Borrar
Consulta la portada del periódico en papel
Lateral de la iglesia de San Pelayo, en Siete Iglesias de Trabancos, donde sucedieron los hechos. FRAN JIMÉNEZ
Muerto de un disparo durante las elecciones

Muerto de un disparo durante las elecciones

Los comicios municipales de febrero de 1922, los últimos de la Restauración, terminaron en Siete Iglesias de Trabancos con enfrentamientos con la Guardia Civil y una víctima mortal

Martes, 8 de febrero 2022, 01:12

Nadie podía darse cuenta de que esas serían las últimas elecciones municipales de la Restauración canovista, ni siquiera que el gobierno que se formaría meses después, presidido por el astorgano Manuel García Prieto y con el vallisoletano Santiago Alba al frente de la cartera de Estado, sería también el último de un sistema político constitucional lastrado, en la práctica concreta del voto, por el caciquismo y el fraude electoral, cuando no, sobre todo en el ámbito municipal y local, por artimañas de falseamiento que podían llegar a usar la violencia. Ocurrió hace 100 años: aquella cita electoral derivó en una auténtica tragedia en la localidad vallisoletana de Siete Iglesias de Trabancos.

Aunque las noticias publicadas los días 7 y 8 de febrero de 1922 insistían en que las disputas obedecieron a motivos que nada tenían que ver con idearios políticos, pues la razón fundamental era el descontento generado en una parte del pueblo por la decisión del alcalde, el maurista Francisco Juárez, de suspender la fiesta de novillos durante el verano anterior, lo cierto es que la división en Siete Iglesias era un hecho. Al menos, entre partidarios y detractores de Juárez.

Así se desprende del Consejo de Guerra celebrado seis meses después de los hechos, pues en él se decía expresamente que aquel día, 5 de febrero de 1922, quisieron «entrar violentamente en el Ayuntamiento» los vecinos Miguel Francisco López, Antonio Nieto Herrero, Gabino Barbado y Faustino B. Valencia para entorpecer el proceso electoral. Provocaron tal tumulto al frente de una masa de gente, que el alcalde no dudó en llamar a la Guardia Civil. Hasta Siete Iglesias se trasladaron un cabo y cuatro guardias que, sin embargo, no lograron apaciguar los ánimos. Incluso, según lo publicado en El Norte de Castilla, fueron insultados y les intentaron desarmar, a lo que respondieron haciendo uso de la fuerza y cobrándose una víctima mortal.

El desdichado se llamaba José Vegas Roncero y tenía 37 años. Jornalero de profesión, le apodaban «el Colorad y, a decir del periodista que cubrió el suceso, era conocido en la villa por su «carácter levantisco». Fue él, «el Colorado», quien, aprovechando la cita electoral, entró en la sala al frente del grupo de opositores al alcalde: «Según informes oficiosos, desde hace tiempo reinaba una violenta situación entre dos bandos, alejado el motivo de toda idea política y sólo hijo de una cuestión de aspecto local, cual es la de haber o no haber novillos en las fiestas», informaba este periódico. Es más, el anuncio, por parte de Juárez, de que en el verano de 1922 tampoco se celebrarían los novillos, había enfurecido aún más a sus detractores.

El grupo capitaneado por Vegas, que según algunos periódicos superaba los 200 individuos, invadió el local en actitud hostil y no hizo caso de las advertencias del presidente de Mesa, que decidió recurrir al auxilio de la Guardia Civil. La llegada de la fuerza armada no les importó lo más mínimo a los amotinados, que se negaron a abandonar el local. El Norte de Castilla se hizo eco de los informes del gobernador y achacó la tragedia de Siete Iglesias a la actitud violenta del «Colorado». Aseguraba, en efecto, que había sido el primero en sacar una navaja del bolsillo y que, mientras acometía a un guardia, animaba a sus seguidores a hacer lo mismo con el resto.

El compañero del agredido reaccionó disparando su fusil sobre «el Colorado», que cayó desplomado. La muerte fue prácticamente instantánea. El guardia, por su parte, «salió con el pantalón y el calzoncillo rasgados y con una pequeña erosión en el muslo». Minutos después llegaron más fuerzas de la Guardia Civil para evitar males mayores. Los compañeros del fallecido hubieron de someterse a Consejo de Guerra, acusados del delito de insultos a la fuerza armada. El fiscal pidió para ellos la pena de dos años, cuatro meses y veintiún días de prisión militar correccional.

En la capital vallisoletana, entretanto, las elecciones municipales de febrero de 1922 discurrieron sin sobresaltos. Como venía siendo habitual desde principios de siglo, triunfaron los liberales de Santiago Alba con 11 de 21 concejales. Los conservadores de distintas tendencias consiguieron cinco ediles y los socialistas, tres; un republicano y un liberal de la facción de Romanones completaron la Corporación. Para disgusto de liberales y socialistas, el gobierno de la nación, haciendo uso de las atribuciones que le otorgaba la ley municipal, nombró por Real Orden al conservador Antonio Martínez Cabezas nuevo alcalde de la ciudad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Muerto de un disparo durante las elecciones