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El 23 de abril de 1978, aprovechando el segundo centenario del nacimiento del general San Martín, libertador de la Argentina, la localidad palentina de Paredes de Nava inauguró una estatua realizada por una persona muy especial. Se llamaba Agustín de la Herrán Matorras, era natural de Bilbao y tenía su taller en San Fernando de Henares. La peculiaridad de este escultor residía en su árbol genealógico: era el nieto de un hermano de Gregoria Matorras, madre del general San Martín. La estatua inaugurada aquel día reforzaba más si cabe los lazos de Paredes de Nava con Argentina, y lo hacía a través de la semblanza de una mujer que no siempre ha sido valorada en su justa medida.
Nacida en la localidad palentina el 12 de marzo de 1738, Gregoria Matorras era la menor de seis hermanas nacidas del matrimonio entre Domingo Matorras y María del Ser. Fue bautizada el 22 de mayo en la parroquia de Santa Eulalia. Educada en un ambiente de profunda religiosidad cristiana, en 1767, antes de cumplir los treinta años y estando aún soltera, cruzó el Atlántico siguiendo la ruta de Solís, en busca del Río de la Plata, acompañando a su primo Jerónimo Matorras, futuro gobernador del Tucumán y conquistador del Gran Chaco.
Ambos se instalaron en Buenos Aires. La vida de Gregoria transcurría con normalidad hasta que conoció al capitán Juan de San Martín y Gómez, palentino de Cervatos de la Cueza que en 1764, siendo teniente, había sido destinado al Río de la Plata. Según testimonios de la época, Juan era rubio, de ojos azulados y de muy corta estatura. Ambos formalizaron su compromiso matrimonial cuando él recibió órdenes de trasladarse al interior. Era el 30 de junio de 1770. Meses después, concretamente el 1 de octubre, se celebró el matrimonio en la catedral de Buenos Aires. Tuvo que ser por poder, esto es, en ausencia del novio, a quien representó el capitán de Dragones Juan Francisco Sumalo. Ofició la boda el obispo titular de Buenos Aires, el también palentino Manuel Antonio de la Torre, natural de Autillo de Campos.
Gregoria y Juan se encontraron en las misiones jesuíticas de Yapeyú, donde aquel sería nombrado teniente gobernador. Los primeros quince años los pasaron en un sencillo y agreste hogar enclavado primero en la costa uruguaya, cerca del departamento de Las Víboras, en la Calera de las Vacas, donde Juan de San Martín ejercía como administrador. Luego se trasladarían a Yapeyú. Del matrimonio nacieron cinco hijos: María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín, Justo Rufino y José Francisco. Este último, el menor, nacido en Yapeyú el 25 de febrero de 1778, sería el famoso Libertador. Como su fisonomía y sus particularidades físicas eran diferentes de las de sus hermanos, pronto se corrió la voz de que en realidad era hijo de Rosa Guarú, mujer nativa de 13 años a la que el matrimonio encomendó el cuidado de los niños.
La familia se trasladó a Buenos Aires en 1781, donde los cinco hijos continuaron la educación que habían empezado en Yapeyú. Dicen las crónicas que, cansado el capitán de no percibir el sueldo merecido, decidió regresar a España con toda su familia a bordo del velero 'Santa Balbina'. Llegaron al puerto de Cádiz en abril de 1784 y pasaron un año en Madrid, donde el padre trató de gestionar «el premio debido a sus servicios», como se decía entonces. Solo consiguió el retiro del ejército con agregación a la plaza de Málaga, donde falleció el 4 de diciembre de 1796, a los 68 años de edad.
Gregoria, por su parte, otorgó testamento en Madrid en 1803. Posteriormente se trasladó a Orense para vivir con su hija María Elena. En la ciudad gallega murió el 29 de marzo de 1813, un mes después de que su hijo ganara en San Lorenzo la primera batalla por la emancipación americana. Sus restos, sepultados en un primer momento en el convento orensano de Santo Domingo, fueron luego repatriados a la Argentina y enterrados en el cementerio de La Recoleta, junto a los de su marido.
A la inauguración de su estatua en Paredes de Nava, el 23 de abril de 1978, asistió el embajador de la República Argentina, Leandro Enrique Anaya, encargado de descubrir el monumento, y en ese mismo acto se puso el nombre de Avenida de la Argentina a una importante calle de la localidad. El año anterior se había inaugurado una lápida en la iglesia de Santa Eulalia, recogiendo la circunstancia de haber nacido en Paredes de Nava la madre del «Libertador de Argentina».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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