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Grabado que representa el momento en que Fernando VII jura la Constitución en 1820. BIBLIOTECA NACIONAL
Conspiración para someter al 'Rey felón'

Conspiración para someter al 'Rey felón'

En el bicentenario del pronunciamiento de Riego, documentos del siglo XIX desvelan la trama liberal liderada en Valladolid por El Empecinado

Martes, 10 de marzo 2020, 07:50

«Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional». Aquel 'Manifiesto del Rey a la Nación', firmado por Fernando VII en el Palacio Real el 10 de marzo de 1820, y publicado dos días después en la Gaceta Extraordinaria de Madrid, era la culminación de un pronunciamiento militar que cambió el rumbo de la historia. Lo había iniciado el 1 de enero Rafael del Riego, segundo comandante del batallón de Asturias, situado en Las Cabezas de San Juan, al proclamar la Constitución que había derogado el monarca. Hoy, doscientos años después, sabemos que aquel levantamiento liberal triunfó y terminó sometiendo a Fernando VII a la Constitución, a pesar de las negras expectativas de los primeros momentos.

La provincia vallisoletana no solo no fue ajena a este crucial episodio de nuestra historia, sino que, tal y como desvela una rica documentación de la época, fue escenario de escaramuzas y conspiraciones liberales lideradas por el célebre guerrillero Juan Martín Díez, 'El Empecinado'. Varios factores explican el descontento social ante la forma en que se gobernaba el país durante el sexenio absolutista, de 1814 a 1820. Entre ellos, la desorganización del Ejército, los vicios y entorpecimientos en la administración de la Hacienda y la Justicia, la mala marcha de la economía y los afanes de eximios liberales, perseguidos con saña por Fernando VII, de restablecer la Constitución de 1812.

A todo ello habría que sumar la desmoralización de las tropas acantonadas en Cádiz para combatir el levantamiento independentista de las colonias de Ultramar. El levantamiento de Riego en Las Cabezas de San Juan, el 1 de enero de 1820, no tuvo, en un primer momento, el éxito esperado. Sin embargo, los errores del poder central, que no sofocó la rebelión nada más producirse, la división en la tropa y la ola de pronunciamientos a partir de febrero de 1820 cambiaron el signo de aquel acontecimiento. Los triunfos sucesivos de los liberales en Galicia, Asturias, Zaragoza y otras localidades forzaron a Fernando VII, el 7 de marzo de 1820, a anunciar el juramento de la Constitución y la convocatoria de Cortes. El día 9, con buena parte del pueblo madrileño amotinado, el rey se veía obligado a aceptar oficialmente el triunfo de la revolución al tener que jurar la Constitución y crear una Junta Provisional.

¿Qué había pasado hasta entonces en Valladolid? Gracias a los «Apuntes políticos y militares o Confesiones de Aviraneta», que pueden consultarse en el Archivo Histórico Nacional, sabemos que en la capital del Pisuerga hubo un intento de levantamiento previo liderado por 'El Empecinado', de quien Eugenio de Aviraneta, famoso conspirador y político liberal, fue lugarteniente durante la Guerra de la Independencia. Todo habría comenzado en el invierno de 1819, cuando el padre dominico Mata apareció en la finca que tenía el Empecinado en Castrillo de Duero con una contraseña de Francisco Espoz y Mina, exiliado en Londres, anunciando un pronunciamiento militar para finales de año. Aviraneta averiguó que en la capital vallisoletana existía una logia «compuesta de abogados, la mayor parte, muy pocos militares, sin influencia ni prestigio».

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Meses después, en febrero de 1820, otro emisario de Espoz y Mina anunciaba el paso de éste a Bayona para afianzar el pronunciamiento de Riego. Tras una reunión preparatoria, celebrada el 10 de febrero en el páramo de Corcos, los del Empecinado se dirigieron hasta las puertas de Tudela disfrazados de cazadores, contactaron con el abogado Félix Mambrilla, se reunieron con miembros de la logia y con tres militares y se les hizo saber que contaban con un capitán del Regimiento de Caballería de Sagunto. Ya entonces, los presos liberales de la Cárcel de Chancillería, procedentes de Bilbao, tenían preparada una lista con nombres de la Junta revolucionaria que habría de sustituir a las autoridades absolutistas. «La habitación de aquellos presos era el centro de conspiración que traían entre manos los abogados que componían la logia de Valladolid», señala Aviraneta, que también apunta cómo «se frotaban las manos de contentos» augurando el éxito revolucionario. Fijaron entonces la fecha del levantamiento: 14 de febrero.

Huida

Vestido con uniforme militar y toga de abogado, el Empecinado ordenó prepararlo todo para las 11 o 12 de la mañana: su plan era liberar a los presos de Chancillería escoltado por una Compañía de Sagunto, los jefes del movimiento militar y varios estudiantes diseminados por las calles circundantes. Posteriormente, al toque de campanas, abrirían las puertas a sus jinetes y él mismo proclamaría la Constitución en el Ayuntamiento. Entonces ocurrió lo inesperado: mientras conferenciaban con presos liberales, un estudiante les informó del despliegue de tropas realistas en la plaza del Palacio, frente a la iglesia de San Pablo, y en diversas calles en busca de conspiradores. Habían descubierto el plan. Embozado en una capa y con un pañuelo en la cabeza, el guerrillero huyó por el Camino de Tudela hasta esconderse en los pinares de Aguilafuente.

Regresó a Valladolid cuando supo que Fernando VII había jurado la Constitución. Nada más entrar en la ciudad, el 10 de marzo de 1820, se topó con la escena triunfante: «Una gran parte del vecindario, reunido en la Plaza Mayor, comenzó a dar vivas a la Constitución, aclamaciones que repitió toda la tropa de la guarnición, que para este fin desfiló delante de las Casas Consistoriales», decían las crónicas. Como ha escrito el profesor Francisco Carantoña, ese día, la multitud entró en el Ayuntamiento y colocó una placa de madera denominando a la plaza «de la Constitución», liberó a los presos políticos y forzó el nombramiento de una junta de gobierno provisional. La revolución liberal había triunfado.

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