No es, ni mucho menos, la imagen de una ermita convencional. Cuentan que la de la Virgen de la Llana, en la localidad soriana de Almenar, tuvo que ser ampliada debido a la afluencia de devotos que querían participar del poder milagroso que le atribuía ... la tradición popular. El templo actual, de mediados del siglo XVIII, conserva aún elementos de la construcción primigenia y una talla de la Virgen de más de un metro de altura.
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La leyenda nos habla del martirio de un devoto cristiano por parte de los árabes, de la fe inquebrantable del susodicho y, por supuesto, de la intervención milagrosa de la Virgen de la Llana. Todo habría comenzado en tiempos del rey Alfonso XI, cuando Manuel Martínez Contreras, un valeroso y devoto soldado cristiano de Peroniel, marchó a luchar contra las tropas musulmanas. Quería seguir el ejemplo de su padre, Juan Martínez Marrón, destacado caballero en estas mismas lides. Batallando por el triunfo de la cristiandad, Manuel llegó hasta Algeciras, donde participó en la toma de la ciudad y fue preso por corsarios que lo condujeron a Argel en calidad de esclavo.
Lo que vino a continuación fue más bien un suplicio. Por la provincia de Soria corrieron como la pólvora imágenes del pobre Manuel martirizado por los árabes, víctima de la ferocidad enemiga, obligado a trabajar de sol a sol labrando la tierra y recluido en una raquítica choza, encadenado a un arcón. Lejos de rendirse o dejarse morir, el valeroso soriano de Peroniel cogía fuerzas cada noche rezando a la Virgen de la Llana y repitiendo su nombre sin cesar.
A tales extremos llegó su obsesión por Ella, que los verdugos árabes se interesaron por saber de quién se trataba. Cuando se enteraron de que era el nombre de una virgen, decidieron redoblar la vigilancia y mandaron que uno de sus soldados hiciese guardia todas las noches encima del arca donde obligaron a dormir al preso, que seguía sujeto con cadenas de hierro. Por si fuera poco, hicieron aún más duro su trabajo esclavo y disminuyeron las raciones de comida.
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Fue en ese momento cuando la Virgen de la Llana, apenada por el sufrimiento del valeroso cristiano y por los constantes ruegos que le hacía, decidió tomar cartas en el asunto. De súbito, la víspera de la Pascua de Pentecostés hizo que el arca se elevase y que Manuel y su vigilante volaran transportados hasta el interior mismo de la ermita de Almenar, mientras sonaban alegres las campanas. Alertados por el ruido, los vecinos se dirigieron al templo y encontraron al joven en su interior, postrado ante el altar para dar gracias a la Virgen. La devoción y la alegría uniría para siempre a los dos pueblos afectados por el milagro: Almenar y Peroniel, prestos a celebrar la fiesta del cautivo el segundo día después de la Pascua de Pentecostés.
Aunque el relato hagiográfico asegura que dicha festividad data de tiempo inmemorial, el historiador Eduardo Muro Sanz ha demostrado que no es anterior al siglo XX. Eso no obsta para que la historia del devoto Manuel Martínez Contreras siga cimentando la tradición ritual de ambos pueblos, tal y como refleja la pintura de un ángel que lleva en volandas un arca de madera por cuya tapa entreabierta asoma un cristiano, con las manos encadenadas, y sobre él un carcelero árabe. Es más, en una de las salas habilitadas como museo se conservan los supuestos elementos del milagro: el arca de roble y los grilletes y cadenas del cautivo. Como anotó en su día Gervasio Manrique, de este fantástico episodio se derivan las coplas que dicen: «Majo si vas a Aragón/ Y pasas por Almenar/ A la virgen de la Llana/ No le dejes de rezar».
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