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Concierto de una banda de música en el Patio Herreriano del convento de San Benito a principios de los 70 Archivo Municipal
La resurrección del Patio Herreriano

La resurrección del Patio Herreriano

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

Gracias a un acuerdo con la Capitanía General, en 1966 el Ayuntamiento recuperó el claustro procesional del convento de San Benito. Su objetivo era convertirlo en Palacio de la Música

Martes, 8 de junio 2021, 08:44

El redactor de El Norte de Castilla no tenía reparos en mostrar su entusiasmo ante el acuerdo alcanzado entre el Ayuntamiento de Valladolid y el Capitán General de la VII Región Militar. «Nuestra felicitación a ambas autoridades por contribuir a conservar uno de los monumentos más bellos de Valladolid», escribía Antonio Hernández Higuera el 17 de febrero de 1966.

Días antes, en efecto, ambas instituciones habían acordado dar «una solución definitiva a los problemas surgidos con motivo de la permuta de terrenos pactada entre el Ejército y el Ayuntamiento en 1942». Dicha permuta afectaba a los antiguos conventos de San Benito y San Agustín y al Monte del Esparragal, los cuales, en virtud de dicho acuerdo, pasarían a plena propiedad municipal.

No solo eso: como «prueba de buena voluntad», el capitán general, Benito Miranda Urquiza, autorizó al Consistorio «la ocupación del patio adyacente a la iglesia den San Benito, magnífica obra de arte herreriano, tan vinculada a nuestra ciudad», informaba el decano. Conocido popularmente como Patio Herreriano, ese «bello claustro procesional, de estilo herreriano», obra de Juan de Ribero y caracterizado «por la severidad de líneas clásicas y la reciedumbre y fortaleza que presta la piedra sillar», había sido sede del Cuartel de San Quintín y necesitaba, de manera urgente, una completa labor de restauración.

Y es que, «ordenado rigurosamente «a la romana», de planta cuadrada de dos órdenes de galerías, separadas por un entablamento de triglifos y metopas, cuya arquería inferior va sostenida por dos semicolumnas dóricas pareadas y la superior de idéntica estructura, pero con capitel jónico», precisaba de arreglos tan perentorios como, por ejemplo, el derribo de los «feos muros» que ocultaban los arcos.

Obras de eliminación del parque de entrada al convento de San Benito en 1966. Archivo Municipal

Además, al Consistorio le urgía instalar adecuadamente la Orquesta Sinfónica, la Coral Vallisoletana y la compañía lírica «Amigos de la Zarzuela», pues, ante la carencia de locales adecuados para ello, las dos primeras estaban ocupando dependencias de la Casa Consistorial dedicadas a labores administrativas, con notable perjuicio para ambas, mientras que la agrupación «Amigos de la Zarzuela» se veía obligada a instalarse en el Auditorio levantado en los años 50 en el Campo Grande, «totalmente abandonado en su conservación ante los proyectos de derribo inminente», advertía el periodista.

De ahí que aquel 12 de febrero de 1966, la Comisión permanente del Ayuntamiento de Valladolid no dudase en aprobar la moción de la alcaldía consistente en «destinar el patio herreriano a Auditorio», cumpliendo con ello la doble finalidad de «enmarcar este escenario público en tan envidiable recinto y conservar tal obra de arte».

Para ello era necesario encargar al técnico municipal un proyecto de restauración total del claustro y su adaptación al fin pretendido, todo ello previo informe de la Dirección General de Bellas Artes, así como proceder al derribo inmediato del Auditorio del Campo Grande, «eliminándose así tan antiestética edificación».

La nueva función del claustro como auditorio exigía instalar un escenario que podría ser desmontado en cualquier momento; el objetivo era tenerlo todo listo para inaugurarlo el 13 de mayo, festividad de San Mateo. El alcalde, Martín Santos Romero, no tardó en viajar a Madrid para entrevistarse con el director general de Bellas Artes y urgirle en dicho cometido.

Ni que decir tiene que la reacción ciudadana fue muy positiva. Nada más conocerse la noticia comenzaron a llegar felicitaciones al despacho de Santos Romero, quien también anunció la voluntad de eliminar los jardines «que ocultan gran parte de la histórica fachada» del monasterio, para, de esta forma, «dar más amplitud a la calle y visibilidad a las líneas arquitectónicas del edificio, aparte de permitir el estacionamiento de vehículos en algunos tramos».

Iniciadas las obras de restauración a principios del mes de marzo de 1966 bajo la dirección de Salvador Santiago Nicolás, a mediados de abril recibieron un nuevo impulso a raíz de otra visita del alcalde a la Dirección General de Bellas Artes.

A principios de mayo, el alcalde y el secretario del Ayuntamiento, Mariano Cañas, visitaban los trabajos y destacaban la restauración de los dos ángulos del claustro que estaban hundidos, así como el arreglo de una de las escaleras de madera que permitían alcanzar el claustro superior y que, posteriormente, habrían de ser eliminadas. Ya entonces se habían abierto todos los arcos, «y solamente el material que se retiró de estos obligó a realizar más de 200 viajes en camiones de gran tonelaje», informaba El Norte.

Las autoridades proyectaban ubicar la entrada principal en el edificio de la calle de la Encarnación, lo cual obligó a construir una amplia puerta que, en un primer momento, se pensó embellecer con la portada del Palacio de la Huerta del Rey. Las obras discurrieron según lo previsto y el claustro -«Patio Herreriano»- estuvo listo para las fiestas de San Mateo de 1966. Según informaciones periodísticas, el importe total de la restauración ascendió a 12 millones de pesetas.

En su inauguración, el 13 de mayo de 1966, Martín Santos Romero expresó públicamente su voluntad de convertirlo en «Palacio de la Música» de Valladolid. Asistieron más de un millar de personas que pudieron presenciar, a las seis de la tarde, una singular recreación de la célebre «Partida inmortal» disputada en Londres, en 1851, entre los campeones de ajedrez Adolf Anderssen y Lionel Kieseritzky.

Por la tarde tuvo lugar una actuación de Coros y Danzas de Educación y Descanso de Zamora y música castellana a cargo del Coro de Santa Cecilia. Dos días después, el Patio Herreriano volvió a ser escenario de un concierto, esta vez de música popular por parte de la banda del regimiento de San Quintín número 32, seguido, por la tarde, de un gran festival infantil de marionetas a cargo de la Compañía Arlequín.

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