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La localidad palentina de Torquemada a principios del siglo XX. ARCHIVO MUNICIPAL DE VALLADOLID
La primera villa de España arrasada por Napoleón

La primera villa de España arrasada por Napoleón

El 6 de junio de 1808, Torquemada fue devastada por las tropas francesas como respuesta a la tenaz resistencia de sus vecinos

Jueves, 2 de julio 2020, 08:50

«Cupo la honra de ser Torquemada la primera población de España que derramó su sangre por aquélla oponiéndose temerariamente, pero con un heroísmo sin límites, a las tropas de Bonaparte». La frase, escrita a principios del siglo pasado, remite a aquel aciago 6 de junio de 1808 en que la localidad palentina fue arrasada por los invasores franceses, devastada a sangre y fuego en respuesta a la resistencia de sus vecinos a la entrada de las tropas napoleónicas.

Cinco días antes habían llegado a Palencia noticias del levantamiento vallisoletano contra los de Napoleón. Y al igual que en la ciudad del Pisuerga, los palentinos solicitaron a las autoridades formar una Junta de Armamento. Ésta, presidida por el anciano general Diego de Tordesillas, no tardó en movilizar a todos los hombres útiles para empuñar las armas. Ante el temor de que las comunicaciones con el interior fueran cortadas, el mariscal francés Bessières, que había instalado su cuartel general en Burgos, ordenó a las tropas de Merle, que acababan de ser enviadas a Santander, a retroceder y acudir al encuentro del general Lasalle. Éste, al frente de cuatro batallones de infantería y una nutrida caballería (en total unos 6.000 soldados), salió de Burgos el día 5 en dirección a Valladolid. Ambos acordaron encontrarse en Dueñas.

Eran las cinco de la tarde del 6 de junio de 1808 cuando Lasalle y Merle avistaban Torquemada, un humilde caserío agrupado en torno a la iglesia parroquial de Santa Eulalia. De súbito, sus vecinos (500 según unos y 100 según otros), animados por la proclama patriótica enviada tres días antes por la Junta de Armamento palentina, decidieron hacerles frente. Hay quien dice que fueron alentados por José Zorrilla Caballero, padre del célebre poeta vallisoletano, que había nacido en Torquemada en 1778.

La situación no podía ser menos halagüeña, pues los vecinos iban deficientemente armados con escopetas, trabucos, instrumentos y aperos de labranza. Después de atajar el paso por el puente de la localidad con cadenas, vigas y carros de labranza colocados en los recodos a modo de improvisado parapeto, se distribuyeron por los lugares que consideraban estratégicos.

Unos se situaron en el mismo puente, tras los carros, otros fortificaron las casas junto al río Pisuerga y unos más se subieron al templo de la iglesia parroquial. Cuando llegaron los primeros dragones franceses, los amotinados de Torquemada abrieron fuego. Fueron unos pocos disparos, pero los suficientes para que Lasalle y Merle prepararan el asalto, no en vano habían logrado encabritar a los caballos y descabalgar a algunos franceses, que cayeron al río y murieron ahogados. Zapadores y granaderos desbarataron el fortín del puente y a galope entraron, furiosos, los de Lasalle en el interior del pueblo. Desbarataron la fortificación levantada en torno a la iglesia y fueron acuchillando a cuantos se encontraban a su paso. La nómina de víctimas fue desvelada en su día por Severino Rodríguez Salcedo mediante un exhaustivo análisis del libro de defunciones del pueblo.

Los franceses destrozaron hogares, molinos y bodegas, incendiaron muchas casas, asaltaron los templos de Santa Eulalia y Nuestra Señora de Valdesalce, robaron los vasos sagrados y las alhajas, profanaron las imágenes y algunos enterramientos de nobles locales, e incendiaron las ermitas de San Andrés, la Misericordia, Nuestra Señora de la Paz y Santa Cruz. Del local alto de la parroquia, donde se guardaban las rentas eclesiásticas, los franceses sustrajeron 17.260 reales, lo equivalente al importe resultante de las ventas de trigo, cebada y morcajo de principios de mes. Lo mismo hicieron con 500.000 reales que estaban ocultos en el Santuario de Nuestra Señora de Valdesalce.

El saqueo de la localidad generó tanto miedo entre sus moradores, que decidieron huir a los pueblos vecinos de Villamediana, Valdespina, Palacios del Alcor, Hornillos y Baltanás. De modo que, hasta el 20 de junio de 1808, la villa de Torquemada quedó completamente despoblada. Gracias a las gestiones del obispo de Palencia, los galos acordaron no cometer más desmanes a cambio de una contribución o tributo por parte del pueblo. En virtud de este trágico episodio, Fernando VII, a su regreso a España, una vez finalizada la Guerra de la Independencia, concedió a Torquemada el título de «leal villa».

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