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Nació en Valladolid con el siglo, en septiembre de 1601. Ana María Mauricia era la primogénita de Felipe III y Margarita de Austria, a veces nominalmente confundida con la esposa de Felipe II, pues a ambas se las conoce como Ana de Austria. Creció en una familia llena de cariño, y especialmente era muy querida por su padre el rey. En Cigales (Valladolid), existe en la actualidad un colegio que recibe su nombre, Ana de Austria.
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Con 13 años, aunque con gran pesar de Felipe III por separarse de su hija, se marchó a Francia para casarse con un jovencísimo Luis XIII en Burdeos. Ese mismo año, Isabel de Francia se casó con el hermano de Ana, Felipe IV. No obstante, el temprano matrimonio de Ana de Valladolid y Luis XIII sería infeliz, pues María de Médicis, la madre del delfín, se esforzó por separar a la joven pareja e imponer su propia férrea influencia. Ana de Austria se encontró malquerida y sola en una hostil corte francesa en la que también la aguijoneaba el cardenal Richelieu.
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A estas animadversiones se sumó la desafección de su marido por el sexo y por ella en general. Solo preocupado por un heredero que no llegaba- la reina perdió un bebé por un tropiezo durante su primer embarazo y Luis XIII la culpaba de perder al niño- Ana de Austria estuvo al borde de ser acusada de traición por la complicidad que mantenía con su hermano. No obstante, finalmente esquivó la amenaza siempre presente de repudio y concibió a su primer hijo ya cerca de los 40 años, en 1638. Después de Luis XIV llegaría también, un par de años más tarde, su otro hijo, Felipe. Su faceta maternal destacó por la confianza y el cariño que construyó con sus hijos, a cuya crianza permaneció muy atenta, algo poco común entre la realeza de la época.
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En la celebérrima novela de Alejandro Dumas, Athos, Porthos y Aramis defienden en la ficción el honor de la reina de Francia ante las acusaciones de Richelieu, que la tachaba de tener una aventura con el duque de Buckhingam. En la vida real, aunque se cree que el duque pudo estar enamorado de ella, este rumor existió pero nunca se confirmó.
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A la muerte de su marido en 1643, y a pesar de los esfuerzos de Luis XIII por limitar su poder como regente, Ana tomó las riendas de Francia en espera de que su hijo alcanzara la mayoría de edad. Gestionó hábilmente un movimiento subversivo conocido como La Fronda y prescindió de la mayor parte de ministros que su marido había dispuesto. Para suplir su falta de conocimientos políticos, se apoyó en Giulio Mazzarino, de modo que se planteó que podría haber algún interés amoroso entre ellos. No obstante, parece que la relación fue de tono intelectual y amigable. La biógrafa Pilar de Arístegui habla de una «relación preciosa de confianza, colaboración, afecto, respeto y admiración mutua».
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