![Aterrizaje sorpresa en Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202206/02/media/cortadas/globos-RbWrnpBedVhnra83mtGg7LP-1248x770@El%20Norte.png)
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Al principio solo eran rumores en las calles y en las cafeterías del centro, en los corrillos de paseantes y entre los aficionados a esa rara disciplina deportiva que era, en aquellos albores del siglo XX, la aeronáutica en España. Hasta que, de pronto, lo ... avistaron en las inmediaciones del Pinar de Antequera. El 10 de mayo de 1906, hace 116 años, saltó la noticia. El mítico 'Cierzo' había aterrizado en Valladolid, pilotado por tres pioneros del vuelo en globo.
La cosa tenía su aquel porque el 'Cierzo' no era un globo aerostático cualquiera. Apenas unos meses antes, concretamente el 20 de enero de 1906, había protagonizado la primera travesía sobre los Pirineos de manos, ni más ni menos, que de Jesús Fernández Duro, promotor en nuestro país de una disciplina deportiva que solo estaba en manos de los militares. Asturiano de nacimiento pero criado en Palencia, concretamente en Carrión de los Condes, donde inició unos estudios que luego completaría en Barcelona y en la Escuela Politécnica de Ginebra, Fernández Duro había promovido la creación del Real Aero Club de España y protagonizado, en 1905, varias ascensiones en tierras burgalesas para observar el eclipse total de sol.
Antes de su proeza pirenaica había quedado segundo en el concurso organizado por el Gran Aero Club de Francia en octubre de 1905, en compañía del teniente Emilio Herrera, después de 14 horas de vuelo y de recorrer más de 1.100 kilómetros hasta aterrizar en la frontera rusa. Pero lo del 20 de enero de 1906 aún resonaba en la memoria de los vallisoletanos. El asturiano había despegado en solitario, al bordo del 'Cierzo', del campo habilitado en las afueras de la ciudad de Pau para tomar tierra en Guadix, provincia de Granada, después de 14 horas volando en las que alcanzó los 3.500 metros de altitud y soportó temperaturas cercanas a los 18 grados bajo cero, sin comida ni víveres. Fueron en total más de 700 kilómetros. Aquella proeza le convirtió en el piloto más famoso del país por haber protagonizado la primera travesía en globo sobre los Pirineos.
Por eso fue mayúscula la sorpresa de los vallisoletanos que aquella mañana del 10 de mayo de 1906 se desayunaron con rumores de que el 'Cierzo' había aterrizado en el Pinar de Antequera tripulado, decía la noticia, «por varios arriesgados aeronautas». Solo tuvieron que pasar unas horas para que el periodista de El Norte de Castilla despejara las dudas: en uno de los trenes que habían llegado por la mañana a la Estación del Norte, con parada en el Pinar, viajaban tres pioneros de los vuelos en globo, Alfredo Kindelán, Juan Rugama y Francisco Avial. Los tres confirmaron que horas antes habían aterrizado en las afueras de Valladolid a bordo del mítico 'Cierzo'.
Fue en la tarde del 9 de mayo cuando decidieron trasladarse de Madrid a Valladolid para visitar a unos conocidos que tenían en la ciudad. Pero no lo harían en el trayecto habitual, por tren, sino que se embacarcarían en el globo de Fernández Duro. Salieron, en efecto, a las ocho y media de la tarde en dirección norte. Después de diez horas de vuelo, avistaron la ciudad y decidieron aterrizar en el Pinar de Antequera. Un descenso realizado, según su propio testimonio, «con completa felicidad a las siete de la mañana». Fue un trayecto relativamente tranquilo, apenas incomodado por un fuerte vendaval contrario a la dirección norte que deseaban seguir, y que les obligó a permanecer durante un tiempo detenidos sobre Ávila y Segovia.
Casualmente, los tres habían partido al mismo tiempo que el globo 'Huracán', pilotado por Fernández Duro en compañía de los señores Horga y Miret, del cual, sin embargo, aún no se tenían noticias en aquellos momentos. Satisfechos de su aventura, que por un día situó a Valladolid en primera plana de algunos periódicos, Kindelán, Rugama y Avial empaquetaron el 'Cierzo y lo enviaron en tren a Madrid. Luego almorzaron en compañía de «varios distinguidos jóvenes vallisoletanos» y regresaron a la capital de España «muy satisfechos de su excursión».
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