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Juramento comunero en la iglesia de La SecaEn aquel momento, La Seca tenía poco más de 200 habitantes y era una aldea perteneciente a Medina del Campo, a la que abastecía de buen y abundante vino. Y fue el lugar elegido por los capitanes comuneros para plasmar sus ideales, desmentir maledicencias y juramentarse contra el despotismo que, entendían, personificaba Carlos de Gante. Aquel episodio, ocurrido hace ahora 504 años, fue conmemorado en 2021 -aprovechando el V Centenario de las Comunidades- con un imponente mural artístico en las inmediaciones de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, obra de Carlos Adeva, que recreaba la escena.
Porque lo ocurrido el 3 de septiembre de 1520 en La Seca ha sido resaltado por especialistas de la talla de José Antonio Maravall como ejemplo claro del ideario comunero, más pendiente del bien común que del particular y partidario del nuevo gobierno, personificado en la Santa Junta, frente al acaudillado por Carlos I y sus partidarios. El contexto histórico no podía ser más tenso. El 21 de agosto de 1520, las tropas realistas habían cometido el error de arrasar a fuego Medina del Campo como castigo por impedirles utilizar su parque de artillería para bombardear la ciudad de Segovia. El incendio no solo acabó con vidas y con un rico patrimonio, sino que avivó la llama comunera y animó a los más dubitativos a luchar contra el bando carolino. Valladolid se erigiría en la capital radicalizada de la comunería.
Poco después, a finales de ese mismo mes, las tropas de Padilla entraron en Tordesillas para intentar atraerse a la reina Juana. Ello suponía, claro está, deslegitimar a su hijo y asumir ella misma el trono de Castilla. Sin embargo, pese a las presiones de los comuneros, la reina se mostró tan amable como prevenida, tan comprensiva como reacia a destronar a su hijo. Este hecho, unido a la caída posterior de Tordesillas a manos de los realistas (diciembre de 1520) sería un auténtico mazazo para los intereses de Padilla y compañía. Pero antes de eso había tenido lugar el episodio lasecano.
En efecto, pocos días después de la quema de Medina llegaron a La Seca los capitanes Juan de Padilla, Juan Bravo, Luis de Quintanilla y Juan de Zapata. Estaban, como vemos, en plena encrucijada histórica, con la práctica totalidad de Castilla volcada con la comunería y pendientes de la decisión que tomara la reina Juana. Fue entonces, el 3 de septiembre de 1520, cuando decidieron reunirse en la sacristía de la primigenia iglesia parroquial para redactar una carta dirigida al infante de Granada, capitán general de Valladolid, y a los procuradores y diputados de la Comunidad allí reunidos. La misiva sintetiza los ideales fundamentales de los comuneros.
Los firmantes, además de aprobar el traslado a Tordesillas de los procuradores de la Junta, dejaban claro que no presionarían a la reina Juana contra su voluntad para que apoyase las reivindicaciones comuneras: «No se hará tal cosa sin mandarlo su Alteza y sin haberlo por bueno todo el Reino (...), nunca tal nos pasó por pensamiento y asimismo crean que ninguna cosa jamás haremos sin el parecer y acuerdo de la Junta de Ávila, en esto ni en lo de la venganza de los que destruyeron a Medina». Más importante aún era la afirmación posterior, pues frente a quienes los acusaban de actuar siguiendo únicamente sus intereses particulares, los firmantes se reafirmaban en la búsqueda del bien común, máxima expresión de los ideales comuneros:
«Bien sabemos que no han de faltar maldicientes, pero la verdad los confundirá, que nuestra intención es, y así lo decimos y afirmamos, de nunca jamás hacer cosa en esta jornada que pueda ser en perjuicio del bien común ni mirar nuestros provechos, sino solo el bien general de todo el Reino y el servicio y contentamiento de su Alteza, y nunca jamás hablar palabra ni aun consentir que el pensamiento se desmande a pensar cosa de provecho particular». Es así como la carta, que se conserva en la sección de Patronato Real del Archivo General de Simancas y que fue desvelada por Ángel Suárez en el libro 'Historia de la Villa de La Seca', sintetiza la reivindicación más importante del movimiento comunero.
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