Lujo y diversión para la élite vallisoletana
Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·
El 29 de mayo de 1902 quedó finalizado el actual inmueble del Círculo de Recreo, en la calle Duque de la Victoria, cuyo origen se remonta a 1844Secciones
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Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·
El 29 de mayo de 1902 quedó finalizado el actual inmueble del Círculo de Recreo, en la calle Duque de la Victoria, cuyo origen se remonta a 1844Respondiendo a las aspiraciones que Valladolid tiene de irse convirtiendo en gran ciudad, para lo cual es indispensable que eleve en sus calles edificios en los que el buen gusto corra parejas con el ornato y la suntuosidad, llenando las necesidades y las exigencias de la vida moderna, se ha construido sobre el solar que ocupó el antiguo Círculo llamado vulgarmente de la Victoria, un nuevo edificio de trazas y proporciones artísticas, hecho expresamente para instalar en él el Círculo de Recreo de Valladolid».
Era el «saludo» de El Norte de Castilla, el 30 de mayo de 1902, a ese lujoso inmueble que algunos denominaban «la pecera» porque, decían, tras sus cristales se movían los «peces gordos» de la ciudad. La historia del actual Círculo de Recreo de la calle Duque de la Victoria se remonta a los años 40 del siglo XIX, cuando determinadas personalidades de clase alta decidieron erigir un edificio acorde con sus necesidades de esparcimiento.
El 31 de octubre de 1844 se abría al público el llamado Casino de Valladolid o Círculo de la Victoria como marco privilegiado de sociabilidad de las elites locales, como bien han estudiado los profesores Rafael Serrano, Elena Maza y Pilar Calvo, sin olvidar la aportación de Narciso Alonso Cortés con motivo de su centenario. Lo iniciaban 72 socios y su Junta Directiva interina, presidida, por Antonio Arriete, la completaban José del Olmo (tesorero), José Francés de Alaiza (secretario), Ramón A. Vilardell (contador), Calixto Fernández de la Torre y Esteban Guerra (vocales). Los 106 socios que figuraban en enero de 1845 satisfacían una entrada de 200 reales y 8 de cuota mensual.
Instalado inicialmente en un local de la calle de Teresa Gil, enseguida pasó a establecerse en los pisos principal y segundo del edificio número 41 de la Acera de San Francisco, propiedad de Pedro Ochotorena. Casi diez años más tarde, algunos de sus impulsores -Antonio Florencio Vildósola, Calixto Fernández de la Torre, Julio Galo Sanz y Pedro Antonio Pimentel, entre otros- cayeron en la cuenta de la necesidad de buscar una ubicación más acorde con la creciente notoriedad social adquirida; de hecho, el número de socios ya había ascendido a cuatrocientos.
Adquirieron para ello un terreno situado entre las calles de Olleros (actual Duque de la Victoria) y Constitución, y encargaron el proyecto al arquitecto Domingo Antonio de Yturralde, que en 1853 obtuvo la pertinente licencia municipal y comenzó las obras. El edificio quedó estructurado con un Café Español en la parte baja y un segundo piso con los servicios básicos para la clase burguesa vallisoletana: salón, sala de juegos, otra de lectura, salón de baile y dependencias anejas. Tras la reestructuración general del edificio acometida en 1862, seis años después se llevaba a cabo una nueva reforma, esta vez de la decoración del salón principal. Contaba entonces con 315 socios de número y 207 de mes.
Sin embargo, los estragos del tiempo y la ruina del edificio motivaron una nueva intervención, incluida una limpieza general de sus elementos decorativos. Aun así, una Junta General Extraordinaria celebrada en 1889 volvía a alertar de la mala conservación del inmueble. Fue entonces cuando su propietario, José Antonio Pintó, decidió derribarlo para construir otro de nueva planta: es el que ha llegado hasta nuestros días. Hasta que finalizaran las obras, la sociedad arrendó la vivienda número 2 de la calle de Alfonso XII, propiedad de Carlos Santamaría, y los almacenes situados en el número 15 de la calle Duque de la Victoria, que pusieron en comunicación con aquel edificio.
El proyecto, aprobado por el Ayuntamiento en el año 1900, se encargó al arquitecto Emilio Baeza Eguiluz, quien dirigió las obras junto a Julián Palacios. Estas comenzaron en los primeros días de 1901 y finalizaron en el mes de mayo de 1902. De hecho, el día 29 ya estaban en pie todas las salas; se instaló calefacción por vapor de agua y la Sociedad Eléctrica Castellana se encargó del alumbrado eléctrico. En aquel momento, El Círculo de Recreo ocupaba casi exactamente los locales actuales salvo la planta baja, donde se instaló el Café Valladolid.
Era un verdadero local para privilegiados: sus socios disfrutaban de servicios tan avanzados en la época como teléfono, coches, baños, ascensor, duchas y peluquería. Ya es sintomático que en 1904 la Junta General acordase, por mayoría aplastante, impedir el acceso a personas con boina o gorra, señal de pertenencia a las clases populares; el objeto era, evidentemente, «evitar desarmonías con el buen tono de la sociedad». En 1913, el edificio dejó de ser arrendado para pasar a propiedad del Círculo, que lo adquirió por 460.000 pesetas; al año siguiente se incorporó la planta baja y en abril de 1915 se inauguraron de manera oficial sus salones.
Como señala María Antonia Virgili, las características arquitectónicas del Círculo son las propias del eclecticismo imperante en la época, en el que sobresale la mezcla de estilos.
Dispone de cuatro plantas (baja, principal, segunda y tercera) y las dependencias principales son el salón, guarda-ropa, sala de lectura y servicios. En la segunda planta se encuentran un salón y el despacho del presidente, sala de juntas y tribuna para la orquesta, mientras que la ingente Biblioteca y el salón de revistas, lo mismo que las salas de juego y el cuarto de camareros, se hallan en el tercer piso.
La puerta principal se singulariza con dos estatuas que representan la agricultura y la industria. El frontón semicircular que lo remata dispone de un mascarón en cuyo interior dos geniecillos semidesnudos sostienen el escudo del Círculo de Recreo. La decoración interior corrió a cargo del artista palentino Eugenio Oliva Rodrigo.
El Norte de Castilla, aun elogiando los esfuerzos realizados tanto por la «sociedad aristocrática» de Valladolid como por el presidente del Círculo, no ahorró críticas a la nueva edificación; singularmente, «que el interior no responde a lo que espera al que contempla sus hermosas fachadas» y, sobre todo, «el haber tenido que hacer la distribución en sentido vertical, estableciendo locales tan concurridos como las salas de tresillo y billar y la biblioteca en el piso tercero, sin establecer un ascensor para salvar la altura».
Como toda gran ciudad, Valladolid necesitaba un edificio emblemático que se convirtiera en sede de los actos sociales de la élite de Valladolid y ese inmueble no fue otro que el antiguo edificio de la Victoria, como vulgarmente se le conocía. El Norte apostó entonces por dar realce a una iniciativa que surgió con poco más de setenta socios y que en muy poco tiempo superó los cuatrocientos, pero fue crítico cuando consideró que debió serlo: así, el periódico dio cuenta de una reforma interior que no se ajustaba a las necesidades de los usuarios, puestos que las salas más concurridas se habían situado en incómodos pisos superiores.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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