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Las autoridades visitan las obras del pantano del Porma, impulsadas por la Confederación Hidrográfica del Duero, en los años 30. EL NORTE
Un tesoro llamado Duero

Un tesoro llamado Duero

Hace 95 años se creó en Valladolid la Confederación Hidrográfica del Duero con el objetivo de regar de beneficios las tierras de Castilla y León

Martes, 15 de noviembre 2022, 00:04

Comenzó llamándose Confederación Sindical porque fueron, precisamente, los sindicatos católicos quienes impulsaron su creación. El objetivo no era otro que aprovechar las aguas del río Duero para regar de beneficios las tierras castellanas. «Que ese caudal de agua lleve sus beneficios y su riqueza a la industria y al comercio de toda la comarca», pregonaba hace 95 años el alcalde Valladolid, Arturo Illera, en el acto de constitución de la Confederación Hidrográfica del Duero, celebrado en el salón de sesiones del Ayuntamiento de Valladolid.

Era el 14 de noviembre de 1927 cuando comenzaban a recogerse los frutos sembrados años atrás. Si bien es cierto que el Real Decreto de 5 de marzo de 1926 disponía que «en todas las cuencas hidrográficas en que la Administración lo declare conveniente o en que lo solicite el 70 por 100, por lo menos, de su riqueza agrícola e industrial, afectada por el aprovechamiento de sus aguas corrientes, se formará la Confederación sindical hidrográfica», también lo es que destacadas personalidades del catolicismo social venían empujando en esta misma dirección desde tiempo atrás.

Con el arzobispo de Valladolid, Remigio Gandásegui, a la cabeza, no en vano había sido nombrado representante eclesiástico en la Asamblea Nacional creada por el dictador Miguel Primo de Rivera, los sindicalistas católicos de la región comenzaron a moverse a principios de 1926. De modo que si el 1 de mayo de ese mismo año el ingeniero Pedro Pérez de los Cobos disertaba en el Teatro Hispania sobre «La Confederación Sindical Hidrográfica del Duero», unos días más tarde, la convocatoria de los ingenieros de la División Hidráulica del Duero, del jesuita Nevares y de los representantes de las Federaciones Católicas de Valladolid, Burgos, Palencia, Soria, Segovia, Ávila, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Zamora, León y Astorga, en nombre de más de 800 sindicatos, disparaba las gestiones del arzobispo. El objetivo era que los sindicatos católicos, muy potentes en las provincias castellanas, pudiesen ofrecer al Gobierno un instrumento apto para desarrollar el plan propuesto.

Las primeras Confederaciones creadas, dependientes del Ministerio de Obras Públicas, fueron las del Ebro (marzo de 1926) y el Segura (agosto). Muy pronto, la escasez y las demandas de agua para labores agrícolas e industriales incentivaron las gestiones en Castilla y León. Siguiendo la literatura regeneracionista de finales del XIX, se trataba de incentivar el desarrollo del país a través de una adecuada y racional política hidráulica, cometido al que la Dictadura de Primo de Rivera estaba totalmente entregada. Fue el ingeniero aragonés Manuel Lorenzo Pardo, muy próximo a los círculos que seguían al regeneracionista Joaquín Costa, quien ideó la creación de las Confederaciones Hidrográficas. Su cometido sería aprovechar de manera integral las cuencas fluviales con objeto de asegurar los riegos ya existentes y, en corto plazo, triplicarlos.

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La creación de la del Duero fue sancionada en el Real Decreto de 23 de junio de 1927. A mediados de noviembre se celebraba la primera reunión de la Comisión organizadora y, quince días más tarde, salía a la luz su Reglamento. Eduardo Fungairiño, ingeniero de Caminos que entonces ocupaba el puesto de jefe del Canal de Castilla, fue nombrado director técnico de la Confederación. Según sus promotores, esta venía a «poner en marcha a Castilla hacia un porvenir de prosperidad, redimida por el rudo trabajo». Sus cometidos básicos se centraban en los regadíos, la electrificación, el abastecimiento de agua y el transporte.

Joaquín Velasco Martín, delegado regio de la Confederación, lanzó a la opinión pública los objetivos más urgentes del nuevo organismo en los 79.000 kilómetros cuadrados de la cuenca: finalizar los pantanos de la Cuerda del Pozo, en el Duero, Príncipe Alfonso, en el Carrión, Requejada en el Pisuerga a 8 kilómetros de Cervera, y el del Águeda, situado cerca de Ciudad Rodrigo; hacer otro tanto con la acequia de la Retención; y culminar los trámites para aprobar los pantanos del Arlanzón y de Olmos e iniciar las acequias derivadas del Canal de Tordesillas.

Las actividades de la Confederación comenzaron oficialmente el 1 de enero de 1928. El equipo pionero, ubicado entonces en un piso de la plaza de Santa Ana, lo formaban 34 personas: 8 ingenieros, 10 agentes de obras públicas, 7 sobrestantes, 3 delineantes y 6 escribientes. Su primera «obra-estrella», el pantano de la Cuerda del Pozo, comenzó a construirse en 1929 y no finalizaría hasta 1941. En 1933, el gobierno republicano decidió eliminar el término «Sindical» y dejar el nombre como lo conocemos hoy en día: Confederación Hidrográfica del Duero. También por entonces se trasladó la sede a la calle Muro. En 1934 se puso en funcionamiento la presa de Ricobayo, que comenzó a abastecer el eje industrial Valladolid-Palencia, y se dio nuevo impulso a la repoblación de las márgenes del río Duero mediante choperas.

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