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Tenía 65 años y el mismo ímpetu contestatario que provocó su destierro y la destitución de todos sus cargos. Era enero de 1930. Miguel de Unamuno y Jugo, ex rector de Salamanca, regresaba de su exilio y se preparaba para un recibimiento apoteósico. Su inquina hacia Alfonso XIII, y más aún hacia Miguel Primo de Rivera, a quien, a los pocos meses de instaurar su dictadura militar, no dudó en calificar como «un botarate sin más seso que un grillo», le había procurado una persecución en toda regla.
Era 1924 cuando salía de España en dirección a su destierro en la isla de Fuerteventura. Cuatro meses después llegaba a Paris, desde donde pasaría a Hendaya. La caída del dictador, a finales de 1929, auspició su retorno. Cruzó la frontera de Hendaya el 9 de febrero de 1930. El día 11 entró en Bilbao, donde impartió una sonada conferencia antes de subirse al tren que al día siguiente lo llevaría a la ciudad del Pisuerga en compañía de su hijo Fernando y de algunos periodistas. Tenía reservado hospedaje en el Hotel Francia, situado en la calle Teresa Gil (actual Residencia 'Reyes Católicos').
Su llegada a Valladolid a punto estuvo de coincidir con la salida del general Dámaso Berenguer, sucesor de Primo de Rivera en la presidencia del gobierno, cuya anciana madre residía en esta ciudad. Unamuno, que venía con la intención de «saludar a la Universidad que le demostró su adhesión al designarle como representante suyo en la Asamblea Nacional», no pudo ocultar su sorpresa al observar el apoteósico recibimiento en la Estación. Más de seis mil personas, la mayoría jóvenes, abarrotaban los andenes desde media hora antes de su llegada.
Lo primero que se encontró, a las seis y media de la tarde, fue «un mar de cabezas y brazos que agitaban gorras y sombreros» mientras le vitoreaban. Según El Norte de Castilla, el catedrático de Griego vestía traje azul cerrado y boina vasca, y «viene como se fue, fuerte, joven, mostrando en su rostro la reciedumbre de su espíritu indomable». Materialmente estrujado por universitarios que pugnaban por saludarle y estrecharle la mano, algunos de ellos con banderas de la Juventud y del Círculo Republicano, apenas podía dar un paso. Tan es así, que nada más salir de la Estación tuvo que pedir un vehículo para poder desplazarse hacia el Hotel.
La muchedumbre acompañó al automóvil por la Avenida de Alfonso XIII, calles de Santiago, Constitución, Alfonso XII y Teresa Gil hasta llegar al Hotel Francia, donde le esperaban muchos amigos. Unamuno tuvo que salir al balcón para agradecer las muestras de cariño y, sobre todo, arengar a la juventud, a la que con orgullo responsabilizaba del derrocamiento de la Dictadura: «Vuelvo a España después de seis largos años de destierro, y al volver veo lo que hace tiempo predije: que si en España hubiera de restaurarse la libertad y la civilidad, que ya se van restaurando, aunque no del todo, sería por un impulso de juventud. ¡De esta juventud que ha ido creciendo, y se ha ido formando bajo el régimen de opresión que ha caído! (…) Habéis sido vosotros, solo vosotros, jóvenes estudiantes españoles, los que habéis hecho caer la Dictadura. (…) Los tiempos que ahora empiezan serán duros. En ellos hay que defenderse de toda Dictadura. Yo ya tengo el alma llena de confianza en el porvenir; espero en vosotros, estudiantes de España».
Después de una «cena íntima» en el Hotel, en cuya presidencia le acompañaron los catedráticos Arturo Pérez Martín y Antonio Royo Villanova, se dirigió al Casino Republicano, invitado por Jaime Simó Bofarull. Eran las once de la noche cuando Unamuno se dirigía a los congregados para manifestarles que, pese a encontrarse muy cansado, estaba profundamente satisfecho por la reacción de los jóvenes españoles: «La juventud ha marcado el rumbo y ha dado a los viejos y maduros una gran lección. Porque yo estaba realmente avergonzado de la cobardía de mi generación. Lo que se presenta en España no es un problema político. Es un problema ético y de dignidad. Y un problema estético también. Nos hemos convencido de cómo la generación actual, tan aficionada al deporte, sabe hacer muchas otras cosas». El ex rector de Salamanca salió de la ciudad a las diez de la mañana del día siguiente, 13 de febrero, en dirección a la capital charra, donde le esperaba otro espectacular baño de masas.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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