Secciones
Servicios
Destacamos
«Valladolid, hoy 3 de Mayo de 1896 coloca, bajo inscripción que el poeta redactara, sus preciados restos mortales en lo que será suelo de la cripta de la Capilla del Cementerio general Católico; en el mismo sitio en que, por acuerdos municipales, se construirá el panteón de Vallisoletanos ilustres». Costaba 20 céntimos el número especial de El Eco de Castilla publicado con motivo del traslado a nuestra ciudad de los restos de José Zorrilla, el 3 de mayo de 1896. Era lo que sus paisanos ansiaban desde su fallecimiento, el 23 de enero de 1893, en su casa madrileña de la calle de Santa Teresa. Todas las crónicas incidieron en lo mismo: la llegada a nuestra ciudad del cadáver de Zorrilla sirvió para poner la primera piedra del Panteón de Vallisoletanos Ilustres, que él inauguraría.
Pero no fue tan sencillo. Todavía a principios de 1902 sus restos descansaban -«provisionalmente», se insistía- en la sepultura número 15, cuadro segundo, del Cementerio, a la espera del definitivo traslado. Y es que tuvieron que pasar cuatro años desde la llegada a la Estación de los restos del poeta para que el Ayuntamiento acordara oficialmente construir el Panteón, «si bien no invirtiendo más cantidad que unas 5.000 pesetas cada año». La decepción era tal, que hasta el mismo Gaspar Núñez de Arce, convaleciente en cama por una enfermedad, reconocía en marzo de 1900 «que era una verdadera desgracia que así se abandonase la tumba donde yace el gran Zorrilla. 'Me apena mucho –exclamó- pensar que esas obras se encuentren abandonadas. Al fin tendré que pedir que no me entierren allí'».
De hecho, el proyecto no se sacó a concurso hasta principios de noviembre de 1900. Al mes siguiente se hizo público el único licitador: el afamado escultor vallisoletano Aurelio Rodríguez Vicente Carretero, que habría de llevar a cabo el Panteón por un presupuesto fijado en 17.572,29 pesetas. Las obras comenzaron el 27 de marzo de 1901, a cargo de «los reputados maestros canteros y marmolistas Conde y Hermano». La inauguración, el 4 de abril de 1902, hace ahora 120 años, consistió en el traslado a una de sus ocho sepulturas -de las que solo la mitad estaban totalmente terminadas- de los restos de José Zorrilla.
Eran las diez de la mañana cuando una comitiva formada por el gobernador civil Saturnino Santos Ruiz Zorrilla, el alcalde Alfredo Queipo de Llano, el teniente alcalde y presidente de la comisión de obras Florentino Díez, el concejal Rufino Sánchez y Sánchez, los subdelegados de Medicina Florentino Bobo Díez y Román García Durán, y el escultor Aurelio Rodríguez Vicente Carretero, asistían al levantamiento de la piedra que servía de cubierta a la sepultura del poeta. Según el acta notarial del acto, que puede consultarse en el Archivo Municipal, inspeccionaron por el hueco de un cristal instalado en la primera cubierta metálica para comprobar si era posible el traslado.
«Se apenó el alma de los circunstantes al contemplar por el roto cristal de la mirilla los mortales despojos del más espiritual de nuestros poetas», relataba este periódico, sobre todo cuando un rayo de sol penetró en el fondo del ataúd y dejó ver «la artística cabeza del genial autor de 'Margarita la Tornera'». Según Narciso Alonso Cortés, el cadáver «sólo conservaba parte de la melena, la perilla y algunas costillas. El cráneo estaba totalmente desarticulado». Una vez cerrado el féretro se puso en marcha la fúnebre comitiva hacia el Panteón, situado en medio de la glorieta central del Cementerio.
Se trataba de una sencilla construcción -demasiado sencilla para algunos- consistente en un octógono rectangular de 8,45 metros de diámetro y un pedestal en el centro, también octogonal, de 2,30 metros de altura, sobre el que se levanta una figura en bronce de una matrona que representa a Castilla; en su cabeza lleva una corona mural, en la mano derecha una cruz y en la izquierda sostiene una rama de laurel. «Del lado derecho cuelga un largo montante y del izquierdo pende artística escarcela con el escudo de Valladolid». Según las crónicas, la indumentaria de la figura es del siglo XV.
Construido el pedestal con piedra de Campaspero, rodeaba el monumento «un zócalo de piedra sobre el que se proyectaba instalar una verja de hierro sostenida por ocho pilarotes rematados por cruces y llevando en sus frentes antorchas funerarias de bronce». Tanto la estatua como los demás accesorios habían sido fundidos en los talleres que tenía en Madrid el vallisoletano Ignacio Arias. Zorrilla, el primer vallisoletano ilustre, estrenó el Panteón a las diez y veinte de la mañana. Sobre su ataúd se colocó una cajita con monedas y periódicos que acreditaban la fecha del acontecimiento. Obra también de Rodríguez Vicente Carretero fue el medallón de bronce colocado sobre la losa, decorado con el busto del poeta y al que servía de marco la banda de Carlos III en forma de óvalo, rematado en su parte interior por la cruz y un ramo de laurel. En la parte de abajo se colocó la inscripción: «El poeta José Zorrilla, hijo de Valladolid».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.