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Grabado de 'La Ilustración Española y Americana' que muestra a periodistas en un locutorio de teléfonos interurbanos en 1906.
El lujo revolucionario de hablar por teléfono

El lujo revolucionario de hablar por teléfono

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

La instalación de la telefonía interurbana, en 1913, transformó radicalmente las comunicaciones y permitió hablar tres minutos con Madrid por 1,75 pesetas

Martes, 14 de enero 2020, 07:11

Valladolid figura hoy a la vanguardia de las capitales que cuentan con dos comunicaciones eléctricas de modernísima creación: el telégrafo y el teléfono». Con estas palabras se refería «un reporter» de El Norte de Castilla a la instalación, en 1913, de la telefonía interurbana en la ciudad, un lujo revolucionario para aquella sociedad de principios del siglo XX.

Lo cierto es que nuestro país se había incorporado tarde a dicho avance en las comunicaciones, y eso que en 1877, justo un año después de que Graham Bell inventase el teléfono, la Escuela de Ingenieros de Barcelona ya lo había adquirido. Los principales especialistas inciden en la modesta posición de España en la telefonía mundial; aunque los 1.000 aparatos existentes en 1886 ya eran 35.000 en 1913, la cifra distaba mucho del nivel alcanzado en el entorno europeo más avanzado.

Además, el intenso crecimiento experimentado por la telefonía española a partir de 1914 no era uniforme, pues las grandes capitales aventajaban, con mucho, a los pequeños núcleos urbanos. A este respecto, aunque Valladolid contaba con estación telefónica desde 1888, dirigida por Pablo Arias, el reto más urgente consistía en la implantación de la telefonía interurbana; la Administración decidió impulsarla a partir de la década de los 90 del siglo XIX, contando para ello con la iniciativa privada. A tales efectos, dividió el territorio español en cuatro distritos radiales (noroeste, nordeste, sur y sudeste) y adjudicó buena parte de las líneas a la potente Compañía Peninsular de Teléfonos, creada en 1894 en Barcelona, que terminaría por controlar la red interurbana general del país.

Calle Constitución, donde se instaló la central telefónica interurbana en 1913. Archivo Municipal

Junto a los vaivenes legales, fruto, en parte, de los sucesivos cambios de gobierno, las principales dificultades a la hora de implantar con éxito el teléfono procedían de sus elevados costes, pero también del importante desarrollo experimentado por el telégrafo eléctrico.

La primera red interurbana implantada en nuestro país fue la del Nordeste (Madrid, Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Zaragoza, Barcelona, Tarragona, Castellón de la Plana y Valencia), seguida de la red Sur (Madrid, Ciudad Real, Cáceres, Badajoz, Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Málaga, Granada, Jaén, Almería, Murcia y Alicante).

En 1912, el Gobierno de la nación comenzó a trabajar en el replanteo de la red Noroeste, en la que estaba incluida Valladolid, según concesión que por Real Decreto de 17 de abril de 1908 había hecho a la Compañía Peninsular de Teléfonos. El tendido comenzó a efectuarse en el mes de junio; Madrid-Miranda de Ebro fue el primer trayecto, cerrando el circuito las poblaciones de Ávila, Medina del Campo, Palencia, Burgos y Valladolid. Ni que decir tiene que la influencia de Santiago Alba, entonces ministro de la Gobernación, resultó decisiva para que la ciudad del Pisuerga pudiera contar con su propia estación de teléfono interurbana. La construcción de la línea vallisoletana, bajo la dirección del señor Ruiz Medina, estuvo lista en el mes de abril de 1913. La inauguración oficial tuvo lugar el 4 de mayo, y contó con la asistencia del inspector de teléfonos, Eduardo Estelat.

