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La fecha de nacimiento de Vicente Escudero no se sabe a ciencia cierta, pero en la mayor parte de biografías se toma como válida la aportada por García Domínguez, octubre de 1888. El niño vino al mundo en Valladolid, cerca de la plaza de San ... Juan, y por ello a día de hoy, en la misma zona, lleva su nombre un centro cívico, a cuyo lado permanece una estatua que recuerda su figura. Otra efigie le recuerda junto al Campo Grande.
Segundo de trece hermanos, su padre no veía con buenos ojos su temprana afición al baile y le puso a trabajar como linotipista, pero el jugueteo de Vicente con los sonidos de las máquinas hizo que le despidieran de más de una imprenta. Él confesó que sus primeros taconeos los practicó en alcantarillas y bocas de riego, lo que probablemente ayudaría a desarrollar unos tobillos fuertes que después le permitirían bailar sin calzado o escenario específico para ello.
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Original, obstinado y autodidacta, el bailaor debutó a los trece años y se subió a todos los escenarios de provincias que podía. Crece y aprende de sus errores en Santander o Madrid, mientras actúa con cómicos o en espectáculos de variedades (espectáculos que encadenaban diferentes tipos de número). La dureza de sus primeros años se plasma bien en una queja del mismo bailarín: llegaba a dar 18 funciones diarias a cambio de 14 reales. Conocer a Antonio de Bilbao supone un punto de inflexión en su vida, pues lo considerará maestro durante toda su vida.
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Vicente Escudero reinventó su flamenco con intuición y sin barroquismos, con una estética espontánea de solemnidad y que se fundió con las vanguardias de la danza y otras artes. Sus pasos le llevan a Portugal, y de ahí a París, a Londres, a Italia y hasta Egipto o Persia, para recalar de nuevo en París. Allí bailó en 1920 el pasodoble 'Garboso' en el Teatro Olimpia que, después de ganar el Concurso Internacional de Danza en el Teatro de la Comedia, sería su pasaporte a los ballets rusos de Diaghilev. En aquellos años conoció a Carmita García, a la que confesó admirar y amar en múltiples ocasiones. Su éxito creció mientras vivía en Montmartre, con hitos como su montaje en 1925 de 'El amor brujo', con otra gran bailarina, La Argentina, y bajo encargo de Manuel Falla. Ese mismo año abre su propio estudio.
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En los años 30 Escudero saltaría el charco para girar por Argentina y Estados Unidos, y en el país norteamericano se convertiría en toda una revolución, de modo que viajó en varias ocasiones más a lo largo de su vida. Bailó con la artista rusa Anna Pavlova y en el Radio City Music Hall de Nueva York y se le elogió como el mejor bailarín del mundo.
Mientras tanto, en casa, en España, no alcanzaba demasiado reconocimiento y se le llegó a ridiculizar por su rotundidad, tildándole de pintoresco o anticuado. Incluso se le lanzaron críticas por sus años, ya que no paró de bailar hasta edad avanzada, con su última actuación en 1969, en Madrid. Tan solo entre mediados de los 40 y durante los 50 alcanzó mayor reconocimiento, tras instalarse en Barcelona después de la guerra y comenzar a ofrecer más espectáculos en España, si bien no cesó de girar. En 1954 tuvo lugar una entrañable actuación-homenaje en el Teatro Carrión de su ciudad natal: sería la única vez en la que Escudero bailase con la también vallisoletana y virtuosa Marienma.
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Es indiscutible el legado de este flamenco universal, pese a una extendida opinión de que no se le ha hecho justicia suficiente en España. Sorprendía por despuntar sin ser ni andaluz, ni gitano, a pesar de fijarse en ellos; ni ser tampoco familiar de alguien del gremio (su padre era zapatero). Se convirtió en el primero en bailar la 'seguiriya' -variedad del cante flamenco- en 1940. Su genio se fundía con una fuerte personalidad muy inquieta, que hizo sus pinitos en otras artes, como el cine o la pintura. Creaba carteles y decorados, influido por un entorno en el que estaban Picasso o los surrealistas. También escribió libros como 'Mi baile' (1947) y 'Decálogo del Arte Flamenco' (1957), aunque muy posiblemente corregidos, ya que su déficit de formación le hacía escribir con soltura pero con faltas ortográficas.
Su persistencia en bailar hasta ser casi octogenario le ocasionó problemas de riego sanguíneo en sus últimos años, y gastó todo su dinero en la enfermedad paralizante de Carmita, a la que cuidó hasta su muerte, en 1964. Durante sus últimos años, aunque mantendrá su aire vigoroso y digno, tendrá problemas económicos y vivirá gracias a la ayuda de su pareja artística, María Márquez. Falleció en 1980 en Barcelona.
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