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Comenzó dando porrones y chatos de clarete y en poco tiempo se convirtió en mucho más que un simple restaurante. El mítico Lucense, en funcionamiento durante 53 años en el Paseo de Zorrilla 86-88, dejará paso, en apenas unos meses y después de décadas de abandono y ruina, a esas 21 viviendas de lujo proyectadas desde 2001.
El que fuera santuario de taurinos y futboleros, lugar de tertulia y cita indispensable los días de fútbol en el viejo Zorrilla y de toros en el histórico coso vallisoletano, abrió sus puertas en 1943, de manera casi simultánea a la construcción del bloque de viviendas en el que se encontraba. Eran tiempos duros de posguerra y racionamiento, de un Valladolid en gris en los que aquella zona del Paseo de Zorrilla, esquina a la calle Puente Colgante (entonces era la calle de Salamanca), formaba parte de lo que en aquel momento se consideraban «las afueras» de la ciudad.
El negocio lo emprendió el matrimonio formado por Manuel Armesto Losada, natural de Lugo, y María Álvarez Valladares, que en 1943 decidieron tomar en traspaso un «bar económico» en el número 2 del Paseo de Álvarez Taladriz, como se conocía entonces al tramo del Paseo de Zorrilla comprendido entre la calle Puente Colgante y La Rubia.
Comenzaron «de manera sencilla -como suelen empezar todas las cosas grandes- dando a sus clientes porrones de buen vino y chatos con el clarete de la tierra», señalaba este periódico. En breve, «la simpatía, el esmero en el trato con el cliente y la atención a quienes se acercaban a diario al mostrador de su negocio» dieron como resultado la consolidación de una clientela fija, cada vez más numerosa, lo que obligó al matrimonio a realizar las primeras reformas y ampliaciones.
Así hicieron a mediados de la década siguiente, pero Manuel y María «no contaban con que los clientes les iban a pedir cada día más». Este hecho, unido al avance económico, urbano y demográfico de la capital vallisoletana y a la privilegiada ubicación del bar, con «la plaza de toros enfrente; el estadio a doscientos metros y una barriada de casas nuevas que ha transformado lo que un día se llamó las afueras de Valladolid en uno de los lugares más céntricos», les llevó a acometer una nueva ampliación y a incluir el restaurante. «Las circunstancias y la prisa que a Valladolid le ha entrado por hacerse grande nos ha empujado a esta aventura», declaraban a El Norte de Castilla.
La inauguración de la reforma, el 31 de mayo de 1961 a las cinco de la tarde, hora taurina por excelencia, fue un acontecimiento. Lo primero que llamó la atención del periodista fue la barra del bar, «una de las más amplias que hemos visto», pero también la «impecable» máquina de hacer café, el mobiliario «alegre y brillante», el comedor elevado en una plataforma, «dominando el bar pero independiente», la sala semisótano para las tertulias y los «espléndidos murales» de Carlos Román y Julián Ortega. La autoría del proyecto correspondía a los arquitectos Ríos y Paredes.
Tras la bendición del local por Daniel Azorín, párroco de Nuestra Señora del Rosario, «don Manuel Armesto Losada y señora, ayudados por sus hijos, familiares y por el servicio de camareros, invitaron delicadamente a los asistentes con un espléndido lunch». A principios de los años 70 acometerían una nueva ampliación, aunque de menor envergadura. Como ha escrito en varias ocasiones el periodista José Miguel Ortega, el 'Lucense' era considerado el santuario de aficionados taurinos, toreros de plata y seguidores del Real Valladolid, que hacían escala en su barra antes de los partidos en el viejo estadio 'José Zorrilla'. Además de celebrar tertulias y de ser la sede de peñas taurinas como las de El Viti y Roberto Domínguez, en el Lucense solían vestirse los subalternos, que departían con los aficionados rezagados.
Cuando en 1996 el Lucense cerró sus puertas, llevaban tiempo regentando el negocio Manuel, María Paz y José Armesto Álvarez, hijos del fundador, fallecido en 1981. En 1999 se desmontó la marquesina tras los destrozos causados por una tromba de agua y en 2001 se anunció la construcción de pisos de lujo en el edificio. Sin embargo, disputas y contenciosos entre los dueños paralizaron el proceso durante dos décadas, dejando una desoladora imagen en la zona. En marzo de 2019, una vez superadas todas las trabas, se puso la primera piedra de esas 21 viviendas de entre 70 y 100 metros cuadrados (todas ellas, por cierto, ya vendidas) y 38 plazas de aparcamiento que, según el Ayuntamiento, estarán concluidas en la próxima primavera.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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