Aunque construido en la segunda mitad del siglo XVI, el humilladero de los Cuatro Postes, uno de los elementos más característicos de la ciudad de Ávila, alimenta curiosas leyendas sobre su origen que remiten, como suele ser habitual, a la Edad Media, concretamente a los ... años de la reconquista. Formado por cuatro columnas dóricas cuyos capitales reproducen los escudos de armas de la ciudad, lo preside en el centro una cruz de granito.
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Dos narraciones complementarias, tan curiosas como ausentes de todo rigor, amenizan esta tradición. La primera nos conduce al año 1157, cuando los habitantes de Ávila, víctimas de una terrible epidemia de peste, decidieron ofrecer a Dios una rogativa en la ermita de San Leonardo, extramuros de la ciudad, para que aplacase tanto mal. Con la ciudad desprovista de hombres que la defendieran, ese fue precisamente el momento que aprovecharon los ejércitos musulmanes para entrar en tromba y robar todo lo que de valor encontraran a su paso.
Comprobado el saqueo, los regidores Nuño Rabia y Gómez Acedo reunieron a valerosos hombres y organizaron dos potentes tropas que marcharon en persecución de los asaltantes por el anchuroso Valle de Amblés. Sin embargo, un reducido grupo de caballeros que no estaba bajo el mando de ambos líderes dio marcha atrás y, traicionando a sus compañeros, se hizo con la ciudad. Cuando los regidores regresaron tras haber dado escarmiento a los musulmanes en las cercanías de Solosancho, se encontraron con las puertas de la muralla cerradas y los puestos de alcaide ocupados. Los usurpadores exigían parte del botín recuperado a los árabes para dejarles entrar.
Ante tamaña afrenta, los fieles abulenses solicitaron el auxilio real y consiguieron que el mismo Sancho III de Castilla se presentara en la ciudad y ordenara que los traidores quedaran desposeídos de sus títulos nobiliarios y demás privilegios, obligándoles a abandonar la ciudad y vivir en los arrabales. Para mantener vivo el recuerdo de este acontecimiento, que además coincidió con el final de la epidemia de peste, las autoridades mandaron instituir anualmente una romería a San Lorenzo y construir el monumento de los Cuatro Postes, descansadero de la misma.
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Y fue precisamente en este punto donde la segunda leyenda sitúa a los niños Teresa de Cepeda -futura Santa Teresa de Jesús- y su hermano Rodrigo siendo interceptados por su tío, Francisco de Cepeda, en el mismo momento en que se disponían, influidos por las novelas de caballería, a partir hacia el sur para evangelizar infieles.
La misma Santa Teresa vuelve a protagonizar escena en los Cuatro Postes, pero en circunstancias diferentes: despechada por las dificultades encontradas para ejercer su tarea fundadora y evangelizadora, habría decidido abandonar la ciudad. Cuentan que antes de hacerlo, se detuvo en el monumento, se sacudió la suela de sus sandalias y se quejó: «De Ávila, ni el polvo».
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