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carla calvo
Valladolid
Martes, 10 de septiembre 2019, 07:57
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María Alfonso de Meneses nació alrededor de 1264 en Valladolid. Hija de Don Alfonso de Molina y de su tercera esposa Doña Mayor Alfonso de Meneses. Como tía segunda de Sancho IV su matrimonio fue controvertido desde el primer momento. Debido a su parentesco por consanguinedad la Iglesia no aceptaba el casamiento y se les negó la dispensa papal por ser «nupcias incestuosas, gran desviación e infamia pública». No solo eso, sino que Sancho ya había sido prometido con Guillerma de Montcada, hija del Vizconde de Bearne y habían contraído esponsales, si bien estos no habían llegado a consumarse. Al considerarse nulo el matrimonio, los hijos nacidos de estos fueron considerados en principio ilegítimos.
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Tras la muerte del hermano de Sancho, Fernando de la Cerda, hijo primogénito de Alfonso X y heredero del trono, las pretensiones de este fueron proclamarse heredero del trono, a pesar de que la herencia le correspondía a los infantes de la Cerda, hijos de Fernando. Esto enemistó a Sancho con su padre y, tras su muerte, le desheredó en favor de su nieto, Alfoso de la Cerda. A pesar de todo, Sancho IV fue proclamado soberano de Castilla tras el funeral de su difunto padre e hizo reconocer como reina a María de Molina. De este matrimonio nacería su primera hija, Isabel de Castilla. La reina se embarcó en una ardua batalla diplomática para conseguir una dispensa pontificia que legitimase su matrimonio y a sus hijos.
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En 1293, María recibió el señorío de Molina tras la defunción de su hermanastra, Blanca Alfonso de Molina, cuya posesión le fue confirmada por Sancho IV, que le cedió el señorío mientras durase su vida. Así fue como pasó a ser conocida como María de Molina. En 1295 muere el rey Sancho IV sin haber conseguido la legitimidad de su matrimonio, lo que convierte a María en tutora del rey niño Fernando, quien sigue sin considerarse legítimo. Esto provocó que la reina tuviera que sortear grandes dificultades para conseguir que su hijo se mantuviera en el trono. Buscó los apoyos necesarios entre la nobleza y el pueblo para que se unieran a la causa y trabajó arduamente en sus tareas como reina. Aunque hubo intentos por parte de los consejeros del reino para que María de Molina volviera a casarse, como viuda joven y con obligaciones políticas poco corrientes para una mujer de la época, mantuvo su determinación de evitar el matrimonio.
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En 1301 María de Molina conseguió, por fin, la bula del papa Bonifacio VIII en la que validaba su matrimonio con Sancho IV, lo que convertía a fernando IV en el legítimo rey del trono, cuya mayoría de edad fue declarada al mismo tiempo. Aunque Fernando IV intentó apartarla de los asuntos del reino, María de Molina siguió teniendo gran influencia. Fernando contrajo matrimonio con la hija del rey de Portugal, Constanza de Portugal. En 1311 Fernando IV enfermó de gravedad y fue trasladado a Valladolid, en contra de la voluntad de la reina Costanza. Durante ese período nació su heredero Alfonso y, a pesar de que los deseos del rey fue que la crianza del niño estuviera en manos de su abuela, la reina Costanza se opuso.
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