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La Fuente del Cisne, en cuya plazoleta se celebró la espectacular Exposición Canina. ARCHIVO MUNICIPAL
Las ferias de 1919: entre toros, perros, carreras y música

Las ferias de 1919: entre toros, perros, carreras y música

Los festejos, empañadas por días de mal tiempo, estrenaron nueva ubicación para las barracas y acogieron eventos que lograron abarrotar los hoteles y otros alojamientos

Martes, 10 de septiembre 2019, 07:57

Se denominaban «Ferias y fiestas de septiembre» y tenían un objetivo primordial, tanto o más importante que el mero disfrute de los vallisoletanos: atraer al mayor número posible de «forasteros» para procurar pingües beneficios a nuestros comercios. Y la mayor capacidad de atracción residía, claro está, en las corridas de toros. Ya lo recordaba el periodista de El Norte de Castilla hace ahora cien años, el primer día de unas ferias que resultaron un tanto deslucidas por el frío y las lluvias intempestivas: «El primer día es siempre, en realidad, un prólogo. La feria verdaderamente empieza con la primera corrida».

Las de 1919 calentaron motores a principios de agosto, en medio de un panorama social agitado por la crisis de las subsistencias y después de una votación edilicia que sacó adelante el programa festivo con los votos en contra de socialistas y republicanos. La capital vallisoletana contaba entonces algo más de 76.000 habitantes y presidía el Consistorio Gaspar Rodríguez Pardo, un liberal que militaba en las filas de Santiago Alba pero cuya trayectoria política era más bien raquítica. Aunque las fiestas no comenzaron hasta el 18 de septiembre, El Norte de Castilla se afanó desde primeros de mes en la común empresa de caldear el ambiente y jalear a los forasteros. «Se ven por nuestras calles gentes tostadas por el el sol de las playas, que regresan ante la proximidad de nuestras famosas fiestas», señalaba el día 7, para, acto seguido, recordar que el Ayuntamiento había «echado la casa por la ventana en agasajo de los forasteros», lo que incluía la pavimentación de las calles de Gamazo, Santiago, Miguel Íscar, Libertad, Plaza del mismo nombre y del Campillo y Avenida de Alfonso XIII (hoy Acera de Recoletos), para hacer más confortable su estancia.

No eran estas las únicas ventajas. Además del consabido reparto de bonos de pan a los pobres, costumbre habitual en todos los grandes eventos, se permitió retrasar una hora el cierre de los comercios y los días 19, 20, 21 y 28 se habilitaron dos trenes especiales de la línea Valladolid-Medina de Rioseco para asistir a las corridas de toros. El resultado no se hizo esperar: como informaba este periódico el día 19, «están llenos los hoteles, las fondas y las casas de viajeros; no tienen habitación vacante, sino las encargadas previamente. En los paseos todos, y principalmente en la Plaza Mayor, a prima noche, durante la función de fuegos de artificio, el gentío era inmenso. (...) A última hora los cafés ofrecen el más extraordinario aspecto: todos llenos».

Inauguradas a las ocho de la mañana del 18 de septiembre con un disparo de «cohetes y bombas» y algunas «dianas ejecutadas por la banda de Isabel II» en la Plaza Mayor, las fiestas de 1919 presentaban como novedad más polémica la ubicación de las barracas: y es que el antiguo real de la feria, ubicado en el Campo Grande, había cedido paso al amplio solar dejado por el incendio de la Academia de Caballería (pasto de las llamas en octubre de 1915, hasta 1927 no se construiría el nuevo edificio) para, de esta forma, no perder «la bella perspectiva» de ese emblemático paraje. En efecto, en el lugar que ocupó la Academia se instalaron numerosas barracas con puestos de baratijas, columpios, «circos ecuestres, olas giratorias, tíos-vivos, puestos de tiro» y otras diversiones para «la gente menuda». Sin embargo, la prensa nacional aseguraba que «el vecindario ha visto con desaprobación esta variación del emplazamiento de las instalaciones feriales, que siempre se habían construido en los amplios espacios del Campo Grande, al que daban un aspecto típico, pintoresco y atrayente».

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Arriba, paseo central del Campo Grande; abajo, la Plaza Mayor y dos mujeres en la 'Fiesta de la Flor'. EL NORTE

Claro que las mayores esperanzas estaban puestas en las corridas de toros. Hubo lleno en todas, y eso que la del día 20 estuvo presidida por la lluvia. El 19 actuaron Joselito y Juan Belmonte con seis toros de Campos Varela; estos mismos, acompañados de Manolo Belmonte y con toros de Guadalest, hicieron lo propio al día siguiente. El 21 les tocó el turno a los matadores 'Varelito', Félix Merino y Sánchez Mejías con toros del duque de Veragua, y también se dejó un toro para la despedida del diestro vallisoletano Pacomio Peribáñez. Finalmente, la «corrida extraordinaria» del día 28, celebrada a una temperatura que la prensa calificó de «glacial», contó con toros de la ganadería del marqués de Villagodio para los diestros Malla, Saleri y Félix Merino.