Calle Duque de la Victoria donde se inauguró la central de Telefónica Interurbana en abril de 1929. Archivo Municipal

La Central Telefónica Interurbana, ubicada en el número 9 de la calle de la Constitución y dirigida por Santos Velasco, despertó los elogios de todos los presentes, especialmente de los periodistas madrileños encargados de cubrir el histórico acontecimiento. «La fachada exterior de la estación es análoga a la de Madrid, pero superándola en arte y elegancia», apuntaba el enviado de 'La Correspondencia de España', al tiempo que destacaba la modernidad de «los aparatos» vallisoletanos, que incluso «aventajan en algunas particularidades a los de Madrid, por utilizarse los detalles nuevos traídos del extranjero».

En el acto de inauguración no faltaron, claro está, los telegramas del gobernador Ruiz Díaz a personalidades distinguidas, especialmente al presidente del Consejo de Ministros y, aún más, al citado Alba, artífice verdadero del evento que se estaba festejando: «Solo usted, y nadie más que usted, aguijoneaba de continuo a la Compañía Peninsular de Teléfonos para que por su parte hiciera lo posible a fin de que Valladolid obtuviese en plazo breve lo beneficioso de este servicio público».

Como nota curiosa, el primer despacho telefónico depositado y cursado aquel día inaugural lo firmó un tal «Joselillo Gallo» e iba dirigido a su familia. «Sin novedad», rezaba.

El servicio telefónico recién instalado permitía establecer conferencias con Madrid, Ávila, Medina del Campo, Palencia, Burgos, Santander, Miranda de Ebro y Bilbao. El mecanismo era sencillo: primeramente se emitía un aviso dirigido a la persona con la que se quería hablar, citándola a la hora deseada, notificación cuyo precio era de 0,25 pesetas para Medina del Campo, y 0,50, para el resto; a partir de ahí, ya se podía iniciar la conferencia en cuestión, que debía durar, como mínimo, tres minutos, con un coste que oscilaba desde las 0,50 pesetas para Medina del Campo y Palencia; 1,25, para Burgos y Ávila, y 1,75 pesetas, para Madrid.

Reportaje de 'Nuevo Mundo' sobre la Compañía Peninsular de Teléfonos, en marzo de 1911

Los propietarios de teléfono urbano en su domicilio particular tenían la posibilidad de transmitir telefonemas y celebrar conferencias, siempre y cuando depositasen previamente 50 pesetas como cantidad mínima para las llamadas interurbanas. El Estado, a su vez, contaba con un interventor con despacho contiguo a las oficinas de cierre y contabilidad y a los locutorios destinados a las conferencias públicas, el cual tenía la potestad de escuchar y cortar la comunicación «cuando reglamentariamente sea conveniente o necesario».

Días antes de la inauguración oficial, El Norte de Castilla ya había adquirido e instalado un locutorio para entablar comunicación con sus corresponsales: «Desde nuestra cabina hemos hecho ya pruebas con Madrid, Burgos y Palencia, a las que ha acompañado el más apetecible éxito», aseguraba el 29 de abril de 1913.

El siguiente avance en la telefonía española tendría lugar en 1926, con la sustitución progresiva de centrales atendidas por operadoras por centrales automáticas. En Valladolid, la instalación del «teléfono automático» se verificó en abril de 1929, con la pertinente inauguración de la nueva central en la calle Duque de la Victoria.

Una vez más, los periodistas presentes en el acto dieron fe, con sincera admiración, del cambio tecnológico que estaban presenciando: «Asombra que una sencilla llamada, desde cualquier aparato domiciliario, seguida del número con el que se solicite comunicación, pase rapidísimamente por aquella serie de aparatos para ponerse en correspondencia con el número con que se desea conversar», reconocía, maravillado, el periodista de El Norte de Castilla que cubría la noticia.

Corresponsales por teléfono

El Norte de Castilla «ha montado estación telefónica propia, con todos los adelantos, construyendo una elegantísima cabina para los aparatos y uniéndola por hilo directo con la línea general». El 5 de mayo de 1913, el periódico informaba en primera página de la inauguración de la línea telefónica interurbana, que había tenido lugar el 4 de mayo, y de la incorporación del diario a los avances tecnológicos del momento.

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