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Fueron unas Navidades extrañas. Punzante aún en la memoria de los españoles la masacre de soldados en Annual, las de 1921, hace ahora 100 años, registraron en Valladolid noticias constantes sobre los combates en Melilla, llamadas a los cultos religiosos y dos acontecimientos impactantes: el paseo del gordo de la lotería por nuestras calles y la muerte de uno de los personajes más queridos en el Museo provincial -hoy Museo Nacional de Escultura-, Ubaldo Torquemada Nieto.
Los acontecimientos melillenses, sujetos en todo momento a la censura oficial, presidían las portadas de El Norte de Castilla tratando de infundir tranquilidad. Se hablaba así de millares de bajas entre los «rebeldes rifeños», de la eficacia destructora de los «autos blindados» españoles, de la poca destreza de los enemigos en el manejo de las granadas de mano y hasta de un mecánico francés que trabajaba para Abd-el-Krim, líder de los rifeños, reparando varios autocamiones y un automóvil «de los que se apoderaron los rebeldes».
El recuerdo del desastre de julio reposaba en una de las salas del Hospital de Esgueva, atendida por damas de la Cruz Roja. Allí descansaban varios soldados heridos a los que en la noche de Navidad se premió su heroicidad con una cena especial a base de sopa, besugo, pollos asados, sopa de almendra, turrón, mazapán, jerez y cigarros, pero también con el sorteo de varias prendas de vestir que colgaban de las ramas de un robusto árbol decorado por el responsable de jardines, señor Sabadell, y con villancicos interpretados por un «coro de señoritas».
Las llamadas a los cultos religiosos en la catedral y otros templos de la ciudad, propios de esas fechas, se combinaron con la amena fiesta nocturna de «grupos de cantores» que, hasta bien entrada la madrugada, recorrieron las calles en Nochebuena sirviéndose de sartenes, almireces y zambombas. Nadie celebró el sorteo de la lotería, que no dejó un céntimo en la ciudad, pero sí fue muy comentada la peripecia del billete premiado, alojado durante unos días en la avenida de Alfonso XIII (hoy Acera Recoletos).
Lo descubrió «el repórter» de El Norte de Castilla el mismo 22 de diciembre de 1921. Un chivatazo le puso sobre la pista y se presentó en el número 21, principal, para contrastar la información. Josefina Riera, que era como se llamaba la joven con la que habló, le confirmó la curiosa trayectoria del billete: fue cosa de su hermano Olegario, que desde Santo Domingo dio las órdenes pertinentes al Banco Hispano Americano para que adquiriese a su nombre «un billete entero de Navidad». La entidad bancaria lo compró en Barcelona. Era el número 28.876. Los Riera vivían con su madre en Gijón, donde pasaron unos días antes de visitar a los señores de Riande, buenos amigos de la familia, en Valladolid. Fue así como los 15 millones del «gordo» se pasearon por nuestra ciudad.
Una ciudad que el 26 de diciembre de 1921 lamentó la muerte de un personaje singular. Se llamaba Ubaldo Torquemada Nieto y desde 1899 trabajaba como conserje del Museo Provincial, en la Plaza de Santa Cruz, futuro Museo Nacional de Escultura. Segoviano de nacimiento, Ubaldo era mucho más que un conserje; autor de numerosas fotografías de obras relevantes del Museo, reproducidas ya entonces en numerosas revistas de España y del extranjero, también ayudaba en la restauración de otras no menos importantes. Así lo atestiguaban, por ejemplo, los dieciocho sitiales del coro del convento de San Francisco que decoraban el despacho del director.
Calificado por Francisco de Cossío como «uno de los primeros divulgadores de las esculturas del Museo de Valladolid», una repentina enfermedad se lo llevó muy joven, a los 47 años, dejando viuda -Felisa Roldán- y tres hijas -Beatriz, Josefa y María-. En 2018, el Ministerio de Cultura negoció con sus nietos y adquirió por 10.000 euros las 635 placas fotográficas que formaban el archivo del conserje, y que hoy pueden contemplarse en el Museo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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