Belén de Sárraga, a la derecha, durante una entrevista en abril de 1932. EL NORTE

Librepensadora y pionera del feminismo

La vallisoletana Belén de Sárraga, la primera mujer que militó en el Partido Federal, movilizó a millones de personas con sus arengas republicanas, igualitarias y anticlericales

Martes, 3 de agosto 2021, 08:00

Algunos de los millones de hispanohablantes que vibraron con sus arengas republicanas y anticlericales no dudaron en calificarla como «Diosa-Verdad» y «ángel de la libertad». Era el primer tercio del siglo XX y Belén de Sárraga ya había recorrido buena parte de España y ... varios países latinoamericanos fundando sociedades feministas y librepensadoras, impartiendo mítines junto a las grandes figuras del republicanismo y arremetiendo contra la Iglesia católica.

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Descrita por alguno de sus coetáneos como una «mujer alta, arrogante, sumamente atractiva, cuyos largos años de conferenciante le habían dado una enorme capacidad de seducción con la palaba», Belén de Sárraga Hernández había nacido en la ciudad del Pisuerga el 10 de julio de 1872, en pleno Sexenio Democrático. Su padre era un militar republicano y masón de San Juan de Puerto Rico, Vicente de Sárraga Rengel, y su madre, una vallisoletana de familia humilde llamada Felisa Hernández Urgón. Habían contraído matrimonio por lo civil dos años después de nacer Belén, acogiéndose a la efímera secularización de costumbres de la Primera República. Ya con la Restauración canovista, Vicente y Felisa decidieron celebrar la boda religiosa.

Como ha escrito María Dolores Ramos, principal biógrafa de la vallisoletana, ésta partió con sus padres a Puerto Rico en 1881, con apenas nueve años. Allí cursó Magisterio, alentada por su tío, antes de regresar a España, donde se produjo la separación conyugal. Era 1888. Al año siguiente fallecía su madre. Sumida en una amarga tristeza, fue acogida por su abuela materna y comenzó a leer a autores de ideas avanzadas: Voltaire, Proudhon, Comte, Fourier, Flora Tristán, Olympe de Gouges y Louise Michel. Luego se trasladó a Barcelona, donde cursó Medicina y contrajo matrimonio con Emilio Ferrero Balaguer, un representante de comercio que era masón, republicano y librepensador. El matrimonio tendría tres hijos, bautizados con nombres de resonancia librepensadora: Libertad, Demófilo Dantón y Víctor Volney.

Desde un primer momento, Belén de Sárraga llamó la atención por sus impactantes dotes oratorias. En 1896 fundó la Asociación de Mujeres Librepensadoras de Barcelona y fue objeto de represión gubernamental a raíz de un atentado anarquista durante la procesión del Corpus. Pasó una temporada en la cárcel antes de trasladarse a Valencia. Aquí, además de fundar y dirigir el semanario 'La Conciencia Libre' y crear la Asociación General Femenina, se afilió a la masonería -llegaría a tener el grado 33 de la logia internacional «El Derecho Humano»-, impulsó escuelas laicas, participó en manifestaciones feministas y contra la Guerra de Cuba y aportó su concurso a la creación de la primera biblioteca valenciana de carácter racionalista.

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Cuando en 1900 formalizó su ingreso en el Partido Republicano Federal de Pi i Margall, ya era conocida en toda España por sus mítines anticlericales y a favor del librepensamiento. Defensora a ultranza del federalismo y de la libertad de conciencia al margen de todo dogma religioso, la vallisoletana abogaba por el estudio de las leyes que, a su juicio, rigen el universo a la luz de la razón. Era partidaria también del panamericanismo, pues proponía la creación de una gran federación latinoamericana, y del pacifismo. Desde Málaga, donde fijó su residencia y creó la Federación de Sociedades de Resistencia, que contaría con cerca de 30.000 afiliados, y la Sociedad Progresiva malagueña, fue requerida para participar en los Congresos Librepensadores de Ginebra (1902), Roma (1904) y Buenos Aires (1906).

Aprovechando este último evento, permaneció dos décadas en Hispanoamérica «incansable en mi misión, en mi apostolado, en mi magisterio». Impartió charlas en Montevideo, Buenos Aires, Chile y Ciudad de México, asistió al Congreso librepensador de Lisboa (1913), fundó el Ateneo Mexicano de Mujeres, participó en la Asociación de Damas de Uruguay y en los Centros Librepensadores de Chile, bautizados con su nombre, lo mismo que en la Liga Anticlerical Femenina de Ecuador. En Montevideo dirigió el periódico 'El Liberal', y en México la revista 'Rumbos Nuevos'.

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Ya entonces se había separado de su marido, lo que, unido a sus arengas emancipadoras, escandalizaba más si cabe a sus adversarios políticos: «Hay que fijarse en que las naciones que figuran a la cabeza del progreso son aquéllas en que la mujer se ha emancipado, aquellas donde la mujer se ha despojado de rancias preocupaciones. España no podrá nunca ser un país libre mientras el confesionario intervenga en todo, imponiendo la voluntad del clericalismo y turbando la paz del hogar y la tranquilidad de las familias».

Asesoró a varios mandatarios latinoamericanos -México le otorgó la carta de ciudadanía- antes de regresar a España, en abril de 1931, aprovechando la proclamación de la Segunda República. Sin suerte trató de unir a las diferentes familias federalistas y obtener el acta de diputada por Málaga en las elecciones de noviembre de 1933. Al año siguiente era elegida para presidir la Agrupación de los Veteranos de la República. Colaboradora de Mujeres Antifascistas durante la Guerra Civil, en abril de 1939 se exilió a México, donde vivió en una humilde pensión hasta el final de sus días. En la capital mexicana falleció el 9 de septiembre de 1950.

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