![Comercios históricos de Valladolid: Dulces Nava, las pelusas de Manola que siguen endulzando a los vallisoletanos](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202301/02/media/cortadas/dulces1-k5PH-U1909174456640-984x608@El%20Norte.jpg)
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La familia Morales Celemín lleva el pan en su ADN. «Los padres de mis abuelos maternos ya hacían pan», recuerda María Morales, la pequeña de los cinco hijos que tuvo el matrimonio formado por Felipe Morales Pajares (Nava del Rey, 1920) y Manuela Celemín Celemín (Nava del Rey, 1927). Los cuatro abuelos de Pilar, Justa, Mariano, Manuel y María Morales Celemín tenían sus panaderías en la localidad vallisoletana de Nava del Rey. «Mis abuelos maternos (Mariano Celemín y Pilar Celemín) procedían de Bercero. No sabemos la razón ni cuándo se instalaron en Nava, pero sabemos que hacia 1870 ya tenían panadería aquí», apunta María Morales. Sus abuelos paternos, Felipe Morales y Justa Pajares, ambos oriundos de Nava del Rey, también tenían su obrador de pan en esta localidad por aquellos mismos años. En 1922 la panadería de Felipe Morales se anunciaba como «Gran panadería de Felipe Morales. Esmerada elaboración en toda clase de panes y demás concerniente al ramo. Baja del Recreo, 26».
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El obrador que hoy regenta la mayor de los Morales Celemín, Pilar (Nava del Rey, 1947), procede de la rama materna. «En el horno de mis abuelos se hacía solo pan y bollos de aceite. En aquellos años no había nevera. El embutido de la matanza se conservaba en aceite y con ese aceite, manteca, harina y azúcar se elaboraban los únicos dulces que salían del obrador de mis abuelos. Se aprovechaba todo, no se tiraba nada», cuenta Pili, quien a sus 75 años sigue al frente de Dulces Nava, ayudada hoy por Luis, uno de sus dos hijos. Fue su madre, Manuela, la mediana de tres hermanas -Modesta, Manuela y Guadalupe 'Upe'- quien se quedó al frente del horno familiar cuando se jubilaron sus padres, Mariano y Pilar Celemín.
La Panadería Celemín, como entonces se conocía al obrador familiar, estaba situada en la calle General Franco (hoy número 8 de Baja del Castillo). «Mi abuela Pilar falleció en 1943 y mi abuelo Mariano, a los pocos años, así que mi madre, ya casada con mi padre, estuvo al frente de la panadería desde mediados de los años cincuenta (del siglo pasado)», explica María Morales Celemín. A la panadería del matrimonio se la empezó a conocer como Morales, «pero nunca tuvo un cartel con un nombre. Era un nombre con el que se la conocía popularmente», apostilla María, la pequeña de cinco hermanos: Pilar, Justa, Mariano, Manuel y María. «Todos ayudábamos en la panadería cuando éramos pequeños, pero solo la mayor ha seguido en este negocio».
Aunque Felipe Morales Pajares era el primogénito varón del matrimonio formado por Felipe Morales y Justa Pajares, los abuelos paternos también panaderos de Pilar y María, fue su hermana mayor Agripina, la segunda de los ocho hermanos, quien dio continuidad al negocio familiar. Mientras tanto Felipe y su mujer Manuela continuaban con el negocio de los padres de ella. De aquel horno salieron por primera vez los famosos soplillos y las pelusas de Manola, de gran fama en la provincia. «Mi madre siempre contaba que le costó mucho dar con la receta perfecta. Tuvo que tirar muchísimas masas hasta que salió cómo ella quería. Mi padre se enfadaba con ella porque no eran tiempos para tener que tirar producto», recuerda María. Manola fue la artífice de incorporar los dulces al obrador de pan, los mismos que cada día realiza Pilar en su obrador. «Tenemos 72 tipos de dulces diferentes; todos recetas familiares», confiesa con timidez Pili, como todo el mundo la conoce en el pueblo.
La receta de las pelusas es un secreto familiar. «Es una masa de azúcar porosa con un baño de azúcar, que es lo que le da el dulzor. Pero la fórmula secreta solo la conocemos en la familia», señala María. Igual que la de los soplillos (bizcochos bañados en azúcar por las dos caras). Su madre Manola bautizó ambas creaciones pero sus hijas no saben el porqué de esos nombres. En 1967 Manola y su marido Felipe dejaron de elaborar pan y se centraron solo en los dulces que han dado la fama al obrador que su hija Pili mantiene abierto hoy: Dulces Nava. La edad de jubilación de Manola y Felipe puso fin al obrador familiar de la calle Baja del Castillo. Su hija Pili, que siempre había trabajado en el horno de sus padres, abrió un nuevo obrador en el número 6 de la carretera de Alaejos donde continúa elaborando las recetas familiares.
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