![Los fielatos, el impuesto más impopular de la historia de Valladolid](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/03/16/fielato-carretera-renedo2-kN2E-U19092606646328E-1200x840@El%20Norte.jpg)
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«Se pone en conocimiento de todo el vecindario la supresión de los fielatos desde el 1º de enero de 1963». Con estas palabras el entonces alcalde Santiago López González anunciaba el fin de uno de los impuestos más impopulares y conflictivos que tuvo Valladolid, al igual que todas las poblaciones importantes del país.
De esta forma se resumió la entrada en vigor de la ley 85/1962 de 24 de diciembre sobre reforma de la Hacienda Municipal. Aquello supuso una notable disminución de los ingresos municipales. El mismo alcalde, un año antes –pleno de 25 de enero de 1962-, había presumido de que al cabo de un año al frente de su gestión municipal había logrado mejorar notablemente los ingresos y sanear las arcas de la ciudad, especialmente porque en los fielatos se había conseguido aumentar la recaudación en tres millones de pesetas.
Se trataba de un impuesto sobre usos y consumos que se recaudaba por los consumeros apostados en las casillas conocidas como fielatos que había en todas las entradas a la ciudad. En noviembre de 1955 había treinta y un fielatos, y en 1957 se crearon fielatos ambulantes para adaptarse a los cambios urbanísticos derivados del crecimiento de la ciudad.
Pagaban la práctica totalidad de los productos que se introducían en Valladolid y que los encargados de la recaudación estimaban que estaban destinados a la venta, ya fueran alubias, paja, vino, pescado, pan, higos o patatas… incluso el jabón. El conflicto saltaba cuando la percepción del consumero y la opinión del ciudadano eran claramente diferentes.
¿Qué hacían los administradores de los fielatos? Pues cobrar en efectivo y extender a cambio un documento (papeleta) por el que se acreditaba que el sujeto había pagado su impuesto y por tanto podía vender su mercancía a minoristas o por sí mismo.
Su controvertido carácter venía de antiguo. En 1866 la administración del Estado estaba pensando en suprimirlos y sustituirlos por una licencia de venta y un complemento especial de contribuciones directas. La razón de este cuestionamiento era que se consideraba que el cobro en los fielatos era engañoso y manipulable, pues el impuesto que el vendedor pagaba en la puerta de la población lo recargaba en el precio al igual que lo que se le decomisaba o estropeaba en el registro que elaboraban los funcionarios de los fielatos.
La historia local está cuajada de incidentes en estos puestos de recaudación. Se conoce el caso de la detención arbitraria de un señor porque se negó a pagar el impuesto, ¡por una docena de mantecadas!, que traía para su casa. Pero más curioso fue que en el fielato del Canal de Castilla se cobró a una pobre mujer que desde Zaratán venía a lavar la ropa a las aguas del Canal y la cobraron 1,50 pesetas por tres canteros de jabón… ¡que, además, había comprado en Valladolid! y, por tanto, pagaba dos veces impuestos por el mismo producto.
En el año 1858 son abundantes las noticias sobre incidentes: en las puertas de Madrid (ubicadas más o menos al principio del actual Paseo de Zorrilla), unos sujetos pretendían introducir en la ciudad una cesta con uvas sin que se las pesasen, fundándose en que momentos antes había entrado por las mismas puertas otro individuo con otra cesta que contenía el mismo género y no se la habían pesado. El incidente surge cuando el que dice ser jefe del fielato contestó en términos indecorosos impropios de un caballero y, además, empleado público, tal como testificó directamente un periodista de El Norte de Castilla.
En junio de 1900 la gestión de los fielatos estaba arrendada (privatizada) por el Ayuntamiento, de tal manera que unos particulares se encargaban de recaudar e ingresar el dinero correspondiente en la Caja Municipal. Aquello supuso una importante disminución de los ingresos municipales, pues se detectaba que los encargados se ausentaban del puesto, con lo que la prensa dijo que Valladolid era una puerta poco menos que «abierta al matute más escandaloso que pueda darse».
Fue muy sonado el caso ocurrido el 4 de junio de 1911. En el llamado fielato de la Estación se desató una lucha a palos y tiros entre los mismos guardas encargados de velar por el buen desarrollo de la recaudación: además de personas fijas en cada casilla, había encargados de hacer la ronda por los fielatos, al mando de un cabo. La reyerta se produjo entre el cabo y dos subalternos pues, según el mando, aquellos no habían cumplido con sus obligaciones de registrar un carro cargado de piedra. Comenzaron los insultos: unos llamaron autoritario al cabo, quien calificó de matuteros a los vigilantes: «hay mucho matute y vosotros sabréis por qué». Aquello desató la ira de los ofendidos y sin más, y delante de numeroso público, se lían a palos e incluso medió una pistola. Solo la intervención del Jefe de Vigilancia y de los Guardas Municipales consiguió parar la refriega. Y los implicados terminaron en la Casa de Socorro.
Todo aquello desataba recurrentemente la ira de los ciudadanos, y no era de extrañar que en los periodos de carestía de vida o por motivos de huelgas las casillas de los fielatos acabaran apedreadas o incendiadas, como ocurrió en el duro año de 1912.
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