Fotograma de la película dirigida por Pilar Miró de 'El perro del hortelano', la obra originalmente dirigida por Lope de Vega. El Norte

Personajes de Valladolid: Jerónima de Burgos

La actriz de los siglos XVI y XVII vio enmascarada su identidad y su vida para pasar a la historia por ser amante de Lope

Martes, 10 de diciembre 2019, 07:04

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Vida reconstruida a partir de sus hombres

Jerónima enmarca la viva imagen del recuerdo de alguien como 'mujer de'. A pesar de que la breve documentación existente sobre ella desvela que tuvo su propia carrera teatral, dos hombres marcan su memoria: su marido, el director y autor de comedias Pedro Valdés, y su amante y amigo, el escritor Lope de Vega. No obstante, también es cierto que, de no ser por ellos, quizás tampoco estas pinceladas habrían llegado al presente.

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¿Una pastelería en Valladolid?

A pesar de su apellido, se considera comúnmente que Jerónima de Burgos nació en Valladolid, según González de Amezúa en torno a 1580, si bien también podría haber llegado allí de niña desde alguna otra población aledaña. Lo que sí es seguro es que fue vecina de la ciudad y poseía viviendas allí. Por una referencia que aportó Lope, que contaba en una carta como un representante avergonzaba a la actriz llamándola por los nombres que esta llevaba «desde que pregona bizcochos en Valladolid», se ha barajado la idea de que la muchacha fuera hija de un pastelero, siendo la primera de su familia en adoptar el oficio teatral.

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Matrimonio teatral itinerante

Su vida profesional está muy ligada a la de su esposo, con el que se casó joven. Siempre en camino, representaron en numerosas ciudades, como Segovia, Lisboa o Toledo, condicionados por su supeditación primero a compañías como la de Alonso de Cisneros y luego por la asociación con otros representantes. Por la inclusión de Jerónima en algunas cláusulas y su presencia hasta cuando no representaba se ha señalado que cumplía cierto rol empresario en la compañía de su marido, al que acompañó siempre en sus diferentes etapas.

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Una amante como madrina de bautizo

La buena relación entre Jerónima de Burgos y Lope de Vega duró años y no se limitó a su romance (estimado en torno a 1607-1608), como se entrevé en cartas, manuscritos y documentos varios. Una de las muestras de confianza entre ambos es la partida de bautismo de Lope Félix, hijo de Lope de Vega Carpio y de Micaela de Luján, que atestigua que en febrero de 1607 Jerónima estuvo allí y fue además la madrina del bebé. El 'fénix de los ingenios' se «divertía con ella de sus tristezas», según reconoció él mismo, y también se alojó en casa de la actriz. Llega a ejercer de alcahuete entre ella y el duque de Sessa, sin que parezca que este amorío cause problemas en su relación con Jerónima, ya más similar a una amistad.

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Jerónima y Lope, enemigos

No es hasta 1615 cuando dicha amistad se malogra, a medida que Lope escribe menos para la compañía de Valdés y se tensa la parte profesional de la relación. Se considera que ya en esa época, el escritor pudo comenzar a ofrecerle sus escritos a la compañía de Hernán Sánchez, pues en ella estaba la actriz Lucía de Salcedo, con la que posteriormente Lope tendría una aventura. Los nombres que él inventaba para Jerónima pasan de ser amables a despectivos: ella pasa de ser considerada por Lope «la amiga del buen nombre» a «doña Pandorga», y ella se defendió intentando desprestigiarle ante sus protectores. En las cartas dirigidas a un desconsolado pero poderoso Sessa, Lope difama a Jerónima con encono, acusándola de ser una mujer hechicera que había seducido a muchos, entre los que se incluye.

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La vejez en los talones

El oficio de actriz, ya en pleno Siglo de Oro, podía suponer toda una carrera a contrarreloj que no solo juzgaba el talento, sino también la belleza y la juventud de las intérpretes. Así lo comprobó una Jerónima de Burgos que comenzó a recibir más críticas al envejecer y encarnar aún papeles de mujer joven. Algunas de esas duras valoraciones y referencias pudieron llegar de Góngora o de Tirso de Molina. A esta decadencia física se atribuye también el distanciamiento con Lope, que no duda en meterse con su apariencia. Perder su imagen juvenil supuso un duro golpe, sin que su trayectoria lograra solidificarse plenamente. Cuando murió, en 1641, fue enterrada en la iglesia de San Sebastián, en Madrid, como el mismo Lope. No obstante, ella destinó el dinero que tenía a que rezaran por Pedro Valdés y por su propio alma.

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