«Declarará guerra muerte a los tiranos de la clase, defenderá a los oprimidos, hará que en todo momento brille potentemente el sol de la justicia, de la verdad». Tenía 31 años cuando, junto a otros insignes compañeros de profesión, Nicéforo Velasco Rodríguez fundaba en ... Palencia la Juventud Veterinaria Progresiva. Era enero de 1918 y la asociación, que entre sus lemas se encontraba el que encabeza estas líneas, sería el germen de la Unión Veterinaria Nacional, cuya presidencia también ejerció Nicéforo.
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Esta es la historia de otro vallisoletano desconocido, admirado en su época por aunar la excelencia profesional con el compromiso social, pero víctima también del odio cainita que provocó la Guerra Civil. Nacido en Trigueros del Valle el 25 de febrero de 1886, era hijo de Martín Velasco Rojo e Isidora Rodríguez Ibáñez. Estudió en la escuela del pueblo y en el Instituto General y Técnico de la ciudad (hoy Instituto Zorrilla) antes de cursar los tres primeros años de Veterinaria en Madrid, carrera que terminaría en Zaragoza en 1911.
Como desvelaron hace unos años los investigadores José Manuel Etxaniz, Olat Etxaniz Bujanda e Idoia Bujanda, Nicéforo Velasco cumplió el servicio militar en la Academia de Caballería y fue profesor veterinario del Regimiento Lanceros de Borbón en Burgos. Comenzó a llamar la atención por su compromiso social al poco tiempo de obtener la plaza de inspector de Higiene Pecuaria e inspector de Carnes en la localidad burgalesa de Villadiego, desde donde poco después pasaría a Villarramiel y Abarca de Campos, ambas en la provincia de Palencia.
Consciente de la importancia que tenía el veterinario en una sociedad eminentemente agraria y ganadera como la castellana del primer tercio del siglo XX, pero también del cúmulo de necesidades de la gente del campo, el de Trigueros no dudó en impulsar la asociación solidaria de los veterinarios para animar a la repoblación y al «fomento pecuario en la provincia», al tiempo que se dedicaba a hacer «vulgarización científica» en la prensa palentina. Fue entonces, entre 1915 y 1918, cuando, además de contribuir a la refundación del Colegio de Veterinarios de Palencia, del que fue su primer secretario, se hizo célebre por la publicación en los periódicos de numerosas «charlas agro-pecuarias de vulgarización científica». La idea era la misma que le había animado a fundar la Juventud Veterinaria Progresiva: «Hacer ver al pueblo español que la Veterinaria es una ciencia muy compleja, que los veterinarios pueden contribuir a labrar un porvenir próspero para esta patria en escombros».
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Labores que compaginó con la fundación, en 1916, de la Federación Veterinaria de Castilla la Vieja y León, cuya Secretaría ejerció, y con la puesta en marcha de la Asociación Nacional de Veterinarios Española, antecedente directo de la actual Organización Colegial Veterinaria. Regresó a Valladolid en septiembre de 1924, después de conseguir por oposición la plaza de inspector municipal veterinario de la Diputación, que simultaneó con la del Ayuntamiento. Director y jefe de redacción de la revista 'Vidaleman', Nicéforo Velasco fundó y dirigió la revista profesional 'El Progreso Veterinario', que publicó 54 números hasta mayo de 1927, y dos años después la Diputación le premió por un sugerente trabajo dedicado a la organización del servicio pecuario provincial.
Discípulo de Félix Gordón Ordás y apodado «el rebelde», llegó a publicar más de 430 artículos en la prensa especializada. En Valladolid fundó y presidió el sindicato de funcionarios municipales, en 1932 se afilió al PSOE y contribuyó económicamente a la reconstrucción de la Casa del Pueblo, que un año antes había sido devastada por las llamas. En el punto de mira de los falangistas más violentos, poco pudo hacer para escapar de la represión después de que parte del Ejército se sublevase contra la legalidad republicana provocando la Guerra Civil.
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Cuando lo fueron a buscar a su casa de la calle Zapico el 5 de agosto de 1936, su mujer, Dorotea Olmos, no supo dar fe de su paradero. Lo detuvieron trece días después y lo condujeron al Gobierno Civil, donde fue objeto de terribles torturas. También en la Cárcel Nueva fue salvajemente golpeado. El 2 de septiembre, un Juicio Sumarísimo lo condenaba a muerte por el delito de rebelión militar. Lo fusilaron en la cascajera de San Isidro el día 23. Tenía dos hijos de su primera esposa, Manuela Cuadrado García, y otro de Dorotea. Sus restos fueron arrojados a una fosa común del cementerio del Carmen.
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