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El pabellón dedicado al laboratorio de las Artes, el día de su inauguración. Gabriel Villamil y Miguel Ángel Santos
El matadero, centro cultural de Valladolid

El matadero que se transformó en centro cultural

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En 1925 la alcaldía de Valladolid decidió organizar un concurso para la construcción de un nuevo matadero, nadie aventuraba que, casi un siglo después, ese espacio se convertiría en gran punto cultural

Sara Pérez Barreiro

Valladolid

Domingo, 30 de octubre 2022, 00:06

En 1925 la alcaldía de Valladolid decidió organizar un concurso para la construcción de un nuevo matadero, nadie aventuraba que, una vez cumplido su destino original de abastecer de carne a la ciudad, casi un siglo después, ese espacio se convertiría en uno de los puntos culturales más importantes de la ciudad. El concurso lo ganó el ingeniero Alberto Colomina y Botí, pero diversos problemas para conseguir la financiación adecuada paralizaron las obras hasta el año 1931. En ese momento se hicieron una serie de modificaciones en el proyecto para finalmente terminar las obras en 1936.

Distintos espacios interiores del LAVA. M. A. S.
Imagen principal - Distintos espacios interiores del LAVA.
Imagen secundaria 1 - Distintos espacios interiores del LAVA.
Imagen secundaria 2 - Distintos espacios interiores del LAVA.

El proyecto se alejó de soluciones más tradicionales y enmarcándose en la corriente racionalista de la época. Es una arquitectura organizada en volúmenes contundentes sin apenas decoración, utilizando líneas claras y austeras. En la memoria del proyecto Alberto Colomina y Botí explica que el programa estaba organizado siguiendo las ideas alemanas del momento. Zonas verdes rodearon los diferentes volúmenes lo que garantizaba una ventilación adecuada y cierto grado de higiene en las instalaciones.

El conjunto estaba limitado por una valla con una serie de aperturas ordenadas estratégicamente para facilitar la funcionalidad del complejo. La entrada principal se señaló a través de un pabellón con una torre adosada como único elemento vertical del conjunto arquitectónico. En esta pieza además, el arquitecto diseñó una serie de ventanas circulares como ojos de buey, que nos recuerda a elementos marinos. Este tipo de soluciones también aparecen en otros edificios de carácter fabril de la ciudad, como la conocida Casa del Barco, que su origen era las oficinas de la refinería de aceites Hipesa. Una vez traspasado este elemento hay otro volumen con una organización en peine y a continuación los pabellones del ganado porcino y vacuno.

Planta y alzado del pabellón de entrada.

Cada una de las piezas que componen este conjunto enfatizan su horizontalidad a través de ventanas rasgadas, cubiertas planas, retranqueos y voladizos, todas estas características señalan claramente su carácter racionalista. Las fachadas son lisas, sin ornamentación con algunas esquinas redondeadas y las ventanas enmarcadas con una pieza blanca creando entrepaños de ladrillo con un aparejo marcadamente horizontal, tal y como remarca la investigadora Silvia Cebrián en algunos de sus textos sobre este edificio. La forma de cada pabellón fue adaptándose a las necesidades del propio uso de matadero, razón por la que cambia la altura, la dimensión, la colocación de las aperturas, pero todos ellos mantienen una imagen unitaria.

Cuando se instaló el matadero en esos terrenos, estaba situado a las afueras de la ciudad, pero con el tiempo, Valladolid creció hasta rodear el complejo. En los años 80 el matadero perdió su uso como tal, dejando un gran espacio con esos grandes pabellones vacíos en la zona sur de la ciudad. El Ayuntamiento valoró las posibilidades que tenía ese recinto y como en otras ciudades el matadero cambio su uso industrial por uno dotacional. A principio de este siglo el equipo de arquitectos formado por José Ignacio Linazasoro, Julio Grijalba, Alberto Grijalba, Paloma Gil y Eduardo Carazo, realizaron el proyecto para convertir el antiguo matadero en el Laboratorio de las Artes de Valladolid, más conocido como LAVA.

El Matadero después de su construcción y antes de que la ciudad creciera a su alrededor.

El LAVA, como explica el propio ayuntamiento, es un centro de producción cultural, investigación artística y exhibición escénica. Es un lugar abierto a diferentes proyectos de manifestación artística, incluso se convirtió sede de varias residencias con artistas plásticos gestionadas por CreArt. El nuevo complejo cuenta con una sala de teatro, un espacio experimental, un ámbito destinado a conciertos, y un restaurante. Fuera del ámbito del LAVA, pero ocupando parte del antiguo matadero también se ha construido una piscina municipal, llamada Benito Sanz de la Rica, para cubrir las necesidades de la zona sur.

De esta manera, los terrenos del antiguo matadero cubren las necesidades dotacionales de esta zona de la ciudad, que difícilmente podían haber sido resueltas de otra manera. La reutilización de esta gran superficie dota a los vallisoletanos de un lugar de encuentro con la cultura, el deporte y la gastronomía.

Para conseguir este propósito fue fundamental la eliminación de la valla que limitaba el recinto, así los espacios libres que rodean a los pabellones pudieran ser usados por la ciudadanía y entender ese lugar como una serie de espacios públicos que se concatenan y permiten la entrada a los diferentes espacios. El pabellón de acceso perdió entonces su carácter de entrada convirtiéndose en un hito dentro de la gran plaza que surgida al eliminar el cierre. Esta pieza es la que mejor mantiene las características racionalistas del recinto original. No solo es un vestigio del antiguo matadero, sino también de las ideas del proyecto primitivo. Los arquitectos remarcan la verticalidad de la torre añadiendo un elemento de vidrio en la parte superior y se amplía la superficie de este pabellón añadiendo una planta en una de partes. Estas nuevas piezas fueron organizadas compositivamente con una serie de elementos colocados verticalmente para marcar claramente cuáles son las piezas añadidas al pabellón original.

Pabellosnes antes de su rehabilitación como centro cultural.

El resto de los pabellones están más intervenidos, pero en algunos todavía quedan restos del diseño original. Se reinterpreta la horizontalidad que caracterizaba al antiguo matadero colocando un cerramiento a base de bandas horizontales organizadas en módulos. El conjunto tiene ciertos aires industriales, aunque usando un lenguaje mucho más actual.

Los grandes contenedores existentes ahora albergan usos culturales con un programa muy variado lo que permite a la ciudadanía disfrutar de este nuevo uso. La intervención del equipo de arquitectos en el antiguo matadero ha proporcionado a los vallisoletanos un nuevo espacio abierto y dotacional en el que se han valorado las características racionalistas del edificio original. Podemos deleitarnos de un espacio de alta calidad a la altura de otros recintos culturales de origen industrial que existen en varias ciudades españolas. Albero Colomina y Botí estaría sorprendido de la versatilidad de los espacios que él diseño y cómo los vallisoletanos hacemos uso cada día de sus pabellones.

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