Las primeras pelotaris profesionales eran de Valladolid

La frase no podía ser más contundente, sobre todo teniendo en cuenta que fue escrita en el año 1917: «Hay en el frontón Madrid un ramillete de muchachas jóvenes, bonitas y fuertes que han hecho más en pro del feminismo que muchos teorizantes de los que, en pesados tomos de prosa amazocatada y filosófica, pretenden convencernos de las aptitudes de la mujer y de la extensión de sus actividades a determinadas esferas hoy monopolizadas por el hombre». Así comenzaba el reportaje titulado «Feminismo en acción. Las señoritas pelotaris», publicado por Francisco Molina el 28 de septiembre de 1917 en el diario de tirada nacional 'La Mañana'.

Y es que aquel año había comenzado con un acontecimiento especial para el deporte español: la disputa, por primera vez, de campeonatos de frontón en categoría femenina. Y lo que era aún más relevante: las pelotaris eran mujeres dedicadas profesionalmente a dicha actividad, por la que, además, ganaban un sueldo equiparable al de cualquier alto funcionario. Nada que ver con aquellas primeras raquetistas de finales del XIX, que disputaron algunos partidos en Barcelona, Valencia y Valladolid. El periodista lo explicaba con claridad: aquellas mujeres no solo habían demostrado que «son tan hábiles y fuertes como sus compañeros del frontón central, y capaces, como estos, y mejor que estos, de hacer interesantes los partidos», sino que «han conseguido lograr una independencia económica que para sí quisieran muchos varones que se tienen por talentudos y trabajadores».

En efecto, las «señoritas pelotaris» ganaban 400 pesetas al mes, «sueldo fabuloso en estos tristes tiempos de carestía de las subsistencias, y que las hace hombrearse, en lo económico, con nuestros altos funcionarios del Estado». Entre aquellas pioneras del frontón femenino figuraban dos vallisoletanas, las hermanas Enriqueta y Fermina Gómez, encargadas, junto a otras compañeras, de inaugurar esta modalidad deportiva en el Frontón Madrid, situado en la calle Cedaceros, el 4 de enero de 1917. Todas ellas formaban parte de la Academia que había creado el año anterior una figura destacada de la pelota a mano donostiarra, Ildefonso Anabitarte. Fue él, precisamente, quien inició la búsqueda de mujeres dispuestas a dedicarse profesionalmente a este deporte, para lo que era necesario un periodo de aprendizaje de entre diez a doce meses.

Las mujeres jugaban por parejas, vestían de blanco, llevaban faldas, medias y sandalias y los equipos se distinguían por el color de la boina y de los lazos de la camisa, que podían ser rojos o azules. En un principio jugaban con pelotas de goma (las mismas que se utilizaban para el tenis), hasta que al año siguiente, coincidiendo con la inauguración de un nuevo frontón, regentado también por Anabitarte, llamado Frontón Moderno y ubicado en la calle Doctor Cortezo, comenzaron a jugar con pelotas de cuero y con raquetas más robustas. Según las crónicas del momento, el público abarrotaba el recinto para ver jugar a las mujeres, destacando sobre todo los aficionados americanos. Entre las que disputaron los primeros partidos en el Frontón Madrid, el 4 de enero de 1917, figuraban también las madrileñas Pilar S. Aramburu, Carmela y Aurora López; las donostiarras Consuelo Gil, Joaquina e Isidra Otaola; la bilbaína Mercedes de Diego; y Magdalena Bertolini, del País Vasco francés, entre otras. Las vallisoletanas se estrenaron con una contundente victoria: 25 a 14.

De hecho, en el reportaje citado anteriormente, Enriqueta y Joaquina aparecen dentro de la lista de las cinco mejores raquetistas de la temporada junto a Consuelo Gil, Mercedes de Diego e Isidra Otaola. Las crónicas especializadas las definían como «lindas vallisoletanas y completas pelotaris». Enriqueta, que tenía 19 años, era calificada como «zaguera 'cañón', invencible en cancha grande (...), con una fuerza extraordinaria y un 'sotamano' segurísimo», mientras que su hermana, Fermina, era considerada, «por su ciencia, una especie de Joselito de la cancha».

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