![Rosario de Acuña, la escritora que triunfó en el Calderón y perdió un colegio en Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/08/07/rosariodeacuna1-kZ3H-U200957854203KKF-1200x840@El%20Norte.jpg)
![Rosario de Acuña, la escritora que triunfó en el Calderón y perdió un colegio en Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/08/07/rosariodeacuna1-kZ3H-U200957854203KKF-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Aquel sábado 7 de abril de 1877 hubo función doble en el Teatro Calderón. Por un lado, «la preciosa comedia en un acto 'El suicida'», anunciada para las ocho de la tarde. Antes, un drama, 'Rienzi el Tribuno', a cargo de la compañía de Rafael Calvo, un reconocido actor de la época que recuperó para la escena clásicos como Calderón de la Barca, que ensalzó los textos de José de Zorrilla y que apostó por esta obra, que llevaba meses de éxito después de su estreno en Madrid el 12 de febrero de 1876.
La pieza evocaba la figura de Cola di Rienzi (1313-1354), un notario papal y tribuno que trabajó para devolver al pueblo romano su soberanía, liberándole de la tiranía de sus opresores. Este personaje histórico ya había inspirado una ópera de Wagner (1842), una obra de Mary Russell Mitford (1828), una novela de Edward George Bulwer Lytton (1835) y ahora se subía a las tablas gracias al ingenio de Rosario de Acuña, la autora, que aquella noche recibió flores, aplausos, palomas y una corona en el escenario del Teatro Calderón.
«Fue un éxito», resume Montse Ruiz, responsable de Deméter, editorial vallisoletana (especializada en literatura gótica y del romanticismo) que ha recuperado uno de los textos de Rosario de Acuña ('Morirse a tiempo'), de cuya muerte se cumplen cien años en este 2023. Ruiz comenzó a buscar información sobre esta «escritora y librepensadora» del siglo XIX (así la define la Real Academia de la Historia) y descubrió que Rosario de Acuña había pasado varios días en Valladolid, invitada por la compañía y la dirección del Teatro Calderón para asistir a la representación de su obra en tierras castellanas.
La pista de su estancia en la capital del Pisuerga puede seguirse a través de varios telegramas y de dos breves referencias en El Norte de Castilla. «Fue la primera mujer en leer sus poemas en el Ateneo de Madrid, en 1884. La segunda que estrenó en el Teatro Español de Madrid, algo que solo había logrado antes Gertrudis Gómez de Avellaneda. Viajó sola por España. Fue masona, librepensadora, alejada de todas las religiones y defendió la emancipación de la mujer», resume Ruiz, antes de desvelar el contenido de esos telegramas.
La escritora nació en Madrid en 1850, en el seno de una familia nobiliaria. Pero nunca hizo uso de su título. Sus críticas a la Iglesia y su defensa de la mujer le granjearon enemistades en la escena política y social. Se casó con el comandante Rafael de la Iglesia y con 25 años recibió los aplausos por este 'Rienzi el Tribuno' que en abril de 1877 se representó en Valladolid. «Un año antes, en 1876, el empresario Aureliano Tresgallo se había hecho con la gerencia del Teatro Calderón y, para darle mayor realce, había empezado a invitar a los autores de las obras para que estuvieran presentes en su estreno», cuenta Ruiz.
Así, a finales de marzo de 1877, escribió a Rosario de Acuña con una invitación para que acudiera a Valladolid. Ella se encontraba en Zaragoza, donde vivía con su marido, el militar Rafael de la Iglesia y Auset. Allí, el 31 de marzo, recibió un telegrama con una sola línea: «Lunes por la mañana sale representando por usted. Le damos mil gracias». Estaba firmado por el actor Calvo y el empresario teatral.
«No sabemos qué significa –dice Ruiz– pero es el siguiente telegrama el que más aporta a esta historia. Tenía los mismo remitentes y se envió el 2 de abril: «Anunciada ayer su aceptación a la invitación nuestra ha sido acojida (sic) con entusiasmo por el público. No venir ya, perjudicaría empresa bastante. La rogamos encarecidamente se haga un supremo esfuerzo». Rosario había confirmado ya su viaje a Valladolid.
Ruiz ha localizado dos telegramas más que, «por su carácter familiar, resultan curiosos y conmovedores». «Por lo visto, la exitosa dramaturga necesitaba un vestido para presentarse en el teatro y le pidió a su madre que se lo enviara a Valladolid». Su madre le escribió el 2 de abril diciéndole que se padre iría a Valladolid con el vestido. Pero dos días más tarde, Rosario le dice que ya no hace falta, que suspenda el viaje, que está todo arreglado.
