Era sin duda uno de los personajes más emblemáticos de las Ferias y Fiestas de San Mateo, inseparable de la visión infantil que asociaba aquellas jornadas con los bailes de gigantes y cabezudos. Es más, aquel 7 de septiembre de 1962, hace ahora medio siglo, ... cumplía 15 años actuando bajo el gigantón indio, amenizando cada feria con sus danzas y bailes y haciendo las delicias de los más pequeños. Por eso el periodista de El Norte de Castilla no dudó en abrir la crónica del primer día festivo con una entrevista al famoso «Carolo», simpático mote con el que era conocido nuestro protagonista en la ciudad. «Manuel Calderón, popularmente conocido por Carolo, es de Valladolid, tiene cuarenta y siete años y nunca ha dejado de salir en estas fiestas», decía el periodista. Lo que no sabía era que Carolo no se llamaba Manuel, y que detrás de su afable presencia se escondía un pasado turbulento.
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Ni siquiera el autor de esta crónica albergaba sospecha alguna hasta que, indagando primero en la hemeroteca del periódico y luego en el Archivo Histórico Provincial, saltó la sorpresa. Primer indicio: los resultados de la búsqueda de Manuel Calderón Gil en El Norte de Castilla arrojan todo tipo de desencuentros con el orden público. Peleas, altercados, apercibimientos y penas de prisión. Una hoja de servicios poco ejemplar para aquel «Indio» de los gigantes y cabezudos que, hace ahora 50 años, decía cobrar cuatro duros por cada actuación y preferir la jota «por su alegría, aparte del entusiasmo que produce entre el público».
En efecto, si ya en junio de 1930, con apenas 15 años, su nombre saltaba a las páginas del periódico a resultas de una pelea con un muchacho de 19, tres años después lo encontramos envuelto en una reyerta con cuatro personas de etnia gitana en la Avenida de Ramón y Cajal: lo hirieron de consideración a base de garrotazos después de negarse a darles un pitillo, pues, según la información del momento, «entre personas de la familia de Manuel y los individuos que salieron al encuentro existen algunos resentimientos». En julio de 1934 volvía a ser atendido en la Casa de Socorro tras pelearse en una cantina del barrio de las Delicias, en marzo de 1936 era arrojado a palos de un baile junto con otro compañero, y en julio de ese mismo año otra pelea en la Plaza de la Circular le obligaba a visitar al médico.
Pero lo peor vino después de la Guerra Civil, durante la cual, según informaciones oficiales, combatió del lado de los sublevados. Era 1939. Manuel Calderón Gil (así seguía diciendo que se llamaba) trabajaba en Vitoria para una mujer llamada Agripina Díaz Vicente. Hasta que llegó el mes de agosto y Agripina descubrió que le faltaban 2.000 pesetas de su baúl. El vallisoletano tenía 24 años cuando fue detenido por la Guardia Civil, acusado de hurto e internado en la Prisión provincial de Vitoria. En libertad condicional desde febrero de 1941, cinco meses después lo encontramos de nuevo en Valladolid y, una vez más, protagonizando un episodio polémico: una discusión con Ramón Sáez Blanco, de 44 años, terminó con este herido con contusiones y erosiones en la cara.
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La deriva de nuestro protagonista le llevó incluso a ser despojado de su condición de excombatiente «por negligencia en el cumplimiento de sus deberes». La noticia apareció publicada en El Norte de Castilla en abril de 1942. La Delegación Provincial de ex Combatientes, que le había procurado trabajo, denunciaba su actitud y le ponía como ejemplo de lo que no se debía hacer en la España de Franco: «Los organismos oficiales creados por el Caudillo para incorporar a la Juventud combatiente a los puestos de trabajo no pueden ser desprestigiados por desaprensivos que rebajan su moral, no consiguiendo con ello sino atentar contra el honor de los aludidos organismos».
Lejos de enmendar su actitud, el supuesto Manuel protagonizó un nuevo hecho delictivo en 1950. La documentación conservada en el Archivo Histórico Provincial no solo demuestra su ingreso en la Prisión Provincial acusado de hurto, sino que desvela su verdadera identidad: nacido en Valladolid el 1 de enero de 1915, se llamaba en realidad Jacobo, como su padre, trabajaba como albañil y no era la primera vez que cambiaba su nombre por el de Manuel. Ya en febrero de 1931, después de ser detenido por robarle la bicicleta al botones del Hotel Francia, el juez municipal descubrió el engaño. Este, sin embargo, no trascendió a la opinión pública, como demuestra la noticia aparecida en El Norte de Castilla el 28 de agosto de 1955: «Ha ingresado en la Prisión Provincial Manuel Calderón Gil, 'el Carolo', domiciliado en Librería 9, para cumplir un mes de arresto por hurto».
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En ese momento llevaba ocho años dando vida al gigantón indio de las fiestas de San Mateo, amenizando las calles y provocando, con sus danzas y bailes, la alegría de los vallisoletanos, en especial de los más pequeños: «En todas partes nos tratan con mucho afecto, pero últimamente nuestras actuaciones por el paseo de Zorrilla y Santa Clara fueron presenciadas por centenares de personas», confesaba a este periódico el 7 de septiembre de 1962. Todo hace suponer que ya entonces, Jacobo -que no Manuel- Calderón Gil era un hombre nuevo, muy diferente del de aquellas polémicas andanzas de los años 40 y 50. «Se trabaja muchísimo más con los pequeños, pero los gigantes son dificilísimos de llevar. El aire puede tumbarles, en todo momento el equilibrio no puede guardarse como quisiéramos», puntualizaba después de una larga jornada festiva que, según su propio testimonio, le procuraría diez duros de ganancia.
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