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Ocurrió entre 1988 y 2000. La decisión la había tomado José María Aznar, pero también la hicieron suya Jesús Posada y Juan José Lucas, sus sucesores al frente de la Junta. Se trataba de separar la fiesta oficial de Castilla y León de la celebración popular en la campa de Villalar. Era la primera vez que ocurría en la historia actual de la Comunidad. Y es que, salvo el breve paréntesis socialista de 1983-87, las relaciones entre la celebración castellanista y los diferentes gobiernos autonómicos nunca fueron fáciles. El liderazgo en la campa de las fuerzas de izquierda, la escasa identificación de Alianza Popular con las reivindicaciones autonómicas y determinados episodios violentos, protagonizados por miembros aislados y minoritarios de la extrema izquierda, abonaron las razones de Aznar.
Ya los dos primeros presidentes del Consejo General de Castilla y León, Juan Manuel Reol Tejada y José Manuel García-Verdugo, ambos de UCD, fueron abucheados en Villalar. Cuando en 1979 algunos militantes de Alianza Popular fueron arrastrados y apaleados por radicales castellanistas de izquierda, que también quemaron banderas españolas, un joven José María Aznar, que ya era secretario general de AP en La Rioja, citó aquel triste episodio como ejemplo de separatismo perverso. Los exabruptos minoritarios, pero ruidosos, de la izquierda radical empañaron Villalar incluso con el socialista Demetrio Madrid como presidente de la Junta, aunque ello no fue óbice para que en 1986 su gobierno estableciera por ley el 23 de abril como fiesta oficial de la Comunidad Autónoma.
El hermanamiento entre el gobierno regional y la fiesta en Villalar, iniciado por Demetrio Madrid, continuó con su breve sucesor, José Constantino Nalda (1986-87), a quien le tocó la triste suerte de vivir la mayor tragedia ocurrida en la campa: el apuñalamiento de un joven de 16 años durante las actuaciones de rock. No otra fue la razón esgrimida por José María Aznar, ganador por la mínima en los comicios autonómicos de junio de 1987, para celebrar la fiesta oficial de Castilla y León al margen de Villalar. «Villalar ha sido hasta ahora un lugar de cita para grupos marginales sin ninguna representación, que han hecho de la fiesta un acto político en beneficio de sus intereses. La idea de la Junta es la de quitar a ese día de todo contenido político, ya que para hacer política está el resto del año, y no el día en que se celebra la fiesta de la Comunidad Autónoma», esgrimía su portavoz, Miguel Ángel Rodríguez, que también añadía la voluntad del gobierno de Aznar de descentralizar la celebración y hacerla rotatoria para «que se sienta en toda la Comunidad Autónoma».
La consecuencia no se hizo esperar: a partir de 1988 la campa de Villalar quedó reservada para la «fiesta paralela» de la oposición política y sindical, enfrentada por tanto a la oficial, que aquel año se estrenó en el convento abulense de Santo Tomás. Hasta 1997, el Día institucional de Castilla y León peregrinó por el Teatro Principal de Zamora, el convento palentino de San Pablo, el Teatro Juan Bravo de Segovia, el convento salmantino de San Esteban, el Hospital del Rey burgalés, la concatedral de San Pedro en Soria, el Monasterio de Prado de Valladolid y la iglesia leonesa de San Marcos, mientras la oposición política se reservaba la celebración en la campa. A partir de 1997, los actos institucionales quedaron fijados en el vallisoletano Monasterio de Prado.
Fue en 2000 cuando el gobierno regional presidido por Juan José Lucas, que el año anterior había culminado una ambiciosa reforma del Estatuto de Autonomía que permitió incrementar las competencias de la Comunidad en materia legislativa y de ejecución, anunció el adelanto al 22 de abril del Día de la Comunidad para evitar interferencias con Villalar. Era el primer paso hacia la normalización de la fiesta. El mismo Lucas se acercó una semana antes a esa localidad para asistir a dos conciertos que rememoraban la tragedia comunera. El segundo gesto llegó el mismo día 23, con la aparición, en plena campa, del vicepresidente segundo de la Junta y consejero de Educación, Tomás Villanueva. Le acompañaban Francisco Aguilar (procurador en Cortes), Roberto Fernández de la Reguera (secretario general de Fomento), Ramiro Ruiz Medrano (presidente de la Diputación), Dionisio Miguel Recio (director general de Turismo) y Juan Carlos Sacristán (delegado de la Junta). Fue un gesto amable hacia todos, en especial hacia Félix Calvo, alcalde del PP de la localidad.
Al año siguiente, de nuevo la presencia en Villalar de un nutrido grupo de militantes y cargos del Partido Popular, entre los que destacaban Ramiro Ruiz Medrano, presidente de la Diputación, Dionisio Miguel Recio, coordinador general de Cultura, y el senador José Ferrández Otaño, sirvió a este último para anunciar: «El PP será uno más en Villalar en 2002». Y así ocurrió. El encargado de normalizar definitivamente la fiesta fue Juan Vicente Herrera, sucesor de Juan José Lucas al frente de la presidencia de la Junta, que el 23 de abril de 2002 llegaba a Villalar como «castellano y leonés, como ciudadano». En un contexto azuzado por el conflicto de la factoría Fontaneda de Aguilar de Campoo, cuyos trabajadores llevaron seis autobuses a la campa para protestar por el anuncio de la multinacional United Biscuits de cerrarla, Juan Vicente Herrera se convertía en el primer presidente autonómico del PP que visitaba la campa de Villalar. Su regreso en 2003 consolidó una decisión, un talante y una costumbre que nunca debieron perderse.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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