Los tres municipios de colonización de la provincia de Valladolid
Historias de aquí ·
San Bernardo, Foncastín y La Santa Espina sirvieron al régimen franquista para reubicar a los habitantes de las poblaciones que iban a ser anegadas por los embalses, además de aquellos que explotarían los nuevos terrenos de regadío
La provincia de Valladolid tiene entre sus municipios tres pueblos conocidos como de repoblación: San Bernardo, La Santa Espina y Foncastín. La reconversión a regadío de tierras de secano o improductivas y el reacomodo de poblaciones que iban a quedar inundadas por la construcción de pantanos fueron los principales motivos de que se crearan nuevos municipios en toda España durante el franquismo. Los embalses y la reubicación de población se presentaban como un logro de la política franquista, por lo que los medios de comunicación se hacían amplio eco de estas actividades.
En un interesante trabajo final de grado de la Universidad de Valladolid sobre los municipios de colonización de Valladolid llevado a cabo por Luis Silva Velasco, se indica que el Instituto Nacional de Colonización, creado en 1939 y activo hasta 1971, impulsó la creación de 292 nuevos municipios que reasentaron a poco más de 49.000 familias que se alojaron en 28.210 viviendas, además de adjudicar lotes de tierras a agricultores de toda la vida que ya vivían en un pueblo, como así se hizo en Torrelobatón, Piña de Esgueva y Villalba de los Alcores.
San Bernardo, pedanía de Valbuena de Duero
De la próxima llegada de los colonos a San Bernardo –dependiente del pueblo de Valbuena de Duero- que aún estaba construyéndose en 1956, El Norte de Castilla escribió: «más de un centenar de familias campesinas conseguirán su redención en el orden material y su elevación en el espiritual a la sombra de aquellas viejas piedras, testigos de esplendores patrios que serán emulados por la fe y el trabajo de los nuevos colonos castellanos». Aunque en realidad fueron 84 las viviendas que finalmente se construyeron. Unas casas levantadas junto al histórico monasterio cisterciense de San Bernardo.
De los municipios guadalajareños Santa María de Poyos y Pálmaces de Jadraque procedían 45 de aquellas familias que vinieron a San Bernardo. Los pueblos iban a ser inundados por los embalses de Buendía y Pálmaces, respectivamente. Las restantes 39 familias de las 84 que se asentaron en San Bernardo, o bien ya estaban viviendo en el entorno del monasterio o en el pueblo de Valbuena de Duero.
El pueblo, como en general todos los de repoblación, se construyó para que fuera autosuficiente y dispusiera de los servicios necesarios: agua corriente y alcantarillado además de dotaciones como escuela, centro médico, casa consistorial, centro social, iglesia, locales comerciales… Todo ello con la correspondiente plaza mayor con sus soportales. Y no faltó el Hogar Rural de la Sección Femenina.
Para decidir qué familias iban a ser realojadas se tenían en cuenta las condiciones que reunía el cabeza de familia: saber leer y escribir, estar casado, viudo con hijos o soltero con novia próximo a casarse, así como ser laborioso y honrado. Y una vez establecidos, sus hijos debían asistir a clase y la familia a misa dominical y fiestas de aguardar, así como realizar los cursillos de nuevas técnicas de cultivo de regadío.
Las condiciones religiosas fueron relajándose con el paso de los años, pero mientras tanto sirvieron, también, para ejercer cierto control social. Y si no, que se lo cuenten a los tres labradores de Foncastín que a causa del robo de un rebaño de ovejas fueron detenidos por la Guardia Civil pues aquel domingo que se produjo el robo no habían acudido a misa –momento en el que se cometió el delito-, por lo que se convirtieron en los principales sospechosos, cuya confesión intentaron arrancársela a bofetadas en el cuartelillo. Meses después se descubrió quién fue el ladrón y nada tenía que ver con los detenidos.
Foncastín: añoranza de Oliegos
Nicanor Magaz, alcalde de Foncastín en marzo de 1958, contó que cuando los colonos salieron de Oliegos, en León, camino de Valladolid, lo peor fue dejar enterrados a sus antepasados, pues poco después de marcharse, a finales de noviembre de 1945, serían sepultados por las aguas del embalse de Villameca. Durante un tiempo, Foncastín tuvo añadido a su nombre el de Oliegos. Ese año de 1958 el municipio contaba con 350 habitantes y su término ocupaba tierras a ambas orillas del río Zapardiel, que habían sido adquiridas al marqués de Conquistas.
No fueron cómodos los primeros años, pues cuando las familias llegaron a Foncastín aún no estaban concluidas las nuevas viviendas, así que a principios del invierno de aquel año de 1945 se alojaron en viejas dependencias de quedaban en pie pero que no reunían condiciones adecuadas de habitabilidad. Aquel alojamiento provisional era básicamente un enorme corral en torno a un espacio libre que se bautizó como Plaza Vieja. No estaba construida aún la escuela, ni el servicio médico, ni la iglesia, ni la casa consistorial ni el cementerio, que no se edificó hasta 1955.
Los 39 colonos iniciales –que sumaban unas 200 personas- siguen, en la actualidad, teniendo unas condiciones que no tienen el resto de los habitantes de Foncastín que fueron asentándose en el pueblo una vez construidas las casas. Por ejemplo, los beneficios de la explotación de los pinares, pastos y prados y las operaciones económicas que se hayan ido haciendo en el municipio, como fue el caso del ingreso proveniente de la venta a un particular de la enorme bodega del marqués. Contrariamente a lo popularmente creído, a los colonos no les regalaron las tierras, sino que tuvieron que pagarlas con la indemnización que les dieron en Oliegos,. Pero aquello no fue un buen negocio, pues desde que cobraron en Oliegos hasta que compraron en Foncastín habían pasado varios años y las tierras ahora eran más caras.
La Santa Espina de San Rafael
El poblado de La Santa Espina se asentó en la finca del mismo nombre en el año 1957, tras la adquisición en 1955 de los terrenos por el Instituto Nacional de Colonización a los herederos de Susana Montes y Bayón, que fue una benefactora de la comarca, condesa de la Santa Espina y marquesa de Valderas. La construcción del poblado fue promovida por el ministro de Agricultura de la época, Rafael Cavestany y Anduaga, hijo del poeta y político Juan Antonio Cavestany, que en 1902 ocupó el sillón F en la Real Academia Española.
Para promover el riego del valle en el que está asentado el pueblo se construyó una presa sobre el río Bajoz, una red de acequias y 35 kilómetros de caminos para que los colonos pudieran acceder a las tierras. El poblado de la Santa Espina fue proyectado por el arquitecto Fernando Cavestany Pardo-Valcarce, nieto del mencionado Juan Antonio Cavestany. El proyecto de repoblación en un principio se ideó para albergar a 30 colonos y 20 obreros. Sin embargo, poco después estas cifras se invirtieron y el proyecto final fue para 20 colonos y 30 obreros que procedían de pueblos de los alrededores como Castromonte, Torrelobatón, Torrecilla de la Torre y San Pelayo.
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