Federico García Lorca, en el centro, con varios miembros de la compañía teatral La Barraca. BIBLIOTECA NACIONAL

Lorca, el joven poeta que deslumbró a los vallisoletanos

Invitado por Jorge Guillén, el granadino actuó el 8 de abril de 1926 en el Calderón con un recital de poesía que incluyó versos inéditos del 'Romancero gitano'

Martes, 20 de octubre 2020, 07:45

«No se asusten ustedes. Es una especie de fiesta, de fenómeno, sí; pero un fenómeno de seducción irresistible (...). Y andando los años podremos decir: nosotros ya vimos en Federico García Lorca el gran poeta, como dos y dos son cuatro. La Historia no tendrá ... más remedio que decir: Amén». El que pronunciaba estas palabras, en abril de 1926 en el Teatro Calderón, era ni más ni menos que el poeta vallisoletano Jorge Guillén, entonces catedrático de Literatura Española en la Universidad de Murcia. Su amistad con Federico García Lorca, que en aquel momento era un joven granadino con escasa obra poética pero dotado de condiciones maravillosas para deslumbrar a los más exigentes críticos, fue decisiva para que aquel visitase por primera vez la ciudad del Pisuerga.

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Era jueves, 8 de abril de 1926, a las siete y media de la tarde. Con el Teatro Calderón casi al completo, Lorca tenía encomendado cerrar el curso del Ateneo con una conferencia extraordinaria sobre Luis de Góngora, con todos los gastos de viaje y estancia pagados. Pero hizo otra cosa. Ya lo había adelantado el propio Guillén en sus palabras de presentación: los vallisoletanos estaban a punto de recibir a «un gran poeta (...). Cuidado, que todos serán, que todos seremos suyos, en cuanto rompa a cantar. Ya empiezo por prevenirles. Oír a Lorca y rendirse a su poesía es todo uno. Lorca se impone necesariamente con esa fuerza inmediata y simplicísima de la evidencia. (...) Es la primera virtud de Lorca: nos reconcilia a todos, nos pone a todos de acuerdo». Un Lorca cuyas composiciones, tradicionales y novísimas a un tiempo, «y siempre de la mayor calidad, exigen para su plenitud la recitación en público. (Otra tradición perdida). Y el público le entiende y al público le gusta. Y mucho. ¿Qué milagro es éste? ¿Qué ha ocurrido?».

Con casi 28 años, Federico Garcia Lorca llegaba a Valladolid habiendo dado a la imprenta dos títulos con escaso eco literario ('Impresiones y paisajes', de 1918, y 'Libro de poemas', de 1921) y después de cosechar un doloroso fracaso con su obra de teatro 'El maleficio de la mariposa'. Y en lugar de hablar sobre Góngora, optó por un recital de poesía en el que dio a conocer las composiciones de tres libros: 'Suites', 'Poema del cante jondo' y 'Canciones', por lo que los vallisoletanos pudieron escuchar las primicias de la que sería su obra más popular, el 'Romancero gitano'. También leyó varios extractos de la 'Oda didáctica a Salvador Dalí'.

Como advirtió Guillén, el recital, comentado en El Norte de Castilla por Francisco de Cossío tres días después, fue todo un éxito. Entre los presentes se encontraba también otro poeta, Guillermo de Torre, uno de los máximos conocedores de las vanguardias literarias europeas, quien, recordando aquel evento, escribiría: «Yo pude comprobar, con la satisfacción del turiferario, que nuestros entusiasmos, el de sus amigos próximos más antiguos, podía ser compartido por gentes lejanas, no prevenidas». Y es que el público aplaudió con admiración a aquel prometedor poeta granadino, disfrutó de «la naturaleza juglaresca de su personalidad» y comprobó «su ingeniosa necesidad de comunicarse en directo con los demás».

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Una revelación

Cossío, testigo y notario privilegiado de aquel fantástico descubrimiento, reconocía que «esta lectura ha tenido para mí, por tantos motivos, el encanto de una revelación. Federico García Lorca es todavía un desconocido. Aún falta tiempo para que los niños canten en corro sus baladas y las muchachas reciten en secreto sus canciones. Pero llegará ese día, y entonces podré decir: Fui uno de los primeros espectadores y oyentes, y no me equivoqué». Después del recital, el poeta salió a conocer la ciudad acompañado por Fernando Altés Villanueva, que era secretario del Ateneo, Eduardo Arias, presidente de la sección escolar, Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, Ramón Gómez Ribot y José María de Cossío. Una de las paradas obligadas fue, por supuesto, la estatua de José Zorrilla.

Lorca vendría más veces a Valladolid: en abril de 1929 para visitar el Museo Nacional de Escultura junto al escultor Emilio Aladrén; a finales de marzo de 1932 para leer en el Teatro Zorrilla 'El cante jondo''; y del 8 al 10 de abril de 1933 para presentar en el Pradera aquella fantástica iniciativa teatral llamada La Barraca, que en nuestra ciudad puso en escena dos entremeses de Miguel de Cervantes, «La cueva de Salamanca» y «La guarda cuidadosa», y el anónimo «Los habladores».

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