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Casa de María la Brava, en Salamanca, a principios del siglo XX. MINISTERIO DE CULTURA
Una mujer brava y vengativa

Una mujer brava y vengativa

A María Rodríguez de Monroy, con casa en la Plaza de los Bandos, no le tembló el pulso a la hora de hacer pagar a los Manzano la muerte de sus hijos

Viernes, 28 de agosto 2020, 08:11

Aunque nacida en Plasencia, concretamente en ese palacio de los Monroy más conocido como «la Casa de las dos Torres», nuestra protagonista pasó buena parte de su vida en Salamanca, donde forjó su leyenda de mujer brava y corajuda. La llegada de María Rodríguez de Monroy a la capital charra se produjo en torno a 1440, después de contraer matrimonio con Enrique Enríquez de Sevilla, señor de Villalba de los Llanos. Fue entonces cuando se alojaron en una casa-palacio situada en la actual Plaza de los Bandos.

Precisamente este nombre, Los Bandos, avanza lo ocurrido en la ciudad durante el siglo XV, pero sobre todo el determinante papel que la tradición popular confiere a María 'la Brava' en dicho episodio. Todo habría comenzado durante un juego de pelota entre jóvenes: lo que parecía una riña por cuestiones de juego derivó en un golpe fatal y, lo que es peor, en la muerte de uno de los hijos de María. Era 1465, un año que cambiaría el curso de la historia para nuestra protagonista.

Y es que el trasfondo de la tragedia era mucho más complejo, pues remitía al conflicto que poderosas familias salmantinas, agrupadas en dos parroquias, San Benito y Santo Tomé, mantenían por hacerse con el control de la ciudad. Una lucha a muerte que llegaría a dividir la capital charra en dos zonas, separadas por la Plaza del Corrillo.

La cuestión es que aquel día de 1465, Luis, el menor de los Enríquez, se encontraba jugando con los Manzano cuando, como consecuencia de una riña aparentemente inocua, se desató una violenta pelea que derivó en su asesinato. No quedaría aquí la cosa: asustados los Manzano por la previsible venganza del mayor de los Monroy, antes de que el suceso llegase a sus oídos decidieron esperarlo agazapados en un callejón. Nada más aparecer, se abalanzaron sobre él y le asestaron varias puñaladas. Unos minutos más tarde, María, que no hacía mucho que había enviudado, lloraba desconsolada la muerte de sus hijos, recogía sus cuerpos y los depositaba en la iglesia de Santo Tomé. Y comenzaba a planear la venganza.

Para ello tenía que desplazarse a la ciudad portuguesa de Viseu, donde se refugiaban los asesinos. Previamente hizo correr el bulo de que se retiraba a Villalba de los Llanos con objeto de pasar en soledad su inconsolable duelo. Así lo creyeron los Manzano, incapaces de aventurar que, en realidad, la Brava estaba reclutando un pequeño ejército de caballeros, familiares y allegados para cobrarse en plato frío la venganza por la muerte de sus hijos.

Salió de Villalba acompañada de una veintena de hombres a los que, según Gil González Dávila, arengó diciéndoles que «no quería la matasen a traición, como habían hecho a sus hijos. Y llegando a mitad del camino, junto a todos los que la acompañaban, hízoles una plática, significándoles cómo su corazón, e intento, se enderezaba a la venganza de sus hijos; y que no pretendía vivir para otra cosa alguna».

Después de un mes de pesquisas y averiguaciones, entró de madrugada en la pensión portuguesa donde se hospedaban Simón y Alonso Manzano, los asesinos. Estos lucharon con valor y destreza y, aunque pidieron auxilio a colegas portugueses, nada pudieron hacer para salvar la vida. María ordenó cortarles la cabeza, y, con ellas en sendas picas, entró con sus hombres en Salamanca, se dirigió hacia la iglesia de Santo Tomé y las arrojó sobre la tumba de sus hijos. «Grande espanto puso este hecho, no solo en esta ciudad, sino también en otras muchas, donde allegó su sonido», señala el cronista.

Imagen principal - Una mujer brava y vengativa
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La versión más extendida responsabiliza a este trágico episodio del origen de la lucha entre los dos bandos que se disputaron el control de la ciudad, si bien otros autores aseguran que la división era anterior a la llegada del matrimonio, y que aunque ambos, María y Enrique, se pusieron del lado de los agrupados en torno a la parroquia de Santo Tomé, sus dos hijos adolescentes mantenían buenas relaciones con miembros de los Manzano, fieles a los de San Benito. Lo cierto es que fueron muchos años de odio acumulado, hasta que en septiembre de 1476, gracias a la mediación de San Juan de Sahagún, el ambiente se pacificó.

Fallecida a los pocos años de aquel trágico episodio, los restos de María 'la Brava' reposan en la iglesia de la Asunción de Villalba de los Llanos. Su palacio, la primera construcción civil de la Plaza de los Bandos, es uno de los innumerables atractivos patrimoniales de Salamanca. En 1909, el dramaturgo Eduardo Marquina llevó su vida a los teatros con una obra llamada 'María la Brava', interpretada por María Guerrero. Posteriormente, Francisco de Cossío, escritor y director de El Norte de Castilla, escribiría el guion de la película que con ese mismo título se rodaría en Salamanca, dirigida en 1947 por Luis Marquina, hijo de Eduardo, protagonizada por Tina Mascó y estrenada en Valladolid en abril del año siguiente.

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