Exterior (parte trasera) del Centro Cultural Miguel Delibes con el barrio de Parquesol de fondo.Ramón Gómez
Un edificio adolescente, la 'duna' cultural y contemporánea de Valladolid
Valladolid, piedra sobre piedra ·
El Centro Cultural Miguel Delibes, nacido en 2007, supera los 70.000 metros cuadrados y destaca por albergar un auditorio y varias escuelas profesionales
Aquí está enclavado el Conservatorio de Música de Valladolid. Y la Escuela Profesional de Danza de la comunidad, pero también la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León. Diáfano e imponente, el Centro Cultural Miguel Delibes se pensó como un enorme espacio de techos ondulados para que aglutinara también un gran Auditorio y fuera sede oficial de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Comenzó a gestarse en 2003 y nació en abril de 2007, así que es apenas 'adolescente', en términos de tiempo. Los primeros daños, que sufrió sin llegar al año de vida, suscitaron las críticas hacia la costosa obra de Ricardo Bofill, para la que se invirtieron más de 70 millones de euros.
Se achacó a los materiales utilizados, pero también al duro clima vallisoletano: los listones de la entrada se vieron levantados ya entonces, pero también se acusaron desprendimientos de estuco y se dieron filtraciones que recuerdan a las inundaciones que ha experimentado este último año. La Junta de Castilla y León optó en 2008 por realizar algunos 'retoques' a la moderna obra de ingeniería, nacida de la expansión de la ciudad en la nueva zona de Villa del Prado.
Exterior ajardinado del centro, vestíbulo principal y vista del interior de la Sala Sinfónica.
Pedro Iván Ramos / Rodrigo Jiménez
En su interior, tres salas reciben público: la sala de teatro experimental 'Álvaro Valentín', la sala de cámara (505 butacas) y, sobre todo, la gigantesca y principal sala sinfónica, que puede recibir a más de 1.700 espectadores y abarca 13.500 metros cuadrados. Las tres están revestidas de tapizados, acabados y paredes en materiales como cuero o madera de roble, y buscan responder a las necesidades de acústica y espacio propias de cada tipo de espectáculo. A mayores, el complejo atesora varias sarias de juntas, un restaurante o una sala polivalente.
La máxima de este edificio contemporáneo es la funcionalidad: el centro acoge con facilidad desde música clásica hasta un espectáculo de baile o de jazz, y por eso sus formas y tamaños están pensados en consecuencia. Su fuerza estética la concentra en sus grandes dimensiones, en sus luminosos ventanales o en el añadido de elementos que evocan el lujo a través del confort, como sus butacas de diseño en piel (modelo 13113 Sensó). Bofill destacó entonces aspectos como la importancia del paisaje, la versatilidad o la armonía.
No obstante, el edificio prescinde de esculturas y excesos decorativos y de hecho abraza una gran austeridad en ese sentido.
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