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«Sería Diego de Ordaz de cuarenta años cuando pasó a Méjico… era capitán de soldados de espada y rodela, porque no era hombre de a caballo; (llevaba una yegua rucia, pasadera que corría poco); fue muy esforzado y de buenos consejos, era de buena estatura e membrudo y la barba algo prieta y no mucha; y en la habla no acertaba bien a pronunciar ciertas palabras, sino algo tartajoso; era franco e de buena conversación». Así describe Bernal Díaz del Castillo, vallisoletano de Medina del Campo, a su compañero, el conquistador zamorano Diego de Ordás, en su conocida 'Verdadera historia de la conquista de la Nueva España'.
Nacido hacia el año 1480 en Castroverde de Campos, Ordás ha pasado a la historia por su espíritu audaz y aventurero, por su contribución a la conquista de Cuba y México y por la insólita hazaña que suponía, en aquel momento, escalar el peligroso volcán Popocatépetl. Hijo de Lope de Ordas e Inés Girón, las primeras noticias que se tienen sobre él datan de 1509, cuando, junto a sus hermanos Pedro, Francisca y Beatriz, aparece acompañando al gobernador Alonso de Ojeda en su fracasado periplo por el territorio de Urabá, en Colombia, donde Colón decía haber hallado abundantes perlas.
Al año siguiente asistió a la derrota y muerte del cartógrafo Juan de la Cosa y otros 70 hombres en Turbaco a manos de los indios, y en 1511 se embarcó en la conquista de la isla de Cuba, comandada por el cuellarano Diego Velázquez, en la que también participaron hombres como Bernal Díaz del Castillo, Bartolomé de las Casas, Pedro de Alvarado o Hernán Cortés. Mayordomo y hombre de confianza de Velázquez, circunstancia que acrecentó las tensiones con Cortés, en 1518 lo encontramos en la famosa expedición de Juan de Grijalba en la península del Yucatán, muy cerca del imperio azteca.
Tras superar ciertas resistencias se unió a la armada de Cortés. En calidad de capitán de infantería luchó contra los indios en la provincia de Tabasco y al mes siguiente, en abril de 1519, tomó parte activa en la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz. Mientras iban en dirección a Tenochtitlán, capital mexica, se toparon con el volcán Popocatépetl, de más de 5.400 metros de altura, cuya deslumbrante actividad atemorizó a indios y españoles. Pese a ello, Ordás pidió licencia para subir a la cumbre con algunos hombres, a lo que Cortés accedió: «El Diego de Ordaz con sus dos compañeros fue su camino hasta llegar arriba y los indios que iban en su compañía se quedaron en lo bajo; después el Ordaz y los dos soldados vieron al subir que comenzó el volcán de echar grandes llamaradas de fuego y piedras medio quemadas y mucha ceniza, y que temblaba toda aquella montaña, y subieron hasta la boca, que era muy redonda y ancha, y que había en el anchor un cuarto de legua y los de Tlascala se lo tuvieron por mucho atrevimiento», cuenta Díaz del Castillo. En efecto, gracias a la audacia del zamorano, los españoles pudieron deducir el mejor camino para llegar a Tenochtitlán y, de paso, guardar algo de azufre con el que fabricar pólvora. Por esta hazaña, la Corona le concederá en 1523 escudo de armas con un volcán como blasón.
Después de entrar en la capital mexicana acompañó a Cortés en su primera entrevista con el emperador Moctezuma, en noviembre de 1519, entonces en tono cordial. Meses después, la situación había cambiado radicalmente. Ordás sufrió en primera línea la expulsión de los españoles en la famosa «Noche Triste», en junio de 1520, pues recibió tres heridas y perdió un dedo. Después de derrotar a los aztecas en Otumba y participar en la conquista de Tepeaca, en el actual estado de Puebla, viajó a España para defender a Cortés de las acusaciones de Velázquez y del arzobispo Juan Rodríguez Fonseca, poderoso gobernador de Cuba. Regresó a la Nueva España (actual México) en 1524, después de serle reconocidos sus méritos y ser nombrado alcalde mayor de México. Obtuvo asimismo ricas encomiendas cerca de la ciudad de Puebla, que fueron la base de su fortuna.
Obtuvo licencia para explorar el Río de la Plata y conquistar los territorios comprendidos entre el río Marañón y el cabo de la Vela, donde esperaba hallar cuantiosas riquezas. Partió de Sanlúcar en 1530, con cinco naves y más de 500 hombres. En junio de 1531 fundó la villa de San Miguel de Paria y fue el primer europeo en recorrer el cauce del Orinoco. Sin embargo, su incesante búsqueda del oro, que imaginaba en una supuesta provincia del Meta (en la frontera entre Venezuela y Colombia), fue un fracaso. Apenas quedaron a su lado 150 supervivientes.
Para colmo, cuando quiso establecerse en la zona de Cumaná fue expulsado por las autoridades de Cubagua, alertadas por el conquistador Pedro Ortiz de Matienzo, quien temía que el zamorano le usurpase el monopolio de las perlas. Además de encarcelarlo en Nueva Cádiz de Cubagua, en abril de 1532 lo remitió para ser juzgado por la Audiencia Real de Santo Domingo, en La Española. Aunque Ordás salió libre, ya estaba muy debilitado. Trató de regresar a España para conseguir más refuerzos, pero murió el 22 de julio de 1532, en plena travesía. Enseguida se corrió el rumor de que había sido envenenado por Ortiz de Matienzo. Su cadáver fue arrojado al Atlántico dentro de un serón.
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