Borrar
Agentes de la policía municipal de Valladolid en los años 20. ARCHIVO MUNICIPAL
El atentado que empañó las Navidades de Valladolid en 1923
El cronista

El atentado que empañó las Navidades de Valladolid en 1923

El paquete bomba, enviado desde la administración de Correos de la ciudad, le explotó en las manos al famoso médico palentino Carlos Peña

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 19 de diciembre 2023, 00:07

Cuando amaneció aquel 22 de diciembre de 1923, el doctor Peña estaba realmente cansado. Por eso recibió la correspondencia sin levantarse de la cama. Abrió con parsimonia los paquetes de medicamentos, algunas cartas, y se fijó por un instante en un envío desconocido. Era una caja con forma de arqueta, de siete centímetros de ancho por quince de largo, envuelta como si se tratara de un paquete comercial. Lo abrió con desgana y entonces ocurrió lo peor. La explosión le desbarató las gafas, abrió desconchones en el techo y las pareces y lo dejó postrado, con la cabeza sobre la almohada. Por fortuna, no murió. Le salvó la vida el hecho de abrirlo tumbado.

Carlos Peña era un famoso médico forense palentino, natural de Villarramiel, que no había hecho daño a nadie. Por eso aquel atentado, ocurrido hace ahora cien años, sobrecogió a propios y extraños y activó todas las alertas. Las primeras pesquisas policiales condujeron a Valladolid: el paquete había sido enviado desde la Administración de Correos inaugurada el año anterior en la Plaza de la Rinconada. Era menester que la policía de ambas capitales trabajaran de forma coordinada. Así hicieron, por Valladolid, el jefe Sainz, el comisario de Vigilancia De la Calle y los agentes Coca y Capdevila, y, por Palencia, el jefe Pablo Fernández.

La pista principal la proporcionó uno de los sellos del paquete, pues muy pronto se descubrió que había sido franqueado en el estanco de la Avenida de Alfonso XIII (hoy Acera de Recoletos), propiedad de María Aguirre. Los interrogatorios a esta y a las empleadas de Correos llevaron a la policía a una casa de la calle Cánovas del Castillo, donde descubrieron un telefonema, dirigido al hijo de la propietaria, que decía: «Los bofias buscan a Luis». Y a por Luis que fueron. La noticia salió a la luz el día de Navidad de 1923. La policía había detenido al presunto autor del atentado con bomba contra el doctor Peña, aún convaleciente de las 15 heridas sufridas en cara y manos.

Se llamaba Luis García de Vicente y estaba viviendo en la casa de su abuela, en la localidad burgalesa de Mambrilla de Castrejón. Tenía 30 años, llevaba lentes, era elegante y distinguido, con cultura, y se había criado en el seno de una familia importante. Hijo de militar, Luis se había educado en el Colegio de Santiago y reaccionó con asombro cuando lo detuvieron para conducirlo a la cárcel de Chancillería. Cuentan que durante el trayecto pidió un periódico para ver si le había tocado la lotería y que dibujó, tranquilo y concentrado, los tricornios de algunos agentes de la Guardia Civil que le acompañaban, y que ya en prisión, donde ingresó en plena Nochebuena, se dedicó a redactar versos.

Arriba, Avenida de Alfonso XIII, donde estaba el estanco en el que se franqueó el paquete; abajo, Palacio de Correos y cárcel de Chancillería. ARCHIVO MUNICIPAL
Imagen principal - Arriba, Avenida de Alfonso XIII, donde estaba el estanco en el que se franqueó el paquete; abajo, Palacio de Correos y cárcel de Chancillería.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Avenida de Alfonso XIII, donde estaba el estanco en el que se franqueó el paquete; abajo, Palacio de Correos y cárcel de Chancillería.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Avenida de Alfonso XIII, donde estaba el estanco en el que se franqueó el paquete; abajo, Palacio de Correos y cárcel de Chancillería.

También se supo que el paquete mortal tenía dos aldabillas que comunicaban al interior con sencillos alambres, los cuales, a su vez, sostenían una jeringuilla con líquido que, al contacto con la pólvora de la caja, había de producir la explosión. La prensa aireó la posible causa del atentado. Se habló de que Luis, que en todo momento negó ser el autor, llevaba tiempo intentando sacar a un tío suyo, poseedor de considerable fortuna, del hospital psiquiátrico que los Hermanos de San Juan de Dios regentaban en Palencia. Se dijo que les llegó a amenazar y que, al no conseguir su objetivo, acudió a casa del doctor Dueñas, que también ejercía como médico forense del Juzgado de Primera Instancia, para que le firmase un certificado acreditando la cordura de su tío. Como aquel se negara, espetó: «Un médico de Palencia me ha hecho una jugarreta, pero aseguro que no tardando he de vengarme de él».

Tales relatos, unidos al reconocimiento de Luis por la estanquera vallisoletana en la rueda de presos y al trabajo de los peritos calígrafos, que vieron similitudes entre la letra del detenido y la estampada en el paquete postal, parecían dar por solucionado el misterioso atentado de las Navidades de 1923. Pero la realidad iba por otro lado: la falta de pruebas y las contradicciones en los interrogatorios de las empleadas de Correos dieron al traste con las pesquisas policiales, por lo que poco tiempo después, concretamente el 3 de febrero de 1924, Luis García de Vicente era puesto en libertad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla El atentado que empañó las Navidades de Valladolid en 1923