Personajes de Valladolid: Catalina de Austria

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Cuando se encerró en una torre a la reina Juana, con la excusa de su presunta locura y para apartarla del poder político que reunía, tan solo se le permitió conservar a su hija pequeña a su lado. Confinadas en el Palacio Real de Tordesillas y separadas del resto de la familia, la infancia de Catalina de Austria recuerda a la de las princesas, pero distó mucho de ser 'de cuento'. Los marqueses de Denia las forzaron a vivir más recluidas, desposeídas de sus riquezas, mal tratadas y mal vestidas; de modo mucho más austero al convenido primero con Fernando el Católico y luego con Carlos V, hijo y hermano de las prisioneras. De este modo, la niña entró en el lugar cuando rondaba los dos años y creció encerrada durante 16 siguientes. Solo en 1518 interrumpió su estancia, porque su hermano, Carlos I, ordenó que se trasladase a la corte, en Valladolid. La desesperación de su madre, que continuaba recluida, hizo que ella volviera solo tres días más tarde.

Eso sí, Catalina sacó partido de la adversidad y se formó un sólido bagaje de conocimientos humanistas, gracias a las enseñanzas de su madre. La reina confirió a su hija conocimientos culturales y musicales, de modo que la infanta dominaba el latín o el griego, y desarrolló talento para tocar el clavicordio o la vihuela y también para bailar.

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Su compromiso con su primo Juan III, el rey portugués, supondría su salida definitiva de la torre. El enlace se celebró por poderes en Tordesillas, en agosto de 1524, y ya de manera 'oficial' en Lisboa, el 5 de febrero de 1525, al poco de cumplir los 18 años. El matrimonio de la joven Catalina se desvelaba como un instrumento clave para la política de su hermano, que deseaba reforzar sus alianzas y proteger sus intereses estratégicos. El mismo emperador español se había casado con la hermana de Juan, Isabel de Portugal.

Sin embargo, y aunque generó muchos recelos en tierras lusas por tratarse de una monarca extranjera, Catalina mostró en varias ocasiones que no favorecía sistemáticamente a su hermano Carlos y los intereses de Castilla, sino que a menudo trataba de mediar entre éste y su marido. Ella asistía a las reuniones del consejo real y gozaba de la confianza de su esposo, que la consideraba una reina capaz y buena política. Catalina y Juan tuvieron nueve hijos juntos, aunque todos murieron jóvenes.

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'Kunstkammer' significaba 'gabinete de curiosidades', y Catalina reunió el primer gabinete de este tipo en la corte portuguesa. Uno especialmente prolífico, dado su afán por coleccionar elementos exóticos y artísticos. Invirtió mucho dinero en dos focos bien delimitados: el religioso y el artístico.

Sus creencias la impulsaron a llevar a cabo acciones a caballo entre lo caritativo y lo formativo, además de financiar obras en iglesias o conventos. Muy fervorosa, aunque según los cánones intransigentes de la época, supo canalizar su fe en buenas obras que la convirtieron en una importante mecenas. Fundó el Colegio de Huérfanos de Lisboa y centró parte de su acción social en los pescadores lisboetas. Mientras, adquirió una ingente cantidad de libros, así como objetos de las colonias asiáticas, guardó los tapices flamencos de su madre y acumuló un gran número de retratos. A sus sobrinos les mandó como regalo al elefante indio Suleyman, toda una rareza en la Austria renacentista. Con la conquista de Portugal por España, en 1580, muchos de sus objetos terminaron en manos de su país natal.

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La regencia, en combinación con la dureza de sus consecutivas pérdidas familiares, traería mayores dificultades para que Catalina pudiera hacerse valer como reina consorte. Solo dos de sus hijos superaron la barrera de la más tierna infancia, pero pronto el heredero al trono, Juan Manuel, murió a los 17 años, y María Manuela a los 18, en el parto. El rey Juan III falleció también, en este caso a los 55 años de una apoplejía. Solo su nieto Sebastián, de tres años, vivía para heredarle. Aunque cuestionada por su sobrina Juana de Austria, madre de la criatura y esposa del fallecido Juan Manuel, Catalina gobernó como regente y defendió los intereses de su nieto ante la codicia de su hermano Carlos, que veía en la situación la oportunidad para unificar la Península bajo un mismo liderazgo.

No obstante, decepcionada al no ser capaz de propiciar el compromiso de su nieto y la continuidad de la línea dinástica, abdica en su cuñado el cardenal Enrique y se retira para dedicarse a sus obras de caridad. Por ello se la ha culpado injustamente de la pérdida de independencia portuguesa, que quedará bajo control de España durante 60 años. Y es que Catalina murió en 1578, a los 71 años, pocos meses antes que Sebastián. Tras una breve regencia de Enrique, Felipe II ordena a las tropas españolas invadir el país vecino.