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Ángel Sánchez, en el centro, antes de salir la travesía en piragua el 2 de agosto de 1959. COLECCIÓN MELCHOR SÁNCHEZ
Aquella heroica gesta deportiva con final trágico

Aquella heroica gesta deportiva con final trágico

Se cumplen 65 años de la muerte de Ángel Sánchez, uno de los diez piragüistas escogidos para cubrir los 650 kilómetros entre Valladolid y Oporto

Enrique Berzal

Valladolid

Domingo, 18 de agosto 2024, 08:48

Han pasado 65 años, pero Melchor lo recuerda como si fuera ayer. «Fue muy triste», repite varias veces al rememorar aquella trágica jornada del 20 de agosto de 1959, cuando, después de dos días de verdadera angustia, apareció el cuerpo sin vida de su hermano flotando en las aguas del río Duero. Se llamaba Ángel Sánchez y era uno de los diez piragüistas escogidos por el Sindicato Español Universitario para protagonizar una gesta heroica: cubrir en piragua los 650 kilómetros de la travesía Valladolid-Oporto en doce etapas, seis en aguas españolas y otras seis en Portugal. «Ángel era muy deportista, aquel año tenía que haber hecho el descenso del Sella y también tenía pensado realizar la travesía de Denia a Mallorca», recuerda Melchor, cuya familia, procedente de la localidad salmantina de Macotera, regentó durante muchos años los famosos «Almacenes Sánchez» de tejidos y confecciones, ubicados en el número 18 de la calle Santiago.

«Llegamos a Valladolid en 1949. Primero, mis padres montaron con unos socios los almacenes 'Sánchez y Rodríguez', en la calle Duque de la Victoria. Luego nos quedamos nosotros solos con 'Almacenes Sánchez', en la calle Santiago. Todos los hermanos, Ángel, Francisco, María y yo estudiamos en la Escuela de Comercio para trabajar en la tienda. Ángel destacaba porque, además de ser buen estudiante, era muy deportista. Tanto, que llegó a jugar en la selección Oeste de fútbol», apunta su hermano. Por eso no dudó en presentarse como voluntario a la heroica travesía, organizada por el SEU, junto a otros 21 vallisoletanos. Después de pasar los exámenes físicos y los reconocimientos médicos, escogieron a 10: Ángel, que entonces tenía 20 años, Carlos Cabanyes, José Ortega, José María Torío, Enrique Marcelo Sánchez, José Luis Carreño, Pablo Díez, Juan Fernández, Benedicto Martín y Víctor E. Rojo.

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Ángel iría en la piragua número 5 junto a Juan Fernández, el más veterano (tenía 28 años), que ya en 1950 había realizado la travesía entre Barcelona y Roma para visitar al Papa. El objetivo era doble, según los organizadores: resucitar las competiciones deportivas de regatas y unir España y Portugal «en un abrazo que afirme por medio de la juventud universitaria la amistad de los estudiantes vallisoletanos a sus compañeros lusitanos». Aunque venían preparándose desde abril, todos eran conscientes del peligro que entrañaba aquel desafío: los numerosos pantanos y declives (en algunos parajes de hasta 40 metros en un espacio de 2 kilómetros), las pesqueras, los descensos arriesgados entre rocas, y los remolinos. En uno de ellos, precisamente, perdió la vida nuestro protagonista.

A pesar del presupuesto ajustado (80.000 pesetas), aquella aventura concitó el apoyo de las máximas autoridades de la época, incluidas las portuguesas, implicó al Real Valladolid de fútbol y se convirtió en un auténtico espectáculo a nivel nacional, seguido casi al minuto. Los piragüistas cubrirían en torno a 60 kilómetros diarios y establecerían el campamento a las orillas del río, con tiendas de campaña, herramientas para la reparación de las piraguas, pistolas de señales por si había peligro, aceite, linternas y víveres, consistentes estos en productos envasados, leche condensada, jamón en lata y fabada asturiana. Contarían con dos enlaces por carretera y con puestos telefónicos próximos al río. Tenían prohibido bañarse en los descansos para no gastar energías, por lo que solo tendrían que realizar ejercicios gimnásticos para no perder la forma.