Ese mismo día, el 4 de abril, recibe otro telegrama de Aureliano Tresgallo: «Llegó representante ignorando venían, avisé salida para esperarles estación. Repetimos gracias mil por dignarse honrarnos». La estancia de Rosario de Acuña en Valladolid no se limitó tan solo a esa noche del estreno, sino que permaneció varias jornadas en Valladolid (con mal tiempo, ventiscas y granizo).
Al día siguiente de la función, visitó la Casa de Cervantes y estampó su firma en el álbum de recuerdos. Una noticia publicada el 14 de abril de 1877 en El Norte deja constancia de las palabras que De Acuña dedicó al autor de 'El Quijote'. «¡Gloria a tu nombre ilustre mártir de la inteligencia! Tu corona de espinas la has trocado por la inmortal de la gloria; bendita la Justicia eterna que graba en la historia del mundo el nombre de los genios!! ¡¡Yo te saludo!!». Y la firma: Rosario de Acuña y Villanueva Laiglesia. 8 de abril de 1877.
Un día después, recibía un último telegrama. Su marido (del que no tardaría en separarse por «repetidas infidelidades») le escribía desde Cádiz para decirle que había llegado, que estaba bien y se hospedaba en una fonda. Años después, cansada de las infidelidades, Rosario abandonó a su marido y mantuvo una relación con un hombre quince años más joven que ella.
Su huella en Valladolid no se limita a aquella visita de 1877, sino que tuvo también reflejo en la vida cotidiana de la ciudad. Su nombre sirvió para bautizar un colegio durante la II República. Eso sí, el honor duró poco. El 26 de agosto de 1936, apenas unas semanas después del inicio de la Guerra Civil, el Ayuntamiento de Valladolid borraba su nombre de las placas. Ese grupo escolar pasaba a llamarse Jacinto Benavente. Y la misma suerte corrieron el Marina Pineda (que se pasó a llamar Magallanes y hoy es el Macías Picavea) o el Pablo Iglesias (que se renombró como Gonzalo de Córdoba).
La editorial vallisoletana Deméter ha publicado 'Morirse a tiempo', un poema narrativo que escribió en 1879. «La joven poeta imita al consagrado Campoamor en su poemas breves y, como si de un cuento se tratara, nos lleva al día de la boda de la triste María», resume Ruiz, quien reivindica las muchas lecturas que pueden hacerse de este texto de Rosario de Acuña. La artista canaria Jen del Pozo ha creado para la edición unas acuarelas «llenas de simbolismo» que cargan de nuevos significados los versos de la madrileña.
«Fue una mujer valiente, inteligente, defensora de los derechos de la mujer (publicó muchos artículos al respecto), pero de la que apenas sabemos nada, pese al gran éxito que tuvo en su época», apunta Ruiz. De esta última afirmación da cuenta su perfil en la Real Academia de la Historia.
«En 1891 estrenó en el teatro de la Alhambra de Madrid su drama anticlerical 'El padre Juan', que obtuvo un rotundo éxito pero que originó el cierre del local por la autoridad la misma noche de la representación». Y la institución recuerda otro episodio, que tuvo lugar veinte años después, en octubre de 1911. De Acuña, indignada por la noticia de que seis jóvenes estudiantes de Literatura habían sido insultadas al salir de la Universidad de Barcelona, publicó una carta en la prensa, en 'El Progreso' de Barcelona, en la que defendía a las mujeres con ironía («¿A quién se le ocurre ir a estudiar a la universidad? ¡Dios nos libre de las mujeres letradas! ¿A dónde iríamos a parar?») y atacaba a los estudiantes agresores al poner en duda los conceptos de hombría y masculinidad imperantes en la época.
«Nuestra juventud masculina no tiene nada de macho» (...) Ni los perros, ni los verracos, ni los garañones, ni aun los mochuelos machos acometen a las hembras, y hasta se dejan morder, cocear y picar por ellas, con la mayor dulzura y benevolencia; y ¿por qué?, porque son machos, porque tienen la conciencia de su destino, de amparadores y defensores de sus compañeras».
El escándalo de este texto fue de tal calibre que los estudiantes se pusieron en huelga «y cerraron todas las facultades de España, como quedó reflejado gráficamente en la prensa esos días. La autora se vio obligada a salir hacia Portugal [ante el temor de ser procesada], donde permaneció hasta que, cuatro años más tarde, el Rey le concedió el indulto a propuesta del conde de Romanones y anuló la orden de captura», recoge el texto dedicado a la escritora en la Real Academia de la Historia. Regresó a España y se instaló en Gijón, donde falleció a los 72 años. De esto hace un siglo. Y ahora un libro en Valladolid recupera la figura de esta escritora de aliento feminista que visitó en 1877 la ciudad en la que llegó a tener un colegio a su nombre.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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