Abogados, jueces, periodistas y hasta miembros destacados de las corporaciones locales, comenzando por el propio alcalde, ponían el grito en el cielo cuando hablaban de la sede de la Justicia vallisoletana. Y es que el Palacio de los Vivero, histórico y noble pero «viejo y ... destartalado caserón», era sin duda «un edificio impropio e indecoroso para albergue de los tribunales que realizan la elevada función de administrar justicia territorial». El Norte de Castilla no había cesado en su empeño de demandar una sede digna a tales efectos. La presión ejercida llegó a tales extremos, que en 1927, siendo Arturo Illera primer regidor, el Ayuntamiento acordó con la Diputación Provincial adquirir la casa número 14 de la calle de Riego (hoy Conde de Ribadeo) para construir la nueva Audiencia. En mente también tenía materializar el viejo proyecto de abrir una calle que saliera a Platerías para culminar la postergada Gran Vía vallisoletana, que culminaría en San Pablo.
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A decir del periodista de El Norte de Castilla, Eduardo López Pérez, el Ministerio de Justicia llegó a consignar un millón de pesetas para su construcción, pero la desidia de las autoridades locales terminó malográndolo. El proyecto se retomó en 1932 por dos motivos: por la ruina galopante del Palacio de los Vivero, que obligaría incluso a desalojar la Sala de lo Civil, y por la necesidad de dar ocupación a una cantidad ingente de trabajadores en paro. Sin embargo, en enero de 1935, el arquitecto del Ministerio advertía de la insuficiencia de los terrenos escogidos, por lo que era necesario derribar la casa que Ayuntamiento y Diputación habían adquirido para instalar decorosamente los Juzgados y adquirir parcelas lindantes a ellas. En mayo de 1936, el entonces alcalde de Valladolid, Antonio García Quintana, anunciaba que el subsecretario de Justicia ya había comprometido 150.000 pesetas para las obras de la Audiencia.
Todo quedó paralizado, sin embargo, al estallar la Guerra Civil. A principios de los años 40, la zona ya estaba en obras, si bien hubo que esperar hasta el verano de 1948 para que se ratificase el acuerdo de expropiación de la casa número 7 de la calle de las Angustias y de la número 10 de la del Conde de Ribadeo, sobre cuyo solar se edificaría la sede definitiva de la Audiencia. Un decreto fechado el 29 de diciembre de ese mismo año autorizaba la construcción del nuevo Palacio de Justicia de Valladolid, presupuestado en más de 12 millones de pesetas (en 1956 se aprobará una ampliación de presupuesto por más de 13,8 millones) . La escritura de cesión de terrenos al Ministerio la firmaron, el 6 de septiembre de 1950, el presidente de la Audiencia, Joaquín Álvarez Soto-Jove, el alcalde José García Regueral y el presidente de la Diputación Provincial, Juan Represa. Pocos días más tarde se adjudicaba a Esteban Pinilla Aranda el concurso-subasta de las obras. El derribo de los edificios comenzó en 1953.
José María Rodríguez Cano, arquitecto del Ministerio de Justicia, contó con la colaboración de su colega vallisoletano Julio Rodríguez Martín, que ya en septiembre de 1954 avanzaba a este periódico que el edificio «tendrá proporciones extraordinarias, será una de las mayores construcciones efectuadas en la capital». Además, proyectaban una fachada «neoclásica, de bellas líneas, que no desentonará en aquella histórica zona. (...) Se aprovechó del primitivo proyecto la cimentación, que se ajustaba en todo al vigente plan de urbanización, es decir, con fachadas a las calles de las Angustias, Platerías y conde de Ribadeo».
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La inauguración, verificada el 17 de diciembre de 1960, hace ahora 60 años, la presidió el ministro de Justicia, Antonio Iturmendi, a quien recibieron puntualmente Cándido Conde Pumpido, presidente de la Audiencia vallisoletana en ese momento, y Vicente Guilarte, decano del Colegio de Abogados, cuya sede también albergaría el nuevo Palacio. El periodista destacó el aspecto «serio» de la edificación, que constaba de semisotano, planta baja, planta principal y áticos, y aportó detalles de algunas dependencias relevantes. Así, la Sala de lo Contencioso era «amplia, con piso de parquet, mesas de nogal y sobria decoración», la Sala de Visitas parecía «elegante y bien dotada», el despacho del presidente contaba con «chimenea francesa», una mesa de estilo sobrio, una bella lámpara y la decoración canela, y la Sala de Civil llamaba la atención por «su gran empaque» y los retratos de Franco, Alfonso XIII e Isabel II de niña.
Fue así como 33 años después de aquel primer anuncio del Ayuntamiento y la Diputación, Valladolid contaba por fin con una sede digna para impartir Justicia. Sin embargo, el rápido crecimiento de la ciudad, en plena década desarrollista, terminaría por poner en evidencia la estrechez de las nuevas dependencias. Tanto es así, que 36 años después de aquella jornada inaugural culminaría la construcción de los nuevos edificios de los Juzgados, dejando en el Palacio la sede de la Audiencia Provincial y la Fiscalía. El colofón de todo este periplo lo pondrá, sin duda, el anhelado Campus de la Justicia.
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