Las piraguas, calculadas para el desafío, eran algo más pesadas que lo habitual pero resistentes. De tipo canadiense, «de lona y costillar de madera», medían 3,60 metros, eran de dos plazas y habían sido fabricadas por la empresa Zumalabe, en Mutriku. La parte española, hasta Zamora, la cubrieron los jóvenes sin problemas, más allá de una ligera avería en Simancas durante la primera etapa (Valladolid-Villanueva de Duero) y un par de tormentas en Toro, que provocaron el vuelco de dos piraguas. Allí donde llegaban, eran cumplimentados por las autoridades y recibidos como héroes. Las dificultades comenzaron en el tramo internacional. «Allí estaba el peligro auténtico. El Duero, fragoroso, rugiente, se despeña por murallones de piedra entre cascadas y cataratas a velocidad impresionante, entre nubes de efluvios al batirse las aguas», podía leerse en un periódico de la época.

Arriba, Ángel Sánchez con sus hermanos y su madre en los almacenes de la familia, en la calle Santiago. Abajo, llegada del féretro el 21 de agosto de 1959 y el piragüista en la playa con un primo suyo. COLECCIÓN MELCHOR SÁNCHEZ
Imagen principal - Arriba, Ángel Sánchez con sus hermanos y su madre en los almacenes de la familia, en la calle Santiago. Abajo, llegada del féretro el 21 de agosto de 1959 y el piragüista en la playa con un primo suyo.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Ángel Sánchez con sus hermanos y su madre en los almacenes de la familia, en la calle Santiago. Abajo, llegada del féretro el 21 de agosto de 1959 y el piragüista en la playa con un primo suyo.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Ángel Sánchez con sus hermanos y su madre en los almacenes de la familia, en la calle Santiago. Abajo, llegada del féretro el 21 de agosto de 1959 y el piragüista en la playa con un primo suyo.

El domingo, 8 de agosto, un duro percance en el paso de «Las Estacas» hizo que se perdieran cuatro de las cinco piraguas. Ocurrió cuando los vecinos de la zona abrieron la presa de Alcañices pensando que los deportistas ya habían pasado. La riada los envolvió en su corriente y solo consiguieron recuperar una piragua. Se salvaron gracias a su destreza y a los chalecos salvavidas, pero cinco quedaron en lado español, concretamente en Torregamones, y el resto, en Miranda do Douro. Aunque les aconsejaron retirarse, no lo hicieron. Fuerzas de la Guardia Civil de Fronteras les ayudaron a recuperar las piraguas perdidas y el día 12 retomaron la travesía hacia el salto portugués de Picote. Tres días después llegaban al Salto de Saucelles, donde pernoctaron antes de salir hacia Barca D'Alva.

El Duero había dejado atrás su furia, se había convertido paulatinamente en un río manso y solo quedaban 60 kilómetros para llegar a Oporto. Entonces sobrevino la tragedia. Era el día 18. Los piragüistas se encontraban cerca de la localidad portuguesa de Regua cuando Ángel, al ver que los documentos que debía presentar a las autoridades corrían peligro de mojarse, decidió bajarse de la piragua para aligerarla de agua. Lo mismo hizo su compañero, Juan Fernández. De repente, Ángel desapareció: lo había engullido un remolino. Aunque Juan logró recuperarlo durante unos segundos, volvió a perderlo de inmediato. Las aguas lo hundieron definitivamente. De hecho, el cuerpo no pudo ser rescatado hasta dos días después, justo en el mismo lugar de la tragedia.

«Fue un accidente absurdo, después de todo lo que habían pasado», afirma su hermano Melchor cuando se cumplen 65 años de aquel triste suceso; «trajeron el féretro al día siguiente y fue espectacular, hubo incluso una caravana de coches de Tordesillas a Valladolid. Asistieron el ex ministro de Educación, José Ibáñez Martín [entonces era embajador de España en Portugal], el jefe del SEU, las autoridades... El funeral fue en la iglesia de San Ildefonso. Vivíamos en la calle Gamazo». En el portal de la familia se congregaron cientos de vallisoletanos para consolar a Melchor, Francisco, María y a sus padres, Ángel Sánchez Ramos y María Francisca Sánchez Bautista. «Mi madre ya no levantó cabeza en la vida», señala Melchor, que guarda como oro en paño todos los recortes de prensa de aquella gesta y esgrime, con orgullo, el Víctor de Oro, máxima condecoración del Sindicato Español Universitario, concedido a título póstumo a su hermano.

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