En un principio pensó armarla en Santander, donde recaló el barco con las piezas, y traerla a Valladolid por el camino real, pero este se hallaba en muy malas condiciones en el tramo de Bárcena a Reinosa debido tanto a lo estrecho de sus tramos como a que a todas horas estaba atestado de carruajes.
La máquina tenía una potencia de 10 a 12 caballos de vapor (el equivalente a unos 20 carros tirados por caballos) y unas ruedas motrices de 2,125 metros. Era capaz de alcanzar velocidades de 5 millas por hora (9,26 kilómetros), salvar desniveles del 14%, girar en curvas de tres metros de radio solamente y arrastrar unas veinte toneladas. Su consumo era de 47 kilogramos de carbón por hora.
Una vez armada la locomotora en los talleres del ferrocarril, y luciendo en su lateral la palabra 'Castilla, tanto el 17 como el 18 de octubre Ribera hizo las primeras pruebas, que no se pudieron concluir debido a que faltaban algunas piezas extraviadas en el viaje por barco y que se tuvieron que forjar deprisa y corriendo. Subsanado el contratiempo, por fin el locomóvil, que así se llamó popularmente, partió de los talleres, tomó el paseo de las Moreras, cruzó el Puente Mayor, repostó carbón en la dársena del Canal y remontó la fuerte pendiente que conduce hacia Zaratán, prueba que culminó con éxito. Posteriormente hizo varias ensayos más transportando en un vagón trigo u otros efectos.
La idea de Pedro de Ribera era que una vez que la máquina quedara debidamente testada, iniciaría un viaje a Madrid por el camino Real.
Y así fue. A las tres de la tarde del miércoles día 31 de octubre –y no el día 30 como se relata habitualmente- Ribera inició el viaje a Madrid: partió del Canal, cruzó el Puente Mayor, enfiló el paseo de las Moreras y salió a la carretera de Madrid por la puerta del Príncipe Alfonso del Campo Grande. El público, que estaba avisado por medio de la prensa, jalonó el recorrido por la ciudad.
En la parte delantera, al volante de la máquina, iban Ribera y el contramaestre Sr. Flamier y en la parte de atrás, dos obreros encargados del buen funcionamiento del locomóvil. Se optó por el camino más largo -250 kilómetros en los que se que tenía que salvar el puerto del Alto del León- en vez de la opción de la carretera de Santander, que tenía 70 kilómetros menos. Seguramente se tomó esta decisión porque el trayecto elegido pasaba por localidades como Tordesillas, Rueda, Medina del Campo y Arévalo, que eran importantes centros comerciales además de poblaciones donde pernoctar y poder resolver posibles averías, tal como relatan el ingeniero García Tapia y el historiador Cano García en su libro titulado 'La aventura del Castilla'.
El día 18 de noviembre Ribera y sus acompañantes durmieron en el parador de Sierra, a las puertas de Madrid, y al día siguiente subieron la cuesta de San Vicente para entrar en la villa por la puerta de Segovia, próxima al Palacio Real. Por el número de días que tardó en recorrer la distancia de Valladolid a Madrid cabe pensar que debieron de sufrir una o varias averías que obligaran a detenerse durante un tiempo en algún punto del recorrido.
Ribera había querido que el viaje pasara desapercibido, pues consideraba que la máquina aún no estaba suficientemente preparada como para darse a conocer al mundo industrial, pero la prensa sí dio cuenta de aquella auténtica aventura. De hecho, los periódicos acogieron la noticia del viaje con artículos elogiosos, salvo la prensa vinculada a las compañías ferroviarias, que mostraba su escepticismo ante ese nuevo medio de transporte pues, sin duda, amenazaba con competir con el ferrocarril.
Una vez en Madrid, el locomóvil Castilla estuvo reparándose hasta que el 4 de marzo de 1861 salió de unos talleres ubicados en la plazoleta del puente de Segovia y recorrió las calles céntricas de Madrid con gran expectación y entusiasmo del público.
Tras aquella aventura, el ingeniero Pedro de Ribera retornó a su actividad profesional vinculada principalmente al ferrocarril, y registró dos invenciones: un elevador de aguas y una máquina para aventar mieses. Trabajó varios años en Portugal en su incipiente red ferroviaria, y en España le concedieron dos de las más importantes condecoraciones: la Orden de Carlos III y la de Isabel la Católica.
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Iker Elduayen y Amaia Oficialdegui
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