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ARCHIVO MUNICIPAL
Un montaje pornográfico en 1920

Un montaje pornográfico en 1920

El afectado, José Marchesi y Butler, era capitán de Caballería y culpaba a los dueños del negocio fotográfico de la calle Constitución

Martes, 10 de mayo 2022, 00:03

Petra de la Granja Torres, viuda del comerciante Carlos de la Cuesta, no daba crédito a lo que estaba escuchando en su propia casa. Era marzo de 1920 cuando Fernando Ferreiro Lago, juez de primera instancia y notario público, se personaba en el piso segundo del número 19 de la Avenida de Alfonso XIII (hoy Acera de Recoletos) acompañado del procurador Alberto González Ortega. Este último actuaba como apoderado de José Marchesi y Butler, famoso capitán de Caballería a quien, según su propio testimonio, le habían tendido una sucia emboscada en el negocio que ahora regentaba Petra: ni más ni menos que un montaje pornográfico que llevaba un tiempo circulando por Valladolid. Así se desprende de un curioso protocolo notarial que custodia el Archivo Histórico Provincial.

Y es que las modas del momento tenían en la pornografía un reclamo suculento. En efecto. Aunque formalmente perseguidas por los poderes públicos -en 1921, por ejemplo, el fiscal del Tribunal Supremo animaba a asociaciones y particulares a denunciar a un kiosco o a una librería que ellos considerasen pornográfica para que las autoridades incautaran el material e impusieran la multa correspondiente-, lo cierto es que las representaciones pornográficas se difundían con fruición, llegando incluso a las clases populares. Aunque es bien conocida la afición del mismo Alfonso XIII a las películas pornográficas, pocos conocen la importancia que tuvo la fotografía como vehículo de difusión masiva de la pornografía en la España de principios del siglo XX.

Algunos autores hablan incluso de una democratización definitiva de las imágenes de contenido sexual gracias a la fotografía, pues posibilitó que accedieran a ella todos los estratos sociales y no solo las elites, como ocurría hasta entonces. De modo que hacia 1920, como ha escrito Carmen Guillén, nos encontramos con una España católica y conservadora obsesionada con perseguir y censurar las representaciones pornográficas y, en paralelo, otra España que, debido sobre todo a la influencia francesa, se muestra cada vez más aficionada a la literatura erótica, a las primeras representaciones sexuales en el cinematógrafo y a las postales pornográficas.

Este contexto nos ayuda a comprender lo que ocurrió aquel día en casa de Petra. Y es que la denuncia era explícita: José Marchesi y Butler había enviado al procurador González Ortega para que la dueña de la casa «manifestase si es cierto que en la tienda de objetos de fotografía de la calle de la Constitución número 7 de esta ciudad, en la que Doña Petra y sus hijos continúan el comercio que su marido y padre Don Carlos de la Cuesta tuvo, se ha revelado un cliché y tirado copias de él, en el que aparece el Don José Marchesi con una mujer, ambos desnudos y en actitud deshonesta, conforme afirma Don Felipe Larrainzar Escudero, quien dice que se hizo a instancias suyas y pagada por él mismo, y en cuya operación se emplearon cuatro días».

Imagen principal - Un montaje pornográfico en 1920
Imagen secundaria 1 - Un montaje pornográfico en 1920
Imagen secundaria 2 - Un montaje pornográfico en 1920

El asunto era grave porque afectaba a uno de los militares más famosos del momento: alumno de la Academia de Caballería desde 1904, José Marchesi era hijo del general de Brigada Luis Marchesi y nieto del laureado teniente general José María Marchesi Oleaga, había servido como primer teniente en el Escuadrón de la Escolta Real, luego en el Lanceros de Farnesio, en el Húsares de Pavía y en los Cazadores de Taxdir, y en ese momento era capitán en el Regimiento de Lanceros de España. No sorprende, por tanto, que su apoderado inquiriese a doña Petra por tamaño montaje fotográfico, preguntándole «con qué derecho se permitió hacer ese trabajo pornográfico y ultrajar con él a un caballero, perjudicando gravemente en su fama y buen nombre» y, al mismo tiempo, cobrándolo y lucrándose con ello.

Ni que decir tiene que Petra negó todas y cada una de las acusaciones, aseguró que en su negocio solo se llevaban a cabo trabajos honestos, protestó «con toda energía» por unas afirmaciones que atentaban contra «el buen nombre de la casa que dirige» y contra «la honradez y dignidad» de su marido, fallecido en mayo de 1919, y dijo desconocer a Marchesi y a Larrainzar. Todo parece indicar que si la denuncia no fue más allá se debió al periplo trágico del máximo afectado. En efecto, a finales de abril de 1922, José Marchesi y Butler, que en ese momento era capitán a las Fuerzas del Regimiento Indígena de Ceuta, falleció en el hospital del zoco El Jemis, de Beni-Aros, como consecuencia de las heridas recibidas en un combate.

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