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Su inauguración, el 21 de septiembre de 1919, contó con la presencia de la marquesa consorte de Alhucemas, María Victoria Montero-Ríos y Villegas, en representación de la reina Victoria Eugenia, quien dio nombre al dispensario antituberculoso que aquella mañana de domingo se hacía realidad ... en Valladolid. Situado en el número 13 de la calle Muro, este edificio alberga desde 1983 el Centro de Educación de Personas Adultas Muro, dependiente de la Junta de Castilla y León. Fue levantado a principios del siglo XX como hotel, aislado de toda vivienda «por una sólida tapia de cerramiento» en tres de sus cuatro lados, mientras que «una elegante verja colocada en el frente de su fachada principal» lo separa de la vía pública, «hallándose además rodeada toda la edificación de un bonito jardín». El lugar perfecto para acoger el Real Dispensario Antituberculoso de Valladolid; el número 19 de toda España.
A Valladolid le costaba la tuberculosis por entonces más de 300 víctimas al año y en España moría un tuberculoso cada cuarto de hora. «Tras largas vicisitudes, la Junta provincial antituberculosa ha logrado adquirir en propiedad, con destino al Dispensario, un hotel de reciente construcción situado en la calle Muro», informaba en 1919 este diario. Fue un arduo camino de casi quince años. Los rótulos de su fachada invitaban a prevenir con higiene y tratamiento la dolencia. Se colocó en la escalinata de entrada, de ocho peldaños, un cepillo «interesando la limosna de los que poseen en favor de los necesitados». Inaugurado con el nombre de Real Dispensario Antituberculoso Victoria Eugenia, tras ser clausurado, el inmueble estuvo en desuso muchos años.
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Sonia Quintana
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Pero la Liga Antituberculosa de Valladolid ya había iniciado sus trabajos a principios de 1907. Aquel año se celebró en el Teatro Calderón una función en la que el catedrático de Medicina de Zaragoza, Ricardo Royo Villanova, impartió una exitosa conferencia sobre las funciones de los dispensarios y, a partir de las Ferias y Fiestas de 1914, se instauró una recogida de fondos, conocida como Fiesta de la Flor, en la que «destacadas señoritas de la ciudad» postulaban por las calles a favor de la obra antituberculosa, colocando flores en las solapas de los transeúntes a cambio de sus donativos. Con aquellos fondos se construyó un pabellón de niños antituberculosos en Prado de la Magdalena, antes de la edificación del Real Dispensario de la calle Muro.
La obras de adaptación y reforma para transformar el hotel en Dispensario fueron obra del arquitecto Manuel Cuadrillero. Consta de sótano, planta baja, principal y segundo piso con «salida a una hermosa terraza». Tanto el pavimento del vestíbulo «como el de las salas de espera, de filiación y de reconocimiento general» se hicieron de mármol comprimido. Desde 1983, tras sufrir otra gran reforma, el edificio es sede del Centro de Educación de Personas Adultas Muro.
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