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Cuando escribí hace meses un artículo sobre las peluquerías de antes, hoy llamadas salones de belleza, dejé adrede fuera del mismo a los calvorotas, a quienes dedico el presente comentario. Actualmente hay dos maneras de perder el pelo de arriba: por alopecia involuntaria o rapándolo al cero. De las dos, la que menos entiendo es la segunda porque como dice mi primo Felisín «donde hay pelo hay alegría», aunque cuando los calvorotas voluntarios se cansan de serlo solamente tienen que esperar unas semanas o meses sin hacer nada hasta que llegue una nueva cosecha. Esta moda voluntaria tiene distintas variantes porque no es lo mismo raparse al cero (que en la mili era un castigo del sargento chusquero) que hacerlo de las orejas para arriba dejando un penacho que según el color natural parece una tortilla francesa posada en la azotea. Más preocupante son, sin embargo, las indeseadas caídas del cabello que dejan la chola como el pomo de esas escaleras elegantes que se abrillantan con Netol.
Servidor, que hizo cuanto pudo por mantener los cuatro pelos que me quedan, admira casi tanto a los que se rapan por ir a la moda que a esos otros que perdieron la pelambrera hace décadas. Uno de los personajes que luce su testa limpia como la patena con orgullo y naturalidad es mi admirado Jesús Julio Carnero, alcalde de Pucela, al que nunca me atreví a preguntarle si había intentado parar la catástrofe capilar untándose el cuero cabelludo con Minoxidil que, según el prospecto, todavía se usa para «estimular el crecimiento y desacelerar la calvicie»; o New Haire: «loción regeneradora que ayuda a parar la caída». A estas alturas no me importa reconocer, otra vez más, que servidor utilizó, alternativamente, ambos remedios con pésimos resultados. Pésimos, no: inexistentes.
No obstante, la prueba de que son legión los que buscan mejores soluciones para recuperar la cabellera es que han abierto en Turquía decenas de clínicas especializadas en el tema ofreciendo trasplantes de cabello que se pueden «aplicar a clientes» de todo el mundo «mayores de 20 años». Según reza la publicidad de uno de esos hospitales capilares, la renacida del pelo «es un procedimiento permanente y efectivo que elimina el problema en el área deseada». Para que la oferta tenga aire científico su página web aclara que «es la técnica de seleccionar una zona donante plantando sus propios folículos pilosos en la zona donde se experimenta calvicie/pérdida de cabello, recolectando los injertos de esa zona mediante un micromotor, y abriendo canales en dirección al cabello dirección a la zona problemática». No entiendo nada, pero suena mejor que el crecepelo que anunciaba aquél charlatán de la Plaza del Val.
Aunque los turcos son expertos mundiales en telenovelas y trasplantes capilares, antes de sacar pasaje a Estambul convendría escuchar la opinión de gente más próxima a nosotros como la del doctor Sergio Vañó, un dermatólogo experto en calvicie que pasa consulta en Madrid, según el cual hay «importantes novedades para luchar contra este mal tan extendido utilizando tratamientos innovadores aprobados recientemente». Así, para este científico «la aplicación de terapias de células madre para alopecia es uno de los principales desafíos de los próximos años», pero al no poner fecha ignoro si llegaremos a tiempo el señor alcalde y un servidor. Aunque el experto recuerda que la aplicación de terapia de células madre para alopecia todavía se encuentra en fase de experimentación, lo razonable es que «evolucione en los próximos años y pueda aplicarse en la práctica clínica». Afinando un poco más las fechas, el doctor Vañó estima que esos avances no van a producirse antes de un quinquenio lo que, en cualquier caso, me pillará un poco mayorcito para recuperar la cabellera perdida.
Estas posibilidades de recuperar los pelos de la chola, contrastan una barbaridad con los remedios capilares que se estilaban hace cuarenta o cincuenta años y que se anunciaban en panfletos y medios informativos como aquel regenerador 'Paz' que se presentaba como «un compuesto científico que puede calificarse de maravilloso porque es rarísimo hallar un caso que no pueda ser curado por él. No lo olvide usted: 'Paz' hoy o calva mañana». Su precio, 15 pesetas, menos de un céntimo de euro. Si usted, desocupado lector, se interesa por los anuncios antiguos relacionados con el tema que nos ocupa busque en Internet, que hay cientos de ellos. Este otro, del mismo producto, tampoco tiene desperdicio: «Parece mentira que la falta de pelo tenga tanta influencia en la vida de un hombre que podría ser feliz donde siembra amor cosecha calabazas; en casi todos los casos de calvicie pertinaz donde otros productos han fracasado el regenerador paz del cabello demostró su indudable eficacia». Con todo, uno de los que más me gusta es este: «¿No ha pensado en dejar de ser calvo? Hace usted mal. El regenerador 'Paz' del cabello cura la calvicie a todas las edades, al tiempo que protege la piel desnuda de la cabeza».
Y por otro lado es imposible olvidar aquel spot del gran actor Jesús Puente aconsejando un producto contra la calvicie: «Bueno: será la época de la caída. Claro, es que los años no perdonan. La época, los años, la herencia… ¡vaya usted a saber! Cuando veas que el pelo se te cae usa Incover, y si no se cae también: más vale prevenir. Evite la caída del cabello usando Incover». Luego, acariciando un bote del mencionado producto se mesaba su propia chola lisa como una bola de villar y terminaba diciendo: «Ay, si te hubiera conocido antes».
A veces me arrepiento de no haber hecho caso a mi amigo Manolo Herrador que me sugirió un remedio infalible contra la calvicie: «Canta: hay que quedarse calvo gratis». Treinta años después de aquel sabio consejo ignoro por qué me dio la ventolera de embadurnarme la pelota con varios potingues para acabar como he acabado. El único consuelo es para reírse de mi calva hay que ser más alto que yo: o sea, abstenerse enanos, que mido uno ochenta.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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