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Las Escuelas Normales a principios del siglo XX. EL NORTE
La Normal, un edificio modelo

La Normal, un edificio modelo

El actual Colegio público 'García Quintana', inaugurado el 29 de septiembre de 1929, venía a suplir las carencias de la vieja escuela destinada a la formación de maestros

Martes, 8 de octubre 2019, 07:15

Como «una necesidad sentida hondamente en esta capital y demandada con empeño como obra de imprescindible urgencia». Así presentó el gobierno de la nación, presidido por Miguel Primo de Rivera, la flamante Escuela Normal de Valladolid, inaugurada el 29 de septiembre de 1929, hace ahora 90 años, por el entonces ministro de Instrucción Pública, Eduardo Callejo. El edificio, destinado a la formación de maestros y elogiado entonces por propios y extraños, es hoy el Colegio Público 'Antonio García Quintana'.

Aquel 29 de septiembre de 1929, domingo, El Norte de Castilla se felicitaba por la exitosa y rápida culminación de una obra cuya primera piedra se puso dos años antes, concretamente el 20 de marzo de 1927. Pero también era un hito muy relevante en ese largo proceso iniciado en 1844, cuando, aprovechando la sede del desamortizado convento de Los Mostenses, quedó establecida la Escuela Normal de Valladolid para la formación de maestros. Dos años antes, Simón Anacleto Aranda, que a finales de enero de 1845 sería nombrado su primer director en dura competencia con José María Lacort, había solicitado encarecidamente a la Diputación que estableciera la Normal en la provincia vallisoletana.

Como ha puesto de relieve Agustín Escolano Benito, la aparición en España de las primeras Escuelas Normales estuvo ligada al afianzamiento del sistema liberal, ya con el reinado de Isabel II, toda vez que su creación respondía a una finalidad doble: satisfacer la creciente demanda de maestros y «como vía de control de la enseñanza elemental por parte del Estado liberal». En efecto, en palabras del citado Escolano, «el acceso de los liberales al poder va a significar, en el terreno educativo, una decidida voluntad de control estatal de la escuela, como vehículo de dominación ideológica, y una pugna con los poderes educativos del Antiguo Régimen».

Impulsado el proyecto por el ministro Moscoso de Altamira en 1834, la primera Escuela Normal que se creó en España fue la madrileña, iniciada el 8 de marzo de 1839, un año después de promulgarse el Plan Provisional de Instrucción Primaria que dispuso la creación de este tipo de centros en todas las provincias y en Madrid. La de Valladolid comenzó su andadura en 1845, en el viejo edificio de Los Mostenses.

Tras la muerte de Simón Aranda, ocurrida en 1855, le sucedió al frente de la Escuela José María Lacort, que se mantuvo en el cargo hasta su fallecimiento, el 15 de octubre de 1891. Ya entonces el Ayuntamiento era consciente de la penuria material de la edificación, por lo que fueron frecuentes los debates y las propuestas para buscar una nueva sede. La idea que triunfó, consistente en el derribo de la iglesia y el convento para erigir un edificio de nueva planta, no se materializó hasta los años 20 del pasado siglo.

Imagen principal - La Normal, un edificio modelo
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Arriba, colocación de la primera piedra de la Normal de Maestros en 1927; abajo, el edificio en los años 80 y reivindicaciones en su fachada en 1976. ARCHIVO MUNICIPAL

La primera piedra de la nueva Escuela Normal se colocó, como decimos, el 20 de marzo de 1927. Un año antes, la Real Orden de 2 de febrero de 1926 dispuso su construcción, que fue adjudicada Antonio Flórez Urdapilleta, arquitecto vigués muy estimado en la época. Como ha escrito Javier Rivera en un artículo sobre la Escuela Normal de Valladolid, el antiguo solar de Los Mostenses «era de forma triangular irregular y estaba ubicado entre las calles de Teresa Gil, López Gómez y José María Lacort». La contrata se adjudicó a Julián Varona Romón y la dirección de las obras, al arquitecto Manuel Cuadrillero y Sáez, natural de Medina del Campo.

El proyecto consistía en construir las Escuelas Normales de Maestros y Maestras, «dos escuelas graduadas con seis secciones cada una, anexas, y un pabellón destinado a las oficinas de la Sección Administrativa y la Inspección de Primera Enseñanza en Valladolid». Como señala Rivera, se trata de una composición sencilla y clásica que aprovecha al máximo la forma triangular e irregular del solar y distribuye las estancias en torno a los «dos patios interiores individualizados para recreo de niños y niñas». El acceso principal se encuentra a través de la fachada que da a la calle de José María Lacort. El cuerpo central del edificio presenta las doce secciones de escuelas graduadas anejas –seis de niños y seis de niñas-, mientras que en la planta principal ubicó Flórez, en lados opuestos, las dos Escuelas Normales, la de Maestros y la de Maestras.

Religión y patriotismo

El estilo de la fachada principal hace gala de «un lenguaje historicista en el que se mezclan lo neomedieval y lo clásico en volúmenes y detalles ornamentales», apunta Rivera Blanco, cuyo trabajo, titulado «Antonio Flórez y la Escuela Normal de Valladolid: entre el regionalismo y la modernidad», analiza pormenorizadamente este histórico edificio, al que considera uno de los más avanzados de la ciudad en los primeros treinta años del siglo XX, «una seria y profunda lección de arquitectura». La inauguración, celebrada el 29 de septiembre de 1929, contó con la presencia del ministro Callejo y de las máximas autoridades, civiles y eclesiásticas, de la ciudad, además de niños y niñas de las escuelas.

Los discursos incidieron en las constantes ideológicas de la Dictadura de Primo de Rivera, en el sentido de fomentar la unión de religiosidad y patriotismo como fundamento de la enseñanza impartida a los futuros maestros. El director de la Normal, Feliciano Catalán, resaltó que la de Valladolid era «la primera Escuela Normal que se construye con subvención del Estado», mientras que el rector de la Universidad, José María González de Echávarri, agradeció la presencia y la labor del obispo, Remigio Gandásegui, llegando a sostener que «las escuelas se deben construir al lado de las iglesias. Cita frases de Víctor Hugo y Rabelais, y excita a los maestros para que inculquen a sus alumnos el amor a la Fe y a la Patria, para que salgan los hombres del mañana proclamando a Cristo y a España», informaba El Norte de Castilla.

Tres años después, ya en tiempos de la Segunda República, se ampliaron las aulas para cumplir con el precepto de erigir en cada ciudad una Escuela Normal Única del Magisterio Primario, estableciendo así la coeducación, y en los años de la Guerra Civil el edificio se destinó a Hospital Legionario y sede transitoria de la Universidad. Al finalizar la contienda, nuevas reformas la adecuaron a los principios educativos del Franquismo, especialmente a la separación de sexos. A principios de los 80, el nuevo consistorio socialista presidido por Tomás Rodríguez Bolaños decidió poner al antiguo edificio de las Escuelas Normales, convertido ya en Colegio Público, el nombre actual de 'Antonio García Quintana' en honor al último alcalde socialista de la Segunda República en Valladolid, gran promotor de la enseñanza pública, que fue fusilado en octubre de 1937.

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