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Es la santa de Cardeñosa, la patrona a la que se dedican anualmente las fiestas, a mediados de febrero, y la depositaria de una leyenda popular tan impactante como prodigada en otros países del entorno europeo. Según la tradición, la joven que salvó su virginidad gracias a la milagrosa intercesión de Dios se llamaba Paula y habría venido al mundo en este pueblo, situado apenas a siete kilómetros de la capital abulense. Protagonista del libro publicado hace unos años por María Ángeles Valencia García, cuentan que además de bella era buena, humilde, muy trabajadora y profundamente religiosa, devota de San Segundo, primer obispo de Ávila y uno de los siete varones apostólicos.
Trabajaba esta joven en el campo, cultivando verduras que vendía a diario, después de completar las dos leguas que separaban Cardeñosa de Ávila. Y también a diario, justo antes de entrar a la ciudad, paraba unos minutos en la ermita de San Segundo, a escasos metros del arco del puente sobre el río Adaja, para rezar ante el sepulcro de aquel primer prelado que, según las crónicas, murió martirizado pero con enorme entereza.
Pero Paula también sufría un contratiempo inesperado: un joven caballero de la capital, «gallardo segundón de casa grande», a decir de algunos autores, la perseguía como un loco enamorado. Se había quedado prendado de su belleza y buscaba, a toda costa, hacerse con sus favores. «Pero la bella aldeana de Cardeñosa no podía dar oídos a sus palabras porque había contraído un voto con la Virgen que no podía romper», señala Juan Belmonte en su conocido libro sobre las leyendas abulenses.
Aunque Paula no cedía, lograba zafarse y marcharse a su casa, llegó un momento en que el caballero la amenazó con llevársela por la fuerza. A punto estuvo de hacerlo si no es porque ella, en una reacción desesperada, consiguió entrar en la ermita de San Segundo. Todo lo dicho hasta ahora habría ocurrido entrada ya la primavera, en pleno mes de mayo.
Cuenta la leyenda que fue en ese momento, frente al sepulcro de San Segundo, sumida en una total desesperación, cuando oró con todas sus fuerzas rogando a Dios y al primer obispo abulense que le diesen alguna fealdad en el rostro y dejar de atraer a su perseguidor. Milagrosamente, de su cara comenzó a brotar un espeso vello que en pocos segundos se convirtió en una barba frondosa y negra, dándole la apariencia de un auténtico ermitaño. Paula, tan satisfecha como sorprendida, salió entonces de la ermita y tomó asiento en una piedra. Desde ahí vio llegar a su perseguidor.
Entró el joven hecho una verdadera furia, dispuesto a llevarse por las bravas a la mujer que tanto le despreciaba. Al no encontrar a nadie dentro, reparó en el personaje que lo observaba sentado. No dudó en dirigirse a él, creyendo firmemente que se trataba de un varón. Ante la pregunta de si había visto entrar a alguien en el templo, ella no faltó a la verdad: «No he visto, Señor, otra persona que la mía, entrar y salir desde hace rato que aquí ando». Visiblemente contrariado, el perseguidor se subió al caballo y se perdió en la lejanía. Según diversos relatos, ante este hecho milagroso Paula decidió llamarse Santa Barbada y trasladar su residencia a la ermita, donde vivió el resto de sus días dedicada a la oración y a ayudar al prójimo.
La historia, que corrió como la pólvora por la provincia abulense, sobre todo en su Cardeñosa natal, parece estar fechada en el siglo VII, y la popularizaron conocidos cronistas en los siglos XVI y XVII. Cuentan que al morir, Paula fue enterrada bajo un altar lateral de la ermita, a la derecha del altar mayor, guardada con una reja que dice: «Esta rexa e retablo mandó hacer la magnífica Señora Doña Isabel Rivera hija del magnífico caballero Francisco de Valderrábano a honra de Santa Barbada. Año 1547».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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