Hasta el 28 de septiembre, último día de las fiestas, el Consistorio también fiaba el éxito en otros eventos muy concretos. En primer lugar, la Exposición Canina organizada por la Asociación de Cazadores y Ganaderos de Castilla la Vieja, que tuvo lugar entre los días 18 y 24 en la plazoleta de la Fuente del Cisne del Campo Grande con la participación de 103 perros «colocados en artísticas casetas independientes». El objetivo principal no era otro que «propagar la afición a mejorar y perfeccionar las diferentes razas de perros, fijando preferente atención en regenerar las razas nacionales, degeneradas por cruces caprichosos, hasta conseguir colocarlas al nivel de pureza a que han llegado otras ratas en el extranjero».

Bandas

Otro de los platos fuertes era el Concurso de Bandas Civiles y Militares organizado en colaboración con el Círculo Mercantil, Industrial y Agrícola, y que amenizó la Plaza de Toros los días 24 y 25 ante más de 8.000 espectadores. Entre las seis competidoras, procedentes de toda España, resultaron premiadas la banda de Zapadores Minadores con 7.000 pesetas, la de Cazadores de Mérida con 3.000, y la Municipal de Langreo con 1.500. Todas hubieron de ejecutar ante el jurado la obra «Fantasía española», de R. Villa. La noche del día 25 ofrecieron un «concierto extraordinario popular» en la Plaza Mayor que, sin embargo, la lluvia deslució.

No menos público congregó el «Coso blanco y azul» del 26 de septiembre, un espectacular desfile de carrozas por el Paseo Central del Campo Grande acompañado de una «batalla de serpentinas». Diseñado por los artistas valencianos Enrique Pérez Martín y José Morella, que habían hecho algo similar en ciudades como Valencia, Alicante, Murcia, Granada, Málaga y La Coruña, entre las quince carrozas figuraban algunas con títulos tan llamativos como 'Esclavo argelino', 'Charlot', 'Lo mejor de la fiesta', 'Pegaso', 'Porcelana de Manises', 'Azucarero', 'Equilibrista', 'Hacemos el caldo gordo' y 'Joyero Luis XV'.

La marquesa de Alhucemas asiste a la Fiesta de la Flor de Valladolid, en la Plaza Mayor. EL FÍGARO

Los eventos deportivos contaron con las clásicas carreras ciclistas, una infantil y otra consistente en recorrer los 100 kilómetros del recorrido Valladolid-Palencia-Valladolid, con salida a las nueve y media de la mañana y llegada en el Fielato de Santa Clara; el ganador, aquel 27 de septiembre, fue Miguel Tena, que invirtió tres horas, dieciocho minutos y cincuenta y tres segundos. A su vez, la «carrera pedestre» en el Campo Grande la ganó Abdón Torres, que solo tardó ocho minutos y medio en cubrir los tres kilómetros.

Tampoco faltó el «foot-ball», como se escribía entonces, con dos partidos disputados en el «campo de sport» de La Rubia: el primero, entre el 'Reina Victoria' y el Regimiento de Artillería, se saldó con un 6-1 a favor del primero, que también ganaría al «team de Farnesio» por 1 a 0. Pero el gran gran fiasco llegó con el motociclismo, pues el «Récord oficial español de 100 kilómetros», anunciado para el día 21 en la carretera Valladolid-Burgos con la participación de «los mejores motoristas españoles y extranjeros», no llegó a disputarse. Lo mismo ocurrió, esta vez a causa del mal tiempo, con la prueba del «kilómetro lanzado para motocicletas», prevista para el día 28 en el Paseo de Zorrilla.

Eso sí, las fiestas de 1919 hicieron las delicias de los aficionados a los fuegos artificiales, que no faltaron a la cita de las nueve de la noche en la Plaza Mayor, en cuyo templete pudieron escucharse, además, varios conciertos. Y junto al tradicional Concurso Hípico y al ferial de Ganados en Las Moreras, las ferias tuvieron su lado caritativo a través de la Tómbola del Asilo de Caridad y, más aún, de la ya consolidada Fiesta de la Flor, cuya recaudación, organizada por mujeres de la alta sociedad, iba destinada a los enfermos de tuberculosis.